jueves, 25 de abril de 2013



11-M: SAGA-FUGA DEL MAYOR ATENTADO DE NUESTRA HISTORIA


Es cierto que todos somos ignorantes, lo que pasa
es que no todos ignoramos las mismas cosas...

                                                                         Albert Einstein                                        


Estoy de acuerdo con el premio Nobel, Gao Xingjian, cuando diagnostica que la simplificación es la enfermedad más extendida de nuestro tiempo. La peor. Esa manía de simplificar, de reducir. Decir en dos palabras lo que no cabe decir en dos palabras puede llegar a ser el peor de los engaños. Pero, para nuestra desgracia, bien por candidez, bien por ignorancia, bien por necesidad de coherencia (recordemos eso de que "la naturaleza siente horror al vacío") o, incluso por vanidad (Vanitas vanitatis, vanidad de vanidades, dice el Eclesiastés), desde que sucedieron los atentados en los trenes de cercanías de Madrid se han venido sucediendo atribuciones presuntamente indubitadas acerca de la autoría criminal del 11-M, mixtificaciones iluministas que, prolongadas, llevan a instancias supranaturales ajenas a los procedimientos de investigación habituales basados en los principios de causalidad e interpretación lógica usados instrumentalmente en la investigación histórica, que es el marco obvio en donde deben encuadrarse los atentados del 11-M, su antes y su después.

Han pasado ya más de nueve años desde que el 11 de marzo de 2004 nos despertamos con las terribles imágenes de la masacre de los trenes de cercanías de Madrid, que estallaron a hora punta en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia, dejando 191 muertos y cerca de dos mil heridos, muchos de los cuales continúan hoy con secuelas prácticamente irreversibles. No voy a entrar ahora en volver a relatar punto por punto la secuencia de acontecimientos extraordinarios que tuvieron lugar a partir de entonces a una velocidad que nos dejó a todos sin aliento, desde la detención inicial de Jamal Zougam a la explosión del piso de Leganés, para no mencionar las sesiones de la escandalosa parodia en la que se convirtió el juicio de la Casa de Campo y que lanzó al estrellato mediático, rivalizando con el juez Garzón, a Javier Gómez Bermúdez, quien después de ser condecorado por los servicios prestados para que dejara atado y bien atado el tenebroso asunto de la autoría de la masacre, tanto intelectual como material, fue condecorado y recompensado con el ascenso meteórico en su carrera político-judicial.


El juez Javier Gómez Bermúdez


Aún sin cuestionar la investigación policial ni la manipulación del Juicio de la Casa de Campo, es posible ver que los pretendidos hechos probados no sirven para explicar el 11-M. Esto es lo que demostró el abogado José María de Pablo, que ejerció la acusación en nombre de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M. En su libro “La cuarta trama” (editorial Ciudadela), disecciona el vergonzante Sumario elaborado por el juez Juan del Olmo, así como los testimonios y datos obtenidos durante el juicio para concluir que las tres tramas que él distingue -el núcleo de Asturias, el del "Chino" y el del "Tunecino"- no daban para tanto. Su investigación pone de manifiesto que no fueron ellos quienes manipularon la información para orientar a la opinión pública hacia la trama islamista y, por descontado, quienes idearon, planificaron y ejecutaron la masacre. Eso solamente estaba al alcance de otra trama, a la que De Pablo denomina "la cuarta", que tras el tiempo transcurrido sigue siendo para él una incógnita a despejar.

La originalidad y el rigor inatacable de las conclusiones de José María de Pablo se asientan en que todo lo que en su libro cuenta está en el Sumario, respaldado por los informes policiales, por las declaraciones de los testigos ante el juez Del Olmo o durante el Juicio de la Casa de Campo y por los análisis periciales emitidos durante la instrucción de la causa. El autor hizo un impresionante esfuerzo de documentación, indicando en notas a pie de página los documentos y testimonios en que apoya cada una de las afirmaciones que va realizando. Así pues, nadie puede acusarle de no ceñirse escrupulosamente a lo que la propia Justicia ha dado por sentado. Como tampoco nadie puede echarle en cara que haya prestado oídos a ninguna supuesta "teoría de la conspiración", porque cada dato de su libro está extraído de la propia documentación oficial.

