lunes, 30 de abril de 2012

De Kika Bold

fecha: 29 de abril de 2012 14:50
asunto: gris
destinatario: no revelados

Via de Santa Sabina, en el Aventino romano

Pórtico de la Basílica de Santa Sabina

Nave principal de Santa Sabina

Plaza de Santa Sabina

Fuente en la Plaza de Santa Sabina

Roma desde el Aventino en una mañana lluviosa

Hay días así, grises, con una lluvia que no se cansa de caer sobre las cosas, persistiendo -a ratos con más fuerza o voluntad- en mojarlas. Y cuando las nubes ocultan el sol y apagan su luz, los colores ganan en vigor pero, extrañamente, todo parece perder vida. Vivo en el silencio durante horas, y todo sonido destaca sobre ese fondo callado, sonido de lluvia blanda. Ayer paseé junto al mar, el viento que venía de poniente levantaba espuma sobre las olas. Las olas corrían unas tras las otras en un movimiento incesante y su sonido era un fragor de mar de fondo revuelto y airado. En el cielo unas nubes eran muy negras, otras se deshilachaban en un gris blanquecino. Sobre el horizonte gris, denso, de plomo, volaban gaviotas, más blancas que nunca. Siempre camino rápido, como si huyera o quizá como si tuviese prisa por llegar a alguna parte. Pero no es así, simplemente me gusta caminar, sentir mi cuerpo en movimiento y no me preocupo de qué pienso mientras ando...


Caminante, no hay caminos...

...sino estelas en la mar.

Rebalaje al atardecer

Anochecer en la playa de Elviria, Marbella 

Amanece, que no es poco...


viernes, 27 de abril de 2012


     RUBALCABA O EL GOLPE DE ESTADO PERMANENTE

Gran Hermano Rubalcaba

Al igual que a otros muchos millones de españoles conscientes de la situación por la que atravesamos, me preocupa sobremanera el naufragio económico de nuestra economía nacional, preocupación que se acentúa por mi situación de pensionista en un sistema de la seguridad social más que quebrado. Sin embargo, lo que más me irrita cada día son las mentiras incendiarias de Rubalcaba en su intento de atribuir la gravedad actual de la crisis a un Gobierno cuya gestión se inició hace apenas tres meses y cuyas medidas de contención del gasto público no han sido ni siquiera aplicadas y, encima, dictadas de de a pá por Bruselas a causa de los reiterados engaños e incumplimientos de la etapa Zapatero-Rubalcaba. Al igual que no se inmutó su rostro de enterrador de película del Far West cuando amenazó, más que dijo, aquello de “lo sé todo de todos”, los españolitos de a pie podemos decirle a él: “No se canse, Sr. Rubalcaba, que nosotros también lo sabemos todo de usted”. Mejor dicho, casi todo, porque este hombre es único en el arte de hacer marrullerías y algunas cosas peores. Creo poder afirmar, sin posibilidad alguna de equivocarme, que no existe otro político en nuestra historia reciente que haya mentido tanto, en asuntos tan graves y durante tanto tiempo a la nación española como este imitador del Gran Hermano orwelliano, a quien no se le ocurrió otra cosa para resolver el dispendio de nuestro sistema energético que limitar la velocidad en las autopistas a 110 kms por hora. ¿No es la cosa de juzgado de guardia o de clínica psiquiátrica?

Ahorro en gastos militares


¡¡Para que después digan que uno no se duerme a 110 km/h!!


Es preciso recordar que, desde la financiación ilegal del PSOE sancionada por los Tribunales de Justicia, a los crímenes de los GAL, pasando por el infame montaje del Bar Faisán para encubrir las complicidades del Ministerio del Interior con la ETA o las mentiras proclamadas en la televisión durante la jornada de reflexión que sucedió a la matanza de Atocha, hasta llegar a la ocultación del déficit público ante Bruselas, ante todos los españoles y ante el nuevo Gobierno del PP recién salido de las últimas elecciones, Rubalcaba ha mentido siempre con descaro y, a lo que parece, seguirá mintiéndonos hasta que nuestra paciencia reviente y la situación social se vuelva ingobernable, que es, lo único que procura con la desaforada ayuda de Elena Valenciano (¡que mintió hasta en su expediente académico!) y de los sindicatos subvencionados, creyendo que en el río revuelto que se ve venir los desaguisados cometidos durante siete largos años por el Gobierno del que ha sido Vice-Presidente Primero, no pasarán factura a esa turba de fariseos en la que ha convertido el partido político del que es hoy Secretario General. Algo parecido hizo, apenas iniciada la singladura de la II República, su compañero de partido Francisco Largo Caballero (el Lenin español), quien no vaciló en entregar el poder republicano al populacho para reconvertir el modelo liberal representado por el parlamentarismo democrático, en una dictadura proletaria hecha a imagen y semejanza de la que el sanguinario Josef Stalin lideraba por aquel entonces en la Rusia soviética y cuyas consecuencias no ignoramos los que todavía no hemos sucumbido a la lobomotización colectiva producida por la propaganda sectaria que hoy usurpa la enseñanza de esa asignatura pendiente y ausente que se llamó Historia de España.



