miércoles, 25 de abril de 2012


             ECOFEMINISMO CARPETOVETÓNICO,
                           O LA VIDA EN ROSA


La tesis central defendida por el feminismo culturalista, versus ecofeminismo, mantenida a ultranza por Rodríguez Zapatero y que el Gobierno andaluz lleva practicando desde hace años en su máximo exponente de estupidez al imponer bajo sanciones administrativas su catecismo lingüístico sexista, consistió en argüir que el poder masculino, encarnado en el Estado, era intrínsecamente malo y destructor. Las guerras, la proliferación nuclear, la degradación del medio ambiente, los desastres colectivos, la destrucción del planeta y el sursum corda eran el producto de la mentalidad competitiva y aniquiladora de los varones, males achacables, pues, a la presunta agresividad hormonal de la testosterona. Por esa regla de tres, la salvación del planeta sólo tendría posibilidades enarbolando una "contra-cultura" femenina, protectora de la madre naturaleza y única alternativa frente a la devastación que estaba ejerciendo el poder masculino. No deja de resultar chocante, por utilizar un calificativo moderado, que dentro de esta naturaleza se incluya la protección a la reproducción de los animales en aras de la biodiversidad, mientras que para las feministas radicales la maternidad de la mujer solo resulta “progresista” cuando es conseguida gracias a la inseminación artificial del óvulo, algo evidentemente tan natural como andar sobre la mar. ¡Qué cosas hay que ver y oír!


¡Pobres espermatozoides!

El objetivo del ecofeminismo consistió en "revalorizar" en el espacio público todo aquello que la modernidad política, desde la Ilustración hasta las revoluciones del XVIII, había confinado al espacio privado. La lógica del ecofeminismo no estribó, por lo tanto, en una crítica de las relaciones y los juegos de fuerza de los poderes que definían la política, sino en exaltar una supuesta "esencia" femenina sustentada en el amor y el cuidado de todo lo habido y por haber, frente a otra supuesta esencia masculina basada en la dominación y la destrucción. Este esquema maniqueo y simplista se erigió así en la base argumentativa de lo que vino a denominarse la "feminización de la política", anclada en el presupuesto de que el poder en manos de las mujeres volvería nuestro planeta más sostenible y nuestra sociedad más justa, libre y ajena a los conflictos históricos protagonizados por los hombres. El razonamiento vino así a revertir toda la discursiva del pensamiento Ilustrado según el cual las mujeres, en especial las que habían hecho gala de poder en el Antiguo Régimen, habían sido vanguardia en la perdición de los valores solidarios por su afición desmedida al lujo y a los gastos suntuarios, algo escandalosamente perceptible, dicho sea de paso, en las esposas de la mayor parte de los dictadores musulmanes recientemente derrocados, como El Gadaffi en Libia, Ben Ali en Túnez o Mubarak en Egipto. Por no hablar de la señora (o lo que quiera que sea) que hoy preside de la manera que todos sabemos los destinos de la República Argentina, explotando su condición de viudedad como heredera del pernicioso legado de Néstor Kirchner.



"Las buenas yuntas..."

Después de esta disgresión situaré la cuestión en la España de hoy, en donde la corrección política pasa por adscribir cuotas de género en favor de las mujeres, un circunloquio verbal que atenta al rigor debido a nuestra lengua por no denominarlas “cuotas de sexo”, toda vez que el género es un accidente gramatical del nombre (los otros dos son número y caso, como aprendimos en el colegio) y nada tiene que ver con las absurdos e interesados dogmas del ecofeminismo. Sin entrar ahora en calificar como se merecen las actuaciones políticas de las representantes más conspicuas del ecofenimismo carpetovetónico, la simple mención de nombres tales como María Teresa Fernández de la Vogue, Carme(n) Chacón, Magdalena Álvarez, Carmen Calvo, Bibiana Aido, Elena Salgado o Leire Pajín sirven para dejar magnífica constancia, sin adentrarnos en ulteriores demostraciones, que la mujer cuando actúa en la política puede ser y lo es de hecho tan agresiva, ordinaria, sectaria, patán, corrupta y embustera como pueda serlo el más despreciable de los varones.


Carme Chacón en una revista militar 

Leire Pajín en Ibiza

Cartel del ecofeministo hispano 

El broche de oro a la falta de dignidad política lo puso ayer, con su cara de tortuga resfriada, María del Mar Moreno, Portavoz de la Junta y hoy Presidente en funciones del Parlamento de Andalucía, quien ante la entrada en prisión de Antonio Fernández, ex-consejero de Empleo imputado por el escándalo del caso ERE, ha declarado, sin que se le haya caído la cara de vergüenza: “Todo el mundo sabe que éste es un caso del pasado, que no afecta ni al presente Gobierno ni va a afectar al futuro Gobierno de Andalucía".

María del Mar Moreno

Así que, amigos varones, si en vuestra presencia alguna fémina osa vilipendiar a un político acusándolo de todo lo peorcito por el hecho ser hombre, respondedle sin cortaros un pelo como hacen todos los políticos para defenderse arteramente de sus adversarios: ¡Y vosotras más...!







No hay comentarios:

Publicar un comentario