El abogado penalista José María de Pablo

Su estudio sirve para concluir que la Versión Oficial no es suficiente para explicar el 11-M. Pero el quid de la cuestión está en que la V.O. no es más que un montaje elaborado (y pactado) para ocultar la verdad. No hubo una cuarta trama, ni una tercera, ni siquiera una segunda, sino una sola y única trama, que no cabe deducir de la V.O. por la sencilla razón de que, precisamente, la V.O. fue elaborada para ocultar la autoría (intelectual y material) de la masacre. ¿Me explico? En cualquier caso, las hemerotecas y las filmaciones del juicio están ahí para todo aquél que tenga deseos de reconstruir punto por punto lo que pasó en la sala, una documentación bien accesible desde la Red, a la que cabe añadir los buenos libros de investigación publicados, algunos magníficamente documentados, sobre la mayor parte de las cuestiones e interrogantes que cada 11 de marzo, con menor profusión conforme pasa el tiempo, se reproducen en los medios de comunicación para rememorar tan macabra efemérides, sin aportar otra cosa que las condolencias oficiales protocolarias o remachar una vez más las mentiras habituales. Así pues, mi intención ahora no es, lo reitero, reconstruir las circunstancias del atentado o los controvertidos sucesos con él relacionados, ni tampoco las variadas interpretaciones enfrentadas que se reproducen cada vez que se alude a este trágico evento. Lo que me he propuesto es más sencillo: dejar constancia en mi blog de algunas de las reflexiones que fui haciendo entre los años 2007 y 2010 acerca de este suceso, de cuya capital importancia para nuestro presente e inmediato futuro estoy absolutamente convencido, tanto que me atrevo a afirmar que, como escribí en uno de mis artículos de estas fechas, el 11-M viene a ser el "tiempo-eje" que señala un punto de inflexión en la Historia de la España contemporánea, cuyas consecuencias últimas todavía somos incapaces de valorar en sus implicaciones totales porque nos falta la distancia imprescindible, circunstancia a la que es preciso añadir un hecho incuestionable: que la masacre de marzo de 2004 se ha convertido en un asunto tabú por el cual es mejor pasar de puntillas.




A pesar de mi anterior consideración y del telón de plomo con el que se ha blindado desde las más altas instancias del Poder todo lo relativo al 11-M, como si se tratara de material radioactivo, creo que al día de hoy disponemos de datos suficientes para afirmar que desde la instauración misma de ese engendro partitocrático que seguimos llamando “democracia”, nuestra historia colectiva es la crónica de una estafa que usurpa el protagonismo al pueblo español en su conjunto, para depositar todos los poderes soberanos de la nación española en las manos de una casta privilegiada que, como en el caso de la Rusia resultante del desguace de la vieja URSS, se ha aprovechado de los privilegiados resortes heredados del régimen anterior para sostenerse en el poder, medrar, enriquecerse y, encima, atontar a las masas con una jerga que pervierte la esencia de la comunicación misma, porque, como en el 1984 orwelliano, ha remodelado el significado de las palabras de nuestro diccionario para construir la neo-lengua, que es la traslación idiomática de lo que es lícito pensar y decir, o sea, ese subproducto consensuado por los grupos asentados en el poder y bendecido como “políticamente correcto”.




Tal vez sea oportuno mencionar ahora que una de las palabras prohibidas, y hasta execradas desde las páginas del diario El País y de otros medios “independientes” cercanos, y no tanto, al PSOE, es la de “conspiración” referida al 11-M, cuando resulta obvio que es la única pertinente según el Diccionario de la RAE: “Conspirar: 1. Aliarse varias personas contra alguien o algo. 2. Concurrir varias cosas para un fin determinado”, estimando como sinónimas “intrigar”, “tramar”, “confabularse”

No es casualidad que todos los sistemas políticos habidos y por haber se destaquen en la elaboración de una lista completa de palabras condenadas y de evidencias prohibidas, en una clara manifestación psico-patológica tendente a excluir esa parte de la realidad que les conviene ocultar para poder ejercer con eficacia su voluntad de controlar y manipular cualquier atisbo de opinión libre u organizada al margen de su tutela. Dicho queda.


Después de transcurridas varias décadas desde la institucionalización del gran montaje político que es el Régimen nacido con la Transición y plasmado en la Constitución de 1978, podemos constatar que, gracias a la conjugación (conjuración) de maniobras internas y externas vertebradas para encaramarse y consolidar su permanencia en la cúspide del poder político (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), del poder económico y del poder mediático (los grandes medios de “comunicación”), hemos llegado, como en aquel dicho de Groucho Marx, “de la nada a la más extrema de las miserias”. España entera es hoy un inmenso Patio de Monipodio en el que no es real lo que parece ser y lo que es real no lo parece. Quiero decir con esto que el cáncer que infecta el tejido institucional se ha extendido a mansalva y sus metástasis aparecen por todas partes, que las causas vienen de lejos y que un análisis pormenorizado de su génesis y desarrollo debería implicar la conjunción esforzada de un amplio equipo multidisciplinar integrado por historiadores, teóricos de la ciencia política, economistas, filósofos, sociólogos, militares, estrategas, expertos en comunicación y hasta psiquiatras.

Usando los miembros que se ha venido utilizando estos años, también puedo decir que el resultado no podía ser distinto a la situación de crisis absoluta del Sistema en el que nos movemos, si es que este verbo puede emplearse para designar la inercia que nos succiona hacia la nada. El desquicio general que hoy prevalece seguiría siendo Babel, tanto con Juan Carlos como rey, con un rey distinto, con una república (presidencialista o no), y hasta sin ese invento atrabiliario de las autonomías, con el que hemos contribuido a poner patas arriba los presupuestos de la teoría política mundial. El mal está arraigado en el fondo mismo de todo lo que se ha construido durante este Régimen y su fracaso más que palpable es el resultado lógico de una irracionalidad general muy bien promocionada que, por otra parte, tiene hondos antecedentes en el devenir hispánico mucho antes del célebre grito antiliberal y de apoyo al absolutismo decimonónico: “¡Vivan las caenas, muera la libertad, viva Fernando…!