Cartel de propaganda republicano

Lenin arengando a las masas

Abordando ya la crisis que hoy nos asola, con tristeza y sin jactancia alguna, puedo afirmar que yo vaticinaba un tsunami económico semejante al año siguiente de que Zapatero se convirtiera en Presidente por accidente. A pesar de mi mala memoria para las fechas del pasado reciente   ̶¡los años pasan tan aprisa! ̶ puedo remontarme a una conversación que mantuve en Pisa en septiembre de 2005 con mis amigos italianos gracias a las fotos que conservo. Todavía estábamos en pleno boom inmobiliario, pero para mí ya era evidente, ante la proclividad de ZP hacia el descontrol presupuestario materializado en la temprana derogación de la Ley 18/2001 del Equilibrio Presupuestario del Sector Público, de 12 de diciembre de 2001, que en poco tiempo nuestra economía mostraría la peor cara de sus tremendos fallos estructurales.



Mis amigos de Pisa no solo no creyeron una palabra de lo que les decía, sino que lamentaron que mis vaticinios ya se estuvieran cumpliendo, ¡pero en Italia!: “Ojalá que en vez de tener aquí a alguien tan impresentable como Berlusconi, tuviéramos a vuestro Presidente Zapatero!, me dijeron a coro. Después de su última visita a Andalucía, ellos estaban maravillados de haber visto tantas universidades nuevas como se habían abierto en casi todas las capitales de provincia, de las estaciones de ferrocarril y aeropuertos faraónicos, de los suntuosos y rápidos trenes AVE... De nada sirvió que les hiciera ver que todo esas enormes inversiones eran guarismos de la deuda pública, que los gastos de personal y mantenimiento de autonomías o ayuntamientos, convertidos en colosales agencias de colocación para familiares, amigos y paniaguados, alcanzaban cifras astronómicas en menoscabo de las inversiones productivas... En fin, que España era, en definitiva, un inmenso decorado sin fondo real alguno, un trampantojo monumental y, sobre todo, una bomba de relojería para el Estado de Bienestar que, de seguir así, tenía los días contados. El año pasado cuando volví a Italia ya estaban más cerca de la realidad española y mucho más receptivos a mis valoraciones, aunque seguían pensando que ZP era buen gobernante y hasta un bendito en comparación con su denostado “Berlusco”.

Trampantojo
En todo caso, cualquier posible duda acerca de la inevitabilidad de la catástrofe económica que se cernía sobre nuestra economía quedó despejada para mí el 20 de febrero de 2008, fecha en la que tuvo lugar el debate televisado entre Pedro Solbes, Ministro de Economía del Gobierno Zapatero, y Manuel Pizarro, representado al Partido Popular.

Aquel debate, que sirvió de antesala a las elecciones celebradas el 9 de marzo de 2008, en las que ganó el PSOE por un 43,87% de votos, frente al 39,94% del PP, fue muy expresivo de lo poco que importaba a nuestra clase política manifestar con claridad la peligrosísima situación económica que ya se había generado.

Quiero remachar que cuando se celebró ese debate estábamos instalados en la crisis financiera y en pleno desarrollo la hecatombe total que nos ha llevado a los actuales niveles de desempleo y de recesión, aunque fue bien visible que en España, salvo Pizarro, nadie quiso enterarse, a pesar de que Solbes seguramente lo sabría. Si así fue, mintió con descaro; pero si no lo supo es que era mucho más ignorante de lo que hasta entonces habíamos supuesto.


