viernes, 24 de agosto de 2012


ACERCA DE LA CUESTIÓN DE DIOS Y OTROS ASUNTOS

Carta a mi amigo Eugenio López-Cortés


Amigo Eugenio:

Coincido absolutamente en todas sus apreciaciones respecto al inmediato futuro que nos aguarda. Desde que murió Francisco Franco, la principal tarea de la clase política advenida, tanto la que procedía del Régimen como la que representaba la oposición democrática a él, se dedicó con vehemencia digna de mejor causa a desmochar todas las instituciones nacionales de las que se valen los Estados contemporáneos para administrar la cosa pública y cohesionar las tendencias separatistas minoritarias larvadas en Cataluña y las provincias vascongadas. Nada quedó a salvo de los nuevos políticos metidos a inquisidores, desde nuestra Historia común al arte de la tauromaquia o de las formidables escuelas de formación profesional (de las mejores del mundo) al Instituto de Cultura Hispánica, ocasionando una fragmentación administrativa que sirvió de terreno abonado para que los grupos mafiosos (mejor palabra no se me ocurre) instalados en las formaciones políticas extendieran y multiplicaran sus redes clientelares en una inflación acelerada muy parecida a las metástasis de las tumoraciones malignas.




Por aquí se colaron en tropel esos “demonios familiares” que tanto temía Franco, y cuya existencia consideramos extinguida todos los que entonces apostábamos por una España similar a las grandes naciones democráticas europeas de nuestro entorno. Nuestra singladura histórica (o histérica, según prefiera) posterior ha dejado bien claro que, como diría un gallego, “las meigas no existen, pero haberlas, haylas”. Ya que no cabe dar marcha atrás a la corriente de la Historia, en España se da la paradoja inaudita de que mientras fuerzas centrípetas impulsan la creación de entes supranacionales, los españoles hemos regresionado a la Edad Media más oscura, antes de que la Corona castellano-aragonesa impulsara y liderara la creación de ese gran Estado Nacional que desde entonces fue España y que durante los siglos XVI y XVII llegó a conformar el Imperio más vasto del planeta. En resumen, que llevamos más de tres décadas remando a contracorriente y eso acaba pagándose. Ya veremos a donde nos conduce la espiral centrifugadora en cuyos torbellinos giramos a una velocidad uniformemente acelerada, cuya traslación económica es el callejón sin salida en el que andamos metidos. Por si fuera poco, hay que tener muy en cuenta que después de la inminente salida de Grecia de la Unión Europea, nuestra nación se convertirá en el agujero negro del euro y en centro de los ataques especulativos contra la moneda común. No alcanzo a vislumbrar cómo saldremos de ésta ni a qué precio, pero dentro de este mismo Blog puede comrobar que desde antes de que terminase el segundo mandato de Rodríguez Zapatero vengo pronosticando lo peor, así que cuando salió reelegido en 2008 comprendí que el proceso autodestructivo español era irreversible. Así aparecerá escrito en los libros de Historia de las generaciones que nos sucedan, si para entonces este acervo de conocimiento no ha sido completamente eliminado a la manera orwelliana.




También estoy de acuerdo en su apreciación de que cualquier posible debate acerca de la cuestión de Dios agradecería una comparecencia personal porque sobre este asunto crucial está casi todo escrito. No obstante, y sin entrar a fondo en el asunto, quiero decirle que el problema de Dios es una cosa y otra bien distinta el concepto de lo sagrado y la problemática derivada de la existencia de las diversas religiones existentes. Desde mi juventud me he interesado por la metafísica y por lo que Bergier y Pauwels denominaron “coincidencias significativas”, que podría condensar en una frase del matemático Henri Poincaré: "El azar es la medida de nuestra ignorancia". Aunque mis opiniones no pueda resumirlas en un breve comentario sin caer en uno de los principales demonios que nos acucian: el reduccionismo masificado y simplón hoy triunfante. Por eso, y muy sintéticamente, puedo decirle que, en mi opinión, la antigua metafísica ha sido validada y hasta desbordada por la Física Cuántica, que ha ensanchado nuestras nociones de la materia y de la naturaleza del Cosmos hasta fronteras insospechadas. La Física, la Astrofísica y la Biología contemporáneas han desbordado el marco referencial de las viejas especulaciones escolásticas para formar una catedral teórica sin apenas columnas o muros de sustentación, toda vidrieras espléndidas por las que penetra a chorro la luz de conceptos que antes eran patrimonio exclusivo de la Teología y visiones del Gran Todo que hasta hace poco estaban reservadas a los místicos, que, dicho sea de paso, siempre fueron un estorbo para las religiones organizadas. Con esto casi se lo he dicho todo.