"El sueño de la razón produce monstruos". Grabado de Goya


Estos párrafos anteriores quiero que sean introductorios al asunto que quiero tratar, que como he dejado dicho no es otro que el análisis de aspectos muy concretos vinculados al 11-M. Y deseo que en un primer momento lo sean, esencialmente, en un sentido: Que, a mi modo de ver, no era necesaria la masacre de marzo de 2004 para llegar a donde hemos llegado. O dicho más claramente: Que aún sin el 11-M seríamos el mismo pueblo gobernado por una clase política cuyo interés fundamental no es otro que ocupar el poder para beneficiarse de su disfrute per omnia saecula seculorum.

Si la neurastenia cateta y falazmente democrática de las autonomías y la partición del país en reinos de taifas estaba ya en los planes de quienes redactaron la Constitución del 78, cabe preguntarse por qué diablos fue preciso volar por los aires los trenes de cercanías madrileños. En este asunto hay algo demasiado fuerte y sutil que se nos escapa, porque llevamos demasiados años dando vueltas sobre motivaciones criminales dignas de operaciones de ingeniería social cuyos fines inmediatos o futuros deben de ser mucho más importantes que todas las razones que a la mayoría de los analistas se le ha venido ocurriendo para explicar el por qué y el para qué del mayor y más salvaje atentado cometido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Nunca entró en mi cabeza que la razón última del 11-M pudiera estar en cambiar al gobierno del PP por el del PSOE, cuando ambos partidos son las dos caras de una misma moneda, aunque no quepa dudar de que la cúpula del PSOE, apoyada por sus prolongaciones mediáticas, aprovechó la situación con deslealtad absoluta para dar al traste con las previsiones señaladas por las encuestas y producir el vuelco electoral que los encaramó al poder.


Cuando me refiero al 11-M debo aclarar que los atentados comprenden facetas muy diferenciadas de la operación terrorista, que en la que cabe distinguir: 

1) El golpe sangriento o la autoría reversible.
2) El golpe mediático o la manipulación orwelliana.
3) El golpe político o la otra cara del espejo.
4) Las operaciones de eliminación y falsificación de pruebas o la colocación de todas las canicas en el mismo saco.

A raíz de la comisión de los atentados y hasta que acabó el juicio de la Casa de Campo, se han vertido ríos de tinta sobre cada uno de estos apartados, por lo cual ahora no voy a entrar específicamente en cada uno de ellos. Me bastará con decir que todas las partes forman un todo indivisible, ya sea porque unas se apoyan en las otras, o sencillamente, porque sin este ensamblaje totalizador (epistemológico y teleológico a la vez), ninguna se sostiene por sí misma y nos instalamos en un mar de incongruencias fragmentadas e inexplicables, que es lo que se propusieron los autores intelectuales de la masacre.




En el planeamiento del 11-M no hay lugar para odios acumulados ni deseos de venganza desbordados. No se trata de una vendetta siciliana. No nos equivoquemos: se trata de otra cosa. En un golpe de semejante envergadura sólo hay intereses en juego, intereses enormes, grandísimos. Nada más y nada menos. En su planificación se procedió con una frialdad glacial, sabiendo plenamente a lo que se estaba jugando y que, por eso mismo, los riesgos debían  ser minimizados al máximo. Se trataba de no dejar huellas, o que las que quedasen condujeran a conclusiones equivocadas o a callejones sin salida, por inconexos con la gran trama, la trama única, aunque ésta pueda aparecer ante nuestra vista desdoblada en planes o variantes superpuestas.

A mi juicio, la gran improvisación inicial que resulta perceptible a ojos vista está en la mochila de Vallecas, que hubo que montar de prisa y corriendo a causa de que, por los motivos que fuesen, no se produjo la aparición anunciada desde las emisoras de la cadena SER de los terroristas suicidas que condujeran de forma automática a señalar la autoría de Al-Qaeda. También, por eso mismo, echaron mano el mismo día 11 de un hombre ajeno a todo, Jamal Zougam, para reforzar con las imágenes de su detención la autoría islamista, que sirvió para producir la caída del PP, la miserable meta que se propuso el PSOE, una vez que Aznar no pudo sortear las consecuencias de la trampa diabólica en la que se vio atrapado y que acarrearía la pérdida de las elecciones a su partido por escasa mayoría. A partir del vuelco electoral hubo tiempo para preparar, si bien de de forma chapucera, la ocultación de la verdad con el exclusivo fin de no arrastrar en su caída al régimen nacido de la Transición, poniéndose punto final al asunto con los “suicidados” de Leganés, una salida de urgencia para convertir a los autores pactados entre el PP y el PSOE en identidades espectrales y cerrar el caso para siempre jamás. Leganés no fue más que una chapucera operación de Inteligencia, lo que en el argot técnico se denomina "un cierre de expediente".