Mientras que el Vicepresidente económico se encargó de informar que “España estaba bien preparada para hacer frente a cualquier reto” y que "con ideas claras y liderazgo fuerte, España saldrá reforzada”, Manuel Pizarro recordó que “estamos en un momento de crisis” y que el modelo socialista era “de paro, inflación e incertidumbre”, señalando también, y eso es importante, que España había perdido la batalla de la competitividad, como asimismo que "somos campeones en déficit exterior", lo que supone un "desajuste" del 10 % del PIB y obliga a buscar cada año 200.000 millones de euros en el exterior para poder refinanciar la deuda. Por el contrario, Solbes aseguró que “España está mejor preparada que nunca", que lo que hacía falta era "frenar los excesos de demagogia y catastrofismo del Partido Popular" afirmando solemnemente que los socialistas tenían el mejor modelo para gestionar nuestra economía y que de esa mala situación coyuntural “España saldría reforzada”.

Sin embargo, en aquella discusión de fondo entre el mensaje infundadamente optimista del representante socialista y el del por entonces líder económico del PP, “España no va bien”, parece indudable que ninguno de los dos, y muchísimo menos Solbes, quiso o supo explicar qué era lo que estaba sucediendo en el mundo, qué era lo que estaba sucediendo en los Estados Unidos, qué era lo estaba sucediendo en Europa y, consecuentemente qué acabaría sucediendo en España.



Lo cierto es que por lo que se dijo y por cómo se dijo, los medios de información dieron por vencedor a Solbes, quien no tardó en chocar con un Zapatero, que en pleno éxtasis piromaníaco, no paraba de reclamarle más madera que sirviera de combustible a las insensatas medidas con las que intentó camuflar el paro y que, como era evidente, no sirvieron más que para incrementar el pavoroso agujero del déficit. A la marcha de Solbes siguió la de Jordi Sevilla, la única cabeza pensante que quedaba en la pandilla, tomando el relevo, a propuesta de Rubalcaba, la peor calamidad que podía caer en nuestra ya maltrecha economía, Elena Salgado, cuyas ocultaciones y mentiras en vez de justificar su procesamiento han sido recompensadas con los nombramientos de consejera en Endesa y Abertis, tal vez como parte de las recompensas repartidas por los italianos, agradecidos por tener en sus manos el control de la compañía eléctrica gracias a Zapatero.

Si tu me dices ven lo dejo todo...

Recordemos que la ministro, en uno de sus abundantes ataques de incontinencia propagandística, llegó a afirmar aquello tan gracioso de que “nadie nos ha obligado a imponer un techo de déficit en la Constitución”.

Jordi Sevilla
Elena "Calamity" Salgado

Explicación del nombramiento como consejera de Endesa de Elena Salgado

Para ilustrar todo lo dicho hasta aquí, y mientras Zapatero, Rubalcaba y la Salgado nos vendían el opio de los “brotes verdes” y el Banco de España forzaba fusiones a gogó y bancarizaba las Cajas de Ahorros, en un intento vano por resolver la crisis de las entidades financieras más vinculadas a los negocios e intereses inconfesables de los prebostes políticos que, con estipendios multimillonarios, gobernaban a su antojo sus consejos de administración, yo publiqué el siguiente artículo cuyo acierto o desacierto cualquiera podrá juzgar con perspectiva suficiente gracias a los dos años transcurridos desde entonces.




REVISTA EL DEDO. AÑO XIII - MAYO DE 2010. Nº. 37
EL HUNDIMIENTO

Por José Baena

Desde bastante antes de las últimas elecciones generales, vengo comparando el inexorable desmoronamiento de nuestra situación económica y política con el hundimiento del Titanic, concretamente con el trágico episodio, tantas veces llevado al cine, en el que la banda de música interpretaba alegres melodías mientras el navío iluminado comenzaba a ser engullido por las frías aguas del Atlántico Norte. Pero el hundimiento al que aludo en el encabezamiento de mi comentario es otro bien distinto, aunque igualmente patético.