En segundo lugar, y en un proceso paralelo, también toda la fenomenología relacionada con la existencia de la vida y del complejo mundo de la conciencia ha atravesado y sigue atravesando un fascinante proceso de transformación abierto al Infinito, ese Punto Omega de convergencia del que fue precursor ese insigne jesuita que fue el padre Pierre Teilhard de Chardin, de cuya figura me enamoré (es la mejor palabras que puedo utilizar) desde que a los dieciséis o diecisiete años leí, entre otras, sus dos obras fundamentales: “El fenómeno humano” y “El Medio Divino”.


Pierre Teilhard de Chardin

Debo agregar que sus geniales intuiciones han sido validadas recientemente por un matemático y especialista en Teoría de la Relatividad Global, el profesor Frank J. Tipler, que desde el ateísmo militante ha aterrizado en la certeza de la existencia de un Dios, cuyo Cielo se parece mucho al que describen las religiones existentes, hasta el extremo de que, apoyado en extraordinarias formulaciones matemáticas, es capaz de afirmar sin pestañear que “la Física es una rama de la Teología".










Sus sorprendentes conclusiones aparecen expuestas, con claridad accesible para los que no somos especialistas en Física Matemática, en la parte primera de un libro insólito de título no menos sorprendente: “La física de la inmortalidad. Cosmología contemporánea: Dios y la resurrección de los muertos”, editado en España por Alianza Editorial. Así que, amigo Eugenio, no puedo menos que rogarle encarecidamente que busque este libro y se ponga inmediatamente a leerlo. Estoy seguro que su conocimiento le resultará tan apasionante como me resultó (y me sigue resultando) a mí. Al fin y al cabo, estoy convencido de que, como escribió Ortega y Gasset, “las matemáticas y la poesía tienen la misma raíz”.



Frank J. Tipler

No me resisto a transcribirle el poema de Philip Freneau (considerado por la crítica como el creador de la poesía norteamericana y antecesor del gran Walt Whitman ) que el profesor Tipler pone como introducción a su libro:


Eterno debe ser ese progreso
que la Naturaleza a través de su futuro
decreta para el alma humana;
capaz aún, todavía se mejora
a medida que pasa por los abismos del tiempo,
o transcurren los eones sin fin.

Su conocimiento crece con cada mutación;
mediante la ciencia lo vislumbramos enorme
tanto que nadie lo puede abarcar.
Debe la muerte hacernos pensar en medio
y la Naturaleza proporciona otro escenario
mucho más fabuloso para ser admirado.

Así, desmenuzada o recompuesta,
hacia la perfección tiende la mente
que podrá al fin alcanzar
un nivel más cercano a su Causa Primera
la cual, aunque nunca se retire, lejana
y sin par deberá permanecer.


Sorprendente arranque poético para un libro escrito por un físico y cosmólogo de vanguardia.


Philip Freneau (1752-1832)

Después de lo ya expresado, los casos clínicos de que me habla, y a los que presto mi atención desde hace años, son singularidades que aparecen recogidas y amplificadas rigurosamente en las experiencias científicas de la doctora Elisabeth Kübler-Ross, que permiten confirmar la sospecha ancestral de que existe una vida después de la muerte y sobre cuya singular figura Stefan Haupt realizó un magnífico documental estrenado en España en el año 2007 con el título de “Elisabeth Kübler-Ross: Acompañar a morir.”




Elisabeth Kübler-Ross



Para terminar, y por referirme brevemente al fenómeno de las religiones, quiero apuntarle que la historia de su génesis y desarrollo a lo largo del tiempo me parece explicable sin necesidad alguna de acudir a fundamentaciones sobrenaturales o argumentaciones presuntamente reveladas, es decir, sin salirnos de los ámbitos estudiados perfectamente por la Historia, la Sociología y la Psicología. Aunque no sea muy bueno para encontrar analogías pintorescas, creo que entre la cuestión de Dios y las religiones hay una relación parecida a la existente entre la velocidad a la que giran los electrones en sus órbitas y las señales de tráfico de nuestras calles. Por si le interesa saberlo, mi punto de vista acerca de las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo) queda suficientemente explicitado en mi novela “El fuego de San Telmo”.



Desde que recibí sus preciosas fotos de Toledo engalanada para el Corpus como una novia antigua y supe que iglesias y conventos cerrados normalmente al público abren sus puertas para conmemorar el acontecimiento, confío en que pueda experimentar por mí mismo la maravillosa vivencia que ha de suponer acceder a sus clausuras más secretas, en las que, sin duda alguna, se agazaparán las mejores y más originales esencias de un mundo tan esencial como poco reconocido (y hasta vituperado) en esta España de nuestras culpas en la que la incultura y la desmemoria colectiva han sido fomentadas desde las instancias del poder político. Tampoco dudo que usted y su amigo el poeta D. Félix Torres Murillo, a quien me encantará saludar, serán los mejores introductores que pueda encontrar para acceder a ese universo secreto toledano tan fascinante para mí. Será entonces la mejor ocasión para que conversemos tranquilamente sobre todo lo divino y lo humano, ¿no le parece?


Puerta de los Leones de la Catedral de Toledo

Capilla Mozárabe



Reciba, amigo Eugenio, un gran abrazo.





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