El edificio de la calle Martín Gaite, en Leganés, después de la explosión

Lo que parece claro es que para completar el programa previsto (atentado/cambio de autoría/ eliminación y falsificación de pruebas) intervinieron bastantes personas, entre las que cabe distinguir la minoría directora que estaba al tanto del guion operativo y la mayoría de los actores policiales que actuaron como les fue ordenado por sus mandos naturales en un proceso que muy bien podríamos considerar automático. En cualquier caso, repito, intervino mucha gente, demasiada, de cuyas declaraciones posteriores en sede judicial no hemos obtenido más que mentiras o verdades a medias, pudiéndose decir, resumidamente, que es falso absolutamente todo lo que nos han contado, desde los explosivos utilizados y su procedencia asturiana hasta la participación o autoría de los magrebíes, elevados por arte de birlibirloque a la categoría de “terroristas de Al-Qaeda”. En la confusa situación generada tras las explosiones de los trenes bastaron unas pocas órdenes directas para encaminar la operación a su fase de encubrimiento. La mayor parte de las "piezas” se movieron en el tablero por propia inercia, según un papel más que previsto. La desventaja es que los peones actuaron de forma inconexa: la mayor parte de ellos no tuvo clara su función (de haber estado informados, muchos no habrían actuado como lo hicieron) de tal modo que en el montaje final aparecen huecos clamorosos, actuaciones chapuceras que no fueron tenidas en cuenta durante el Juicio y hasta contradicciones flagrantes, que fueron utilizadas a posteriori para tapar con improvisada hojarasca las manipulaciones de mayor calibre, las mismas que nos sirven para revelar la estructura completa de la verdadera y arriesgadísima jugada consistente en fabricar la impostura, que constituye la Versión Oficial del 11-M, consagrada en la sentencia del juez Gómez Bermúdez y elevada a dogma de fe por la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles, lo que retrata fielmente la vergonzante calidad informativa que nos ofrecen.




Para concluir que los explosivos utilizados en el 11-M no procedieron de Mina Cochita y que la "trama asturiana" fue un invento añadido para que la operación cuadrara recomiendo visitar la anterior entrada de este blog en la que analicé detenidamente esta cuestión:


Pese a la basura acumulada y a la desmemoria colectiva, no resulta difícil darse cuenta de que la maniobra de ocultación comenzó el mismo jueves 11 de marzo con la todavía hoy inexplicada detención de Jamal Zougam en su locutorio telefónico, un hombre que, como quedó demostrado en las sesiones del Juicio de la Casa de Campo, fue ajeno a todo hasta el extremo de quedar fehacientemente demostrado que no conocía a ninguno de los restantes inculpados con los que que presuntamente se confabuló para realizar los atentados, según dice la V. O. Con su exposición en aquellos momentos decisivos a la picota pública, el primer gran triunfo mediático estaba de su parte. La influyente imagen de Zougam esposado inclinó el fiel de la balanza hacia un atentado terrorista de Al-Qaeda, elaborado a imagen y semejanza de la masacre de Bali, y la culpabilidad del marroquí se convirtió en realidad indubitada. Jamal nunca aceptó haber participado en nada que tuviera que ver con el 11-M y, para colmo, después de su condena supimos que la cómo la Policía tenía datos que confirmaban la coartada de Zougam para la noche anterior al atentado y no los adjuntó al sumario, privando al acusado de un importante medio para su defensa. Del mismo modo se escamotearon inexplicablemente los datos aportados por la gestoría que llevaba las cuentas de la tienda de telefonía del marroquí, por la que pasaron las tarjetas telefónicas usadas en las bombas, según aparece en la investigación policial, aunque con los datos hoy conocidos cabe afirmar que este extremo resulta tan falso como todo lo que tiene que ver con Jamal Zougam.    

Consolidada la autoría islamista, la cúpula de Interior fue desbordada por el curso vertiginoso de las circunstancias. Fue entonces cuando los cerebros del atentado supieron que habían triunfado. La detención de Zougam les sirvió para ganar el tiempo que necesitaban para apuntalar la tramoya que, pasando por Asturias acabaría en la traca fallera de Leganés.


Jamal Zougham, el falso culpable


Si la rápida detención de Zougam sirvió para reforzar la autoría islamista con imágenes profusamente divulgadas por periódicos y televisiones, la inmediata irrupción en la escena del PSOE, desde sus cuarteles de invierno instalados en el grupo PRISA, sirvió para provocar la caída del PP, que es lo que se pretendió con la aparición en el teatrillo improvisado por el  faquír Rubalcaba durante la jornada de reflexión electoral. Inmediatamente después de celebrados los comicios y con los peperos en visible estado de conmoción, dispusieron de tiempo más que sobrado para realizar el atrezzo que acabó en el fin de fiesta de Leganés y  fue rematado, no sin tensiones, en el pacto final entre populares y socialistas para convenir el arreglo que supuso la Versión Oficial. Como dejó escrito el más precoz y lúcido investigador de la masacre, el periodista Fernando Múgica, "al final, unos antes y otros después, todos los cuerpos de seguridad terminaron apoyando una versión en la que cada cual trató de introducir a sus culpables. Fue una batalla sin cuartel, y contra reloj, de fabricación de pruebas, camuflaje de listados de teléfonos y tarjetas y terminales que llegaron a detenciones anticipadas y arbitrarias. No obstante, creo preciso puntualizar que no debe olvidarse algo fundamental: Que los señuelos, las ocultaciones, las mentiras introducidas en la investigación policial y las pruebas falsas que determinaron la atribución islamista de los atentados del 11-M fueron elaboradas mientras que el gobierno de Aznar seguía en el poder, es decir, al mando (al menos teórico) de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, incluyendo los Servicios de Inteligencia, aunque técnicamente estuviera “en funciones” hasta la toma de posesión del gobierno socialista que presidiría Rodríguez Zapatero.