Hundimiento del Titanic

Lo cuenta la impresionante película de Hirschbiegel, y lo han contado infinidad de historiadores que han investigado los últimos días de Adolf Hitler en su búnker berlinés: Iracundo y tembloroso, el dictador aún esperaba, apenas la víspera de pegarse un tiro en la sien, la llegada milagrosa de inexistentes ejércitos dispuestos a salvar su III Reich, el de los Mil Años. Rodríguez Zapatero, otro visionario de distinto pelaje, también reclama ahora la colaboración de tropas imaginarias dispuestas a hacer realidad el milagro de conjurar sus pesadillas. Nuestro insensato presidente creyó primero que nuestras reservas eran eternas; luego negó solemnemente que hubiera crisis; más tarde acusó de la misma a los norteamericanos, a cuyo carro quiso subirse cuando la estrella de Obama parecía la de Belén; después imaginó haber hallado el bálsamo de Fierabrás inyectando dinero público a mansalva con remedios arbitristas (“¡No me digas, Pedro, que no hay dinero para hacer política…!”), y finalmente, con la soga al cuello, presionado por Merkel y el propio Obama, cambió de registro y sin mover una ceja, se apuntó con la fe del converso a acometer la ingrata tarea de reducir el gasto con unas medidas tan impopulares como injustas e inútiles.





Como al monstruo austriaco, también a ZP se le han ido derrumbando sus ejércitos virtuales y con un gabinete económico más achicharrado que quemado, se dispone a realizar esa reforma laboral que era, según su desdeñoso vocabulario, la gran obsesión de la “derecha” representada por el Partido Popular y los empresarios. Pobre hombre y pobre la nación que durante tantos años ha preferido mirar hacia otra parte y confiar en sus mentirosas alucinaciones y vaticinios.

Si la Gran Bretaña, junto con Francia, no se hubiera plantado para hacer frente a Alemania cuando la Wehrmacht invadió Polonia y, sin caer en malabarismos populistas, Wiston Churchill no hubiese proclamado que era imprescindible detener a Hitler costase lo que costase, tal vez la Historia hubiera sido distinta en algunos aspectos marginales, pero no en lo esencial. Frente la terrible realidad del visionario instalado en la Cancillería del Reich, nadie (Chamberlain pasó a la historia por su buenismo idiota) podía hacer nada y la II Guerra Mundial se habría desencadenado de todos modos. Como Churchill anunció, el esfuerzo bélico costó “sangre, sudor y lágrimas”. Pero de los millones de muertos, del derrumbe de las economías nacionales, del hambre y de los escombros de la vieja y adocenada Europa, surgieron en el occidente continental unos estados democráticos estables que, pase lo pase en el futuro, han traído al viejo continente el más largo periodo de paz y prosperidad de su larga y atribulada Historia.

En determinadas circunstancias el político serio tiene que decir la verdad, por dura que sea, con voz alta y clara, tanto por su propia credibilidad como, y esto tal vez sea lo más importante, para que así lo perciba la ciudadanía. Por eso me opongo a todos los que han opinado que en evitación de males mayores (por patriotismo, vamos, como dice ese Himler venido a menos que es D. Pepiño Blanco, que en los ratos libres oficia como Ministro de Propaganda del Régimen Zapateril), la oposición en bloque, encabezada por el Partido Popular, debiera de haber aceptado las inicuas medidas adoptadas por ese pollo sin cabeza que es hoy el inquilino de la Moncloa. La razones de mi oposición son varias y, según mi punto de vista, cada una de ellas suficidente en sí misma para justificar mi postura.


Veamos:

1º) Las medidas propuestas son intrínsecamente injustas y, en conciencia, nadie debe apoyar una injusticia a sabiendas. Hay infinitas maneras de recortar el déficit y de atajar la red de dispendidos que caracteriza la política socialista de los últimos años, empezando por el derroche de las Autonomías, los Ayuntamientos, los Ministerios y Direcciones Generales inútiles, las representaciones autonómicas en el extranjero, las miles de ruinosas empresas públicas o participadas, las subvenciones de las tropecientasmil ongs serviles, las fundaciones al servicio del poder, las asociaciones clientelares, las decenas de miles de liberados sindicales, los consultores innecesarios, las inyecciones económicas a Cajas de Ahorros más que sospechosas de corrupción, los innumerables asesores nombrados a dedo, y un etcétera tan largo que podría ocupar unas cuantas páginas. El simple Plan E ya ha generado tanto gasto inútil como el que ahora se pretende ahorrar sangrando a los funcionarios y pensionistas. También con la simple eliminación de las decenas de miles de teléfonos móviles gratis de toda la clase política, desde consejaluchos rurales hasta prebostes autonómicos, senadores y parlamentarios o el escandaloso derroche que supone la ingente cantidad de vehículos oficiales con sus respectivos chóferes, se habrían ahorrado muchos más millones de euros que los que pretende ahorrar el Gobierno con las medidas aprobadas.