La célebre mochila de Vallecas

Las complejas y encontradas circunstancias que conviene tener en cuenta para entender lo que estaba en juego en aquellos cruciales momentos están perfectamente explicadas por Luis del Pino en su magnífico artículo "El rayo que fulmina", publicado el 11 de marzo de 2005 en Libertad Digital.

Por mucho que se quiera relativizar, resulta evidente que la hecatombe produjo una extraordinaria mutación electoral, que rompió todos los pronósticos difundidos por las encuestas favorables al Partido Popular y condujo en volandas a Rodríguez Zapatero hasta la Moncloa. A esas alturas del guion, los elementos policiales que trabajaron en la fabricación de la bolsa de Vallecas debieron darse cuenta del alcance de cómo habían actuado por obediencia ciega, pero guardaron silencio y apostaron por lo que consideraron más seguro para su protección: la fidelidad a la cadena de mando. La misma disculpa que esgrimieron para su defensa los criminales nazis en el Juicio de Nüremberg: Tan pronto como vieron que la obediencia debida podía representar un peligro para su defensa ante la magnitud de la hecatombe producida, se vieron obligados a asumir su indigno papel de cómplices y encubridores de la masacre. Ganaron en su carrera profesional, aunque perdieron para siempre su honra personal, algo que la Historia acabará reconociendo. De sus nombres y apellidos queda constancia gracias al célebre y valiente alegato "Yo acuso", de Pedro J. Ramírez, que recomiendo volver a ver en el siguiente enlace:

También considero imprescindible dejar constancia explícita de que ninguno de los aludidos se dio por enterado de las graves acusaciones que les dirigió el director de El Mundo. ¿Por qué será...?   




Al aparecer tanta la gente implicada (directa o indirectamente) en el siniestro juego, sería lógico deducir que los riesgos asumidos por los verdaderos autores del 11-M debieron ser elevados, teóricamente al menos, aunque dado el desarrollo posterior de los acontecimientos, sabemos que no fue así, pues el control de la situación estuvo concentrado desde el principio en muy pocas personas. Otro dato a considerar es si los servicios de inteligencia de países extranjeros llegaron a saber ya por aquel entonces lo que aquí había sucedido. En mi opinión, carece de duda a este respecto que las cúpulas gobernantes de Francia, Rusia, Reino Unido, Israel, Marruecos y, por supuestísimo, Estados Unidos antes que nadie, supieron inmediatamente que la Versión Oficial ofrecida por España acerca de quienes prepararon y ejecutaron los atentados y, sobre todo, por qué y para qué fueron cometidos, era radicalmente falsa. Lo que ocurre es que todos los Estados tienen trapos sucios que ocultar y nadie se ocupa en desmentir las “verdades oficiales” de otros países a no ser que afecte directamente a su propia seguridad: “Asuntos internos de España”, sentenciaron, al igual que sucedió cuando el asesinato de Carrero Blanco. Máxime cuando la versión española favorecía y hasta justificaba la invasión de Iraq decretada por Bush para "neutralizar" las bases operativas del terrorismo islamista y recuperar su bajísimo prestigio ante la opinión pública americana en vísperas electorales, aprovechando las circunstancias para reforzar la vigilancia global mediante el espionaje informático y la restricción de libertades individuales, empezando por el propio pueblo norteamericano, así como eliminar cualquier atisbo de presencia rusa en el Oriente Medio con el fin de asegurar el control estadounidense de los inmensos campos petroleros y de gas natural situados en una zona caliente de vital importancia geoestratégica para las comunicaciones entre el Mediterráneo y el Asia Central, la histórica "Ruta de la Seda", pasillo natural para la construcción de oleoductos y gasoductos entre Oriente y Occidente.



De todo lo dicho es posible deducir que la conspiración de silencio que lleva protegiendo los secretos de los atentados de marzo de 2004 es, de alguna manera, global, al menos por la importancia de los poderes encubridores. Así pues, y pese a que la operación de inteligencia que está detrás de la voluntad de abortar cualquier investigación veraz de lo que sucedió, así como de sus antecedentes, su gestación y las motivaciones que determinaron su planeamiento y ejecución en las vísperas de unas elecciones generales sea de exclusiva autoría española, para justificar que la tapadera de silencio no haya estallado es preciso echar mano a la connivencia de otras “inteligencias” que, por sus ámbitos de actuación, son de más allá de nuestras fronteras”. 

Tanto aparato gubernamental, tantas complicidades, tantas resistencias para tapar la verdad no me parece a mí que sea una nueva versión de aquél célebre parto de los montes de donde salió un ratón. Y es que un ratoncito es la fijación que muchos mantuvieron y siguen manteniendo para vincular al cambio de gobierno (PSOE por PP) la causa última y única de la masacre, aunque este cambalache político fuera, como lo fue, la primera y más visible consecuencia de los atentados del 11-M. Aquí hay una desproporción evidente, algo que chirría estrepitosamente. Junto a la falta de información, también me parece ver una gran falta de imaginación para establecer hipótesis válidas que expliquen el motivo o los motivos profundos que decidieron a sus autores la realización del 11-M.


Los cerebros que planearon y decidieron el 11-M siguen sueltos

A los que insisten en la autoría marroquí, les diré, no sin ironía, que la Base de Rota permanezca en Andalucía o caiga bajo el dominio de Marruecos es algo que a los norteamericanos no le quitaría el sueño, siempre que en ella o desde ella se haga lo que el Pentágono ordene, algo que viene sucediendo a escala global desde que acabó la II Guerra Mundial, empezando por resolución de la crisis de Suez y terminando con la Guerra de Iraq o el enfrentamiento que viene asolando la nación siria. Es una manera de decir que hace falta vivir más allá de las Batuecas para imaginar siquiera que Marruecos hubiera podido atreverse por su cuenta y riesgo a planear un atentado terrorista en territorio de la OTAN, en una nación estrecha aliada de Estados Unidos durante el mandato de Aznar. Sobre todo, si tenemos en cuenta que depende de Washington la voluntad de mantener o no la corona alauita sobre la cabeza de Mohamed VI. 

Al referirme a Marruecos, procede mencionar que tras los atentados terroristas de Casablanca, acaecidos el 16 de mayo de 2003, en los círculos bien informados del propio país alauita no cabía duda alguna de que su autoría recaía en los propios servicios secretos marroquíes. Como en el caso del 11-M, resulta muy difícil de explicar cómo un puñado de jóvenes kamikazes procedentes de los suburbios marginales, sin antecedentes penales y sin una organización que los vinculara entre sí de manera fehaciente, pudieran llevar a cabo semejantes acciones en un Estado tan policialmente vigilado, en el que todo el mundo está controlado por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o por algunos de los numerosos servicios secretos que se yuxtaponen entre sí, formando un anillo de seguridad de más que acreditada eficacia.

Policía marroquí


                            Fotos del atentado de Casablanca





El móvil de los atentados de Casablanca fue aparentemente muy parecido al del 11-M: influir en los resultados de unas elecciones inmediatas. En el caso marroquí se trató de las elecciones municipales, las primeras pretendidamente democráticas, que tendrían lugar al mes siguiente de los atentados y en las que, según los cálculos del Gobierno, arrasaría el partido islamista “Justicia y Desarrollo”, al que parte de la prensa francófona atacó inmediatamente acusándolo de querer “argelizar” su islamismo y de alentar un clima favorable para la violencia. Asimismo, la USFP (Unión Socialista de Fuerzas Populares, algo así como la "versión marroquí" del PSOE) consideró que este partido era “moralmente responsable” de los atentados. Bajo estas acusaciones, Justicia y Desarrollo no tuvo más remedio que adoptar un perfil bajo, presentándose a los comicios, tras arduas negociaciones con elementos del Gobierno y de Palacio, en tan solo en el 18% de las circunscripciones electorales.


El silencio de los corderos

Las elecciones municipales, previstas inicialmente para junio, fueron retrasadas a septiembre y hasta se especuló con la posibilidad de que el PJD renunciase a participar en ellas. Finalmente, se aceptó una participación limitada de este partido, que estuvo totalmente ausente en ciudades como Tánger, donde era la primera fuerza política, o Agadir. Tampoco se presentó en las zonas rurales, concentrándose en ciudades de tamaño medio, como Mequinez, Tetuán, Salé o Alcazarquivir, en las que, pese a todo, resultó la formación más votada. En las grandes ciudades, como Rabat o Casablanca, participó de forma parcial. En esta última, la mayor ciudad del país y su capital económica, ganó en los ocho (de un total de 16) distritos electorales en los que se presentó. De esta forzada manera se evitó que la marea islamista arrasara en las elecciones, lo que habría provocado su anulación, con los consiguientes disturbios en las calles, como ya había sucedido en su vecina Argelia.

Las dudas y sospechas acerca de la verdadera autoría y finalidad de los atentados de Casablanca encontraron reflejo en medios muy próximos a la realidad marroquí, aunque el asunto se tapó tan torpe y apresuradamente como sucedió al año siguiente con los atentados en los trenes de cercanía madrileños.

También personalidades relevantes españolas que nada tienen que ver con la caricatura que de los "conspiranoicos" ha venido haciendo El País, han manifestado su radical incredulidad respecto a la "versión oficial" del 11-M. Es el caso del que fuera Coordinador General de Izquierda Unida, Julio Anguita, quien en varias ocasiones ha afirmado públicamente su convicción de que los atentados de Madrid no fueron cometidos por ETA ni por Al-Qaeda y lanzado acusaciones nada veladas hacia el comportamiento de las cloacas del Estado: 



Julio Anguita

¿Sirvieron los atentados de Casablanca como modelo o inspiración para diseñar una operación semejante en España? La pregunta quedará flotando en el aire, porque la respuesta es difícil. Pero algo puede añadirse a este inquietante panorama. Es cosa sabida que, desde los tiempos de Carrero Blanco, los servicios secretos españoles operan en Marruecos con una eficacia solo superada por los franceses. También es cierto que, a la inversa, los servicios secretos marroquíes tienen en España su campo de actuación preferencial, después de Francia. Tampoco cabe desconocer que ambos servicios secretos mantienen importantes vinculaciones y que se prestan favores entre sí cuando tal cosa conviene a los grupos de poder que detentan su control.