Cartel anunciando el cambio de tres farolas del alumbrado

2º) El peor mal que ahora tiene España para su crédito exterior es la política errática del Gobierno, encabezado (o descabezado) por su Presidente. Cargárselo en esta ocasión hubiera sido la señal de que una nueva política económica sería posible y, en consecuencia, después de algún susto de las Bolsas, los analistas extranjeros podrían llegar a la conclusión de que la Deuda del Reino de España se encamina con paso resuelto hacia una nueva etapa que, necesariamente, sería mejor (sencillamente porque peor resulta imposible), que la que ha prorrogado Durán i Lleida y otros oportunistas de parecida laya con su interesada abstención, motivada por claves de política nacionalista, no por las razones “patrióticas” que cínicamente argumentó para justificar la abstención de su grupo político.

3º) Las medidas acordadas no solo son injustas, sino que también resultan contraproducentes a muy cortísimo plazo para nuestra tambaleante economía: con el previsto alza del IVA en julio, los incrementos impositivos que vendrán y las barbaridades que están por venir, se contraerá todavía más la demanda interna, que repercutirá en nuevas quiebras empresariales y, en consecuencia, en nuevos incrementos de la tasa de paro, ya absolutamente inasumible. Mientras este Gobierno se mantenga, la permanente improvisación y los bandazos serán las características más visibles de nuestra política económica. Y eso no hay país que lo aguante.

4º) Ningún partido político con posibilidades reales de llegar al Gobierno de la Nación debe ratificar, sin más, las atrocidades económicas decididas a traición, con nocturnidad y alevosía por Zapatero y sus acólitos. De hacerlo, ¿en qué lugar quedaría la oposición y cómo cabría distinguirla del Gobierno? ¿Dónde estaría la concurrencia de alternativas que caracteriza necesariamente a los sistemas democráticos? No y no. Que cada palo aguante su vela y si la nación española (en su conjunto) merece lo que está pasando y lo que está por pasar, que se aguante. La catástrofe económica absoluta la tenemos colgando encima de nuestras cabezas, pero la mejor manera de asegurarla es seguir manteniendo a esta patulea de botarates presuntuosos encaramados al Poder y con libre acceso al B.O.E. Todo lo que sea dilatar en el tiempo las inevitables elecciones anticipadas es, de entre todos los posibles, el peor servicio que puede hacer al país la caterva de inútiles que compone el grueso de nuestra trouppe política.



Los males que necesitan para su posible cura un quirófano urgente o sesiones de quimioterapia no pueden sanarse con anestésicos. Y apoyar al Gobierno ahora es algo peor que un anestésico: es heroína en vena. Cuanto antes sobrevenga el hundimiento, antes podremos volver a empezar. Todo lo demás son bobadas o autoengaños buenistas. Y yo de buenismo estoy hasta el gorro, por no decir algo más malsonante.

Hay muchas cosas por hacer y por deshacer. Pero la más urgente de las prioridades es acabar con este Gobierno: “Delenda est Zapatero”. Lo demás (que será largo y malo) vendrá después.

5º) Derribando al Gobierno nos podríamos haber evitado algunos horrores que, de seguir Zapatero en el Poder, inexorablemente vendrán. Si hay algo peor que un iluminado armado con una pistola, es un iluminado armado con una pistola y acosado. Zapatero se siente injustamente acosado y antes que renunciar al poder, en su rencor maligno encenderá todos las mechas del guerra civilismo: los ricos, la Iglesia, el Partido Popular, la memoria histérica, la filosofía de género impuesta por decreto… Todo atisbo de racionalidad perecerá en la Babel que estos bárbaros llevan construyendo desde que ocuparon el Poder con ocasión del 11-M. Si no les quitamos a sus incondicionales las latas de gasolina almacenadas, arderemos justos y pecadores en la hoguera de la voluntad mesiánica del Presidente del Gobierno: "Aprés moi, le chaos" (Después de mí, el caos), que dijera De Gaulle.