No resulta demasiado arriesgado pensar que si los servicios secretos españoles detectaron lo que de verdad se escondía tras los atentados de Casablanca y el Gobierno decidió silenciar el asunto, los servicios secretos marroquíes callaran ante el 11-M y que hasta prestaran su colaboración activa para que los beneficiados del 11-M, que consiguieron apartar del Ejecutivo al partido del odiado Aznar, montara su trama falsamente islamista entre ciudadanos marroquíes residentes en España, cuyos integrantes eran, en su mayor parte, confidentes policiales o elementos controlados por las policías y los servicios secretos tanto marroquíes como españoles.

Desde esta perspectiva, no resulta descabellado pensar que las operaciones de encubrimiento de los atentados de Casablanca y Madrid fuesen el resultado de sendos acuerdos de colaboración "aconsejados" por una instancia superior con prolongaciones bien implantadas en los servicios de inteligencia y en las cloacas secretas de ambos países... ¡Esto explicaría tantas cosas...!




Dos consideraciones llamativas deben destacarse en los atentados de Casablanca que se repetirían diez meses después en el 11-M: 1ª) La presunta autoría material de unos moritos “pelanas” no pertenecientes a grupo terrorista alguno y 2ª) La falta de reivindicación de la autoría y sus motivaciones, que, como sabemos, son constantes en todos los atentados perpetrados por el terrorismo islamista. Cosa bien lógica, por otra parte. Si los islamistas no rentabilizan sus acciones para intimidar o extorsionar en nombre de su causa, ¿de qué valdrían?, ¿cuál sería su sentido y su utilidad...?

Por otro lado, ¿acaso no es sorprendente el absoluto silencio que guardaron las instancias oficiales de Marruecos ante las acusaciones tan torpemente montadas que pesaron sobre sus ciudadanos, presentados como autores de una acción criminal tan universalmente repudiable como fue el 11-M? ¿Cómo explicar que no hubiera ni un sólo artículo en la prensa marroquí que defendiera la inocencia de los inculpados o que aludiera a la falsedad de las pruebas inculpatorias? ¿Ni un sólo comentario que pusiera en duda la versión oficial española que colocó a Marruecos en el primer frente del terrorismo islámico europeo? Raro, muy raro, por no decir inimaginable. A no ser que hubiera un pacto de silencio de por medio, el mismo que pudo haber por parte española respecto a la autoría de los atentados de Casablanca. Aquí hay demasiadas cosas que no cuadran, o que cuadran demasiado bien, según se mire.

A este respecto, y como colofón, viene a mi memoria la catarata de condecoraciones españolas que Rodríguez Zapatero derramó sobre las autoridades gubernativas de Marruecos al poquísimo tiempo de instalarse como Presidente del Gobierno. Entre los elegidos estaban altos mandos de la policía y de los servicios secretos, entre ellos el general Hamidou Laanigri, jefe de la Seguridad Nacional, de truculenta reputación. ¿Simple prodigalidad o pago a servicios prestados? Espinosa cuestión, sin duda, que Zapatero ya nunca despejará.


El gran "estadista" José Luis Rodríguez Zapatero

Otra analogía entre ambos atentados es que desde el primer momento, el general Laanigri vinculó Al-Qaeda a los atentados de Casablanca, al igual que lo hizo la V.O. del 11-M, que en el Juicio de la Casa de Campo defendió contra viento y marea la fiscal Olga Sánchez hasta el último momento, atribución gratuita que ni siquiera fue recogida en la sentencia por falta de la más elemental apoyatura, lo que no le impidió a la fiscal arremeter durante la celebración del proceso contra los escasos periodistas que pusieron en duda sus tozudas e indemostrables afirmaciones. 



La fiscal Olga Sánchez

En la misma línea, el general Laanigri no tuvo empacho en declarar que las acciones terroristas de Casablanca y Madrid tenían objetivos distintos: "Madrid forma parte de una estrategia de lucha contra la presencia norteamericana en Irak. Casablanca es un castigo a Marruecos por su alianza con Occidente en la lucha contra el terrorismo internacional". Así que todo quedaba en su sitio, las autorías y causas de ambos atentados aparecían explicadas y todos contentos y dispuestos a pasar página. 

Servicio de Inteligencia de Marruecos


Del examen objetivo de los hechos acaecidos y divulgados durante el Juicio de la Casa de Campo cabe deducir que para la colocación de las bombas en los trenes madrileños, los cerebros del atentado no podían depender de los moritos, "pelanas", o como queramos llamarlos, que fueron imputados y cuya impericia en el conocimiento y manipulación de explosivos resultó suficientemente acreditada durante el proceso. El único papel al que fueron destinados fue el de servir como cortafuegos a cualquier investigación ulterior y, como los islamistas fantasmales que estallaron en el piso de Leganés, convertirse en chivos expiatorios últimos, por la sencilla razón de que los muertos no hablan. Tampoco cabe pensar que fueran utilizados terroristas de ETA para llevar a cabo los atentados: es más que sabido que la organización criminal juega su propia partida y, sobre todo, ¿cómo asegurarse de que los terroristas callarían su participación en los hechos? Los cerebros del 11-M necesitaron para la realización de la masacre gente con nervios de acero, especialmente adiestrada en el manejo de explosivos y absolutamente desconocida en el mundo del hampa español, lleno de infiltrados y confidentes a sueldo.