Y 6º) Antes de que apabullen al Gobierno los sindicatos de la mamandurria subvencionada, apuntándose un tanto con la huelga general que están en la obligación de convocar (depende de ello su existencia; la credibilidad es otra cosa y a sus mandamases les importa un pito), será mejor que acabe con él la voluntad popular representada por el Parlamento, forzando como sea unas elecciones anticipadas. Hoy mejor que mañana. Sería lo justo y lógico. Pero no. En esta comedia (o tragicomedia patética) todo sobrevendrá al revés de cómo deba suceder. Hasta la hecatombe final. Que vendrá, inevitablemente vendrá. ¿Es que estamos ciegos? ¿Es que no vemos el precipicio que estamos bordeando y hacia el que de cabeza nos encaminamos como sonámbulos?

En los meses que vienen no va a quedar títere con cabeza. Las Cajas de Ahorros están, todos lo sabemos, en el ojo del huracán a causa de sus conocidas dependencias políticas. Por eso, muchos de sus actuales rectores, que tanta leña han acarreado a la hoguera de nuestra bancarrota desde su soberbia de presuntos intocables, ya temen los Idus de Marzo que se avecinan. En épocas de hambruna, hasta los más tontos acabarán sabiendo que las vacas sagradas también son comestibles. Al tiempo.


Casi año y medio más tarde, nombrado ya Rubalcaba como sucesor de Zapatero, en una increíble pirueta por la que el viejo sucede al joven y la vieja guardia del aparato socialista desplaza a los mariachis del zapaterismo desarbolado, publiqué el siguiente artículo que, según mi opinión, tiene hoy tanta o más vigencia que cuando lo escribí en noviembre de 2011.


REVISTA EL DEDO. AÑO XIV – NOVIEMBRE DE 2011. Nº. 40

TIERRA QUEMADA

Por José Baena Reigal

El torbellino económico que amenaza con arrasarnos lo vengo anunciando hace mucho tiempo. Desde mis colaboraciones en estas páginas de “El Dedo” a mis artículos en periódicos, pasando por mis conversaciones privadas, no he dejado de manifestar la certeza de que ante el derrumbe de la credibilidad económica de España, resultado de la catastrófica gestión económica de nuestro Gobierno, cualquier shock de la economía internacional colocaría a nuestro país contra las cuerdas y que entonces los mercados serían mucho más reticentes para darnos otra oportunidad sin haber puesto medidas efectivas sobre la mesa. Aunque no resulte original decirlo, "se puede engañar a algunos todo el tiempo y se puede engañar a todos algunas veces, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo", que ha sido la táctica inveterada de nuestro hoy más que desaparecido Gobierno, reencarnados sus peores carencias y excesos en el esperpéntico candidato Rubalcaba.



Era cuestión de tiempo que la realidad acabara filtrándose por las paredes, como pasa con los muertos de Don Juan Tenorio. Y en esta hora crucial para España, la única realidad palpable y atemorizante es la parálisis de nuestra economía. Todo lo demás son palabras, ignorancia supina o demagogia populista. La razón, por otra parte, es bien sencilla de entender: cualquier propuesta política, por nimia que parezca, tiene una inmediata traslación económica, que viene representada por su coste en euros. Así de simple son las cosas. Por eso, después de casi ocho años de despropósitos económicos de toda laya, desde la venta en 2007 de ciento treinta y tres toneladas de oro por el Banco de España, que representaron el 32% de unas reservas que hoy valdrían el doble, hasta las subvenciones a las energías renovables, que costaron a los españoles 7.200 millones de euros en 2010 (el 25% del recibo de la luz), podemos afirmar que la política llevada a cabo ha sido de pe a pa un penoso disparate que ahora nos está pasando la factura. Para mayor peligro, no hace falta ser muy listo para saber que la deuda real generada por las comunidades autónomas y ayuntamientos es, como la de todas las instituciones del Estado en su conjunto, mucho mayor que la que oficialmente reconocen nuestros gobernantes. De ella y de su descontrol ha surgido una corrupción escandalosa que cada día nos indigna con noticias de nuevas tramas venenosas alimentadas por los caudales públicos, consecuencia directa de creer que, como afirmó la ministra Carmen Calvo, “el dinero público no es de nadie”. De este convencimiento surge el deporte nacional mejor practicado: la deriva millonaria de euros hacia organismos parasitarios en donde desaparecen por arte de birlibirloque, canalizados hacia redes clientelares, repartidos a través de subvenciones directas o como suministro a mecanismos mafiosos gracias a los cuales cada uno afana lo que puede y mientras puede.

La simple enumeración de las barbaridades que anteceden sirve para evidenciar que el infierno económico en el que nos encontramos no se debe tanto a las repercusiones de la crisis global o al derrumbamiento de la denominada economía del ladrillo como a los dislates perpetrados desde las páginas del Boletín Oficial del Estado y de las cuales es exclusivo responsable el Gobierno de Rodríguez Zapatero. A estas alturas, ¿cómo demonios cabe escudarse en la crisis mundial para justificar nuestros incomparables índices de paro, la inseguridad jurídica generada por la diarrea legislativa de nuestros diecisiete gobiernos autonómicos, la ineficacia productiva, el desastre educativo palpable en el fracaso escolar generalizado, el altísimo coste de nuestra energía o el arbitrismo desmesurado de nuestras decisiones económicas? Si en menos de ocho años, los mismos que lleva gobernando Zapatero, Alemania pasó de la devastación total ocasionada por la II Guerra Mundial al milagro económico, ¿cómo es posible sostener que nuestro hundimiento económico ha sido inevitable por efecto de una coyuntura exterior especialmente desfavorable?



En una conferencia pronunciada en el Casino de Madrid en marzo del pasado año, el doctor Juergen Donges, catedrático emérito de Ciencias Económicas de la Universidad de Colonia, director del Instituto de Política Económica de esa misma Universidad y reputado sabio internacional en el mundo de la Economía, citó la "teoría de la tierra quemada", táctica militar consistente en destruir todo lo que pueda ser de utilidad para el enemigo. Textualmente dijo: "Si Zapatero piensa que en las próximas elecciones no va a ganar, es perfectamente racional su política económica porque deja tal herencia al siguiente que no podrá hacer nada”.

http://www.euromundoglobal.com/noticia/83233/

Y es que pedirle a la camarilla gobernante que reduzca el gasto público es como pedirle al conde Drácula que beba Red Bull, porque eso es lo único que sabe hacer. De igual manera, pedirle al PSOE que no incremente los impuestos es como pedirle a un adolescente que se aguante el acné: el saqueo de la renta ciudadana y su dispendio es la política económica que ha patentado como propia nuestra casta política gobernante, ni más ni menos. Solamente con los fondos públicos despilfarrados en los dos planes E “de economía y empleo” y las célebres devoluciones de los cuatrocientos euros habría sobrado para ajustarnos al déficit del 6% marcado por Bruselas, sin tener que recurrir a recortes salariales ni a la vergonzante congelación de las pensiones. A nadie parece preocuparle que casi el 60% de los ingresos del Estado se utilice para pagar intereses de deuda y atender gastos que no generan PIB. De juzgado de guardia, vamos.

Que ninguna propaganda interesada nos engañe. El crash que pende sobre nuestras cabezas no se debe a que los españoles hayamos pedido la cabeza gastando sin son ni son, ni por ningún contagio externo: la peor cualificación que tiene España para su crédito exterior es la gestión errática del Gobierno encabezado (o descabezado) por un presidente de tan escasa capacidad intelectual como iluminado visionario y su corte de las maravillas, en la que el Gobernador del Banco de España ha rivalizado en incompetencia y arrogancia con el ministro Solbes y la nulidad patética de la Sra. Salgado, actual titular de Economía y Hacienda.


¡Qué cachonda, Elena!

Durante el último año transcurrido, ¡otro año entero perdido!, hemos visto cómo con mentirosa insistencia la Sra. Salgado nos ha dicho una y otra vez que al final del ejercicio cumpliríamos escrupulosamente con la tasa de déficit señalado por la Unión Europea. Hoy, a cinco días de las elecciones generales ha reconocido que eso es imposible, cuando estamos asistiendo a la debacle griega y al desmoronamiento en picado de Italia a causa de la ineficacia de sus respectivos gobiernos para atajar la crisis con la adopción de medidas reales que otorgaran alguna confianza a los mercados. Aquí, entre los “brotes verdes”, la perogrullesca afirmación de que “España no es Grecia”, las predicciones de inmediatas recuperaciones nunca acontecidas y el manejo de la propaganda habitual, coreada sectariamente por las cúpulas de los dos grandes sindicatos “de clase”, la ciudadanía sigue viviendo en la inopia, a pesar del permanente escándalo que suponen unas tasas de paro absolutamente inasumibles para cualquier país medianamente desarrollado.