Aunque no creo que sea el caso, hasta cabría pensar en especialistas cualificados procedentes de cuerpos militares, policiales o parapoliciales de algún país de la Europa del Este (búlgaros, croatas, albano-kosovares...) y que entones, al igual que hoy, se podían encontrar en los mercados internacionales de la criminalidad terrorista. Antecedentes no faltan: asesinos a sueldo ya fueron reclutados en las cloacas de Marsella por agentes secretos españoles para utilizarlos en algunos de los asesinatos selectivos cometidos por los GAL. Entonces dieron buen resultado y no había razones para pensar que en los atentados del 11-M las cosas pudieran ser distintas. Sacarlos del país acto seguido de cometerse la masacre no era un operativo que ofreciera especiales complicaciones. No obstante, y por razones de estricta seguridad y operatividad, considero más lógico la utilización de algún comando de élite especialmente entrenado para realizar operaciones de sabotaje, cuya rápida evacuación sin dejar rastros estuvo tan programada como los atentados mismos, sobre todo si el plan terrorista contaba con ciertas complicidades exteriores, tal como el posterior desarrollo de los hechos parece indicar.    

En cualquier caso, resulta evidente que, como muy gráficamente dijo Aznar en la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados, los que planificaron y escogieron precisamente esa fecha para cometer los atentados de los trenes “no andan en montañas lejanas ni en desiertos remotos". Los mismos que sueltos siguen, un "detalle" aterrador y que demuestra para quien quiera verlo que desde el 11-M los españoles vivimos en un régimen de democracia vigilada.  




Cuando revisamos la intervención de Aznar ante la Comisión de Investigación parlamentaria hasta el mejor intencionado no puede evitar un cierto desconcierto, ya que de sus palabras se deduce que por aquel entonces no parece tener (¿o representó un papel obligado?) una comprensión exacta de lo que realmente había pasado, dando por válida la trama asturiana de los explosivos y hasta la intervención en el 11-M de islamistas y/o etarras, algo que resulta imposible de creer. Por eso cabe preguntarse si seguía sintiéndose amenazado y por quiénes: ¿Acaso por los que ya lo habían intentado anteriormente?, ¿por los mismos que planearon el 11-M o por los que urdieron las mentiras que apuntaron hacia ambas autorías para decantarse finalmente por la participación de los moritos de la calle Virgen del Coro, de Morata de Tajuña y de Leganés? ¿No sabía entonces que había tenido al enemigo en casa? ¿Si no, cómo se explica que el CNI atribuyera el atentado a ETA para esfumarse de la escena  inmediatamente después de que, gracias a la falsa mochila de Vallecas, virara la autoría hacia los islamistas?


Escudo del CNI

Ya con las primeras noticias de la masacre, Aznar debió darse cuenta de que alguien se la había jugado y que la matanza se lo llevaría inevitablemente por delante. Quien la ordenó -pensaría él- no lo hizo para reforzar a nadie y menos a él. Una masacre así deja a un Gobierno entero a los pies de quienes la han cometido, los cuales sutilmente amenazan y hasta atenazan: "quienes han hecho esto serán capaces de cualquier cosa", pensaría Aznar. Por eso mismo su Gobierno quedó en estado catatónico, a la espera de que las investigaciones progresaran, aunque permitió que su ministro del Interior, Acebes, cometiera la imperdonable estupidez de comparecer ante los medios para ir dando cuenta del estado de las conducidas investigaciones, algo que los ingleses no hicieron cuando los atentados de Londres, ni más recientemente los norteamericanos con ocasión del atentado de Boston. Desde luego, los autores sabían que Aznar no podría decantarse claramente por la autoría islamista sin que el Partido Popular perdiera las elecciones, tal como sucedió. De ese modo fue puesto contra la espada y la pared y a remolque de sus adversarios del PSOE, que contaba suficientes elementos afines dentro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como para conseguir que el Gobierno quedara noqueado cuando llegó el momento decisivo, tal como había sucedido con ocasión del naufragio del Prestige, un antecedente muy tenido en cuenta, tal como quedó evidenciado cuando el socialista Antonio Miguel Carmona dijo aquello de que las elecciones de 2002 las iba a ganar el PSOE en Madrid porque “estamos sobrados de votos y si hace falta, hundimos otro Prestige”. 

La verdad subyacente a este lapsus freudiano de Carmona es la confesión de que el accidente del petrolero Prestige fue la primera victoria política que se cobraron los socialistas en aquellos años de mayoría absoluta del PP, a pesar de que sus palabras costaron al fatuo Carmona la dimisión de su escaño en la Asamblea de Madrid, entre balbucientes disculpas, no por haber mentido, sino por haber dicho la verdad en unos términos intolerables. Sobra decir que el "segundo Prestige" fue la masacre de los trenes de la muerte. Espero que la Historia no lo olvide, al menos cuando se escriba pasados los años y nuestra realidad nacional no