"Las pruebas revelan la seguridad de nuestro sistema financiero" 

Espero con ansia un titular informativo que alguna vez diga algo así como que “el Ibex cae porque las estimaciones de PIB y beneficios son incorrectas” o “la prima de riesgo sube porque las instituciones ya no pueden absorber más deuda de la que les han colocado”. Y es que la prima de riesgo no sube por ningún ataque misterioso. Lo hace porque los tenedores de bonos estatales, que ven nuestro estancamiento económico y cómo la deuda no para de aumentar, no pueden vender sus carteras de bonos soberanos y buscan protección porque no pueden vender por la baja liquidez, porque no hay compradores y, en cualquier caso, porque en en la próxima subasta de deuda se les pedirá que vuelvan a comprar. La deuda soberana que durante décadas nos han contado que no tenía riesgo no es más que una milonga parecida a la de que “las casas nunca bajan”. Con un problema añadido: la capacidad de compra de los mercados está mermada por saturación y porque las necesidades de refinanciación de los estados endeudados no cesan de aumentar.

La crisis de deuda soberana tiene muchas similitudes con la burbuja inmobiliaria. A un activo sobrepreciado (en este caso la deuda estatal, al haberse considerado injustificadamente como activo sin riesgo) y a un aumento brutal del inventario (todos los países emitiendo, utilizando los fondos de pensiones y la seguridad social para comprar más deuda) sigue inevitablemente un gran estallido cuando la capacidad de crédito se maximiza. El final en este caso, como en el de las hipotecas/basura, es el mismo: una devaluación del activo subyacente (la deuda soberana) acorde a la demanda real. En el caso español las fases son sobradamente conocidas: primero, sorpresa (“pero si nuestro sistema financiero es el más sólido del mundo”), luego enfado de dignidad ofendida (“España no es Portugal o Grecia”), luego negar la realidad (la prima sube por contagio externo o por oscuras conspiraciones de los mercados”) para, finalmente, acabar tirando la toalla y cometer el disparate postrero, o más bien “póstumo”, de convocar elecciones ¡a cuatro meses vista! Y encima, con Rubalcaba como candidato de un partido, todavía en el Gobierno aunque no lo parezca, vendiendo a los incautos crecepelos milagrosos, atizando rencores entre sus incondicionales y pregonando, como medidas para salir de la crisis, un impuesto “a los ricos” y plantarse en Bruselas para forzar a que las instituciones europeas nos concedan dos años más de despilfarro: ¡Qué espectáculo de bochorno! ¡Qué desvergüenza! ¡Como para generar confianza en nuestro futuro económico!



 Asunto: Circular del Ministerio de Sanidad

A fin de favorecer el uso de medicamentos genéricos y así luchar contra los lobbis farmacéuticos, la Viagra será reemplazada por un genérico... El agua hirviendo.

Efectivamente, es sabido que el agua hirviendo endurece los huevos, hincha las salchichas y abre las almejas.

No faltaría más que la ministra no pueda hacer lo que le salga de los cojones.

La ministra de Sanidad


A pesar de lo vivido, debemos estar prevenidos porque lo peor está todavía por llegar. Mientras que los gobiernos griego e italiano estarán dentro de escasos días en condiciones de aprobar medidas de gobierno para atender sus perentorias necesidades (que lo consigan hacer es otro cantar), España sigue capeando el temporal a la deriva, sin presupuesto público para el año entrante y sin que, al menos en dos meses, seamos capaces de arbitrar decisión alguna para protegernos de la tempestad que descarga su furia sobre nuestras cabezas. Parafraseando a Churchill, y con exactitud verificable, podemos afirmar que nunca antes en la historia de nuestra democracia, tantos españoles se han visto tan gravemente perjudicados por tan pocos.

Sin las elecciones del domingo, Zapatero habría sido obligado a abandonar el poder a la fuerza, como ha ocurrido con los primeros ministros de Grecia e Italia y la situación todavía sería más desesperada de lo que ya lo es. Así pues, tomemos buena nota y preparémonos para lo que está por llegar. Y quien sea creyente, que rece: otra cosa no se me ocurre.

Retrato de la Inteligencia Misma
Hoja de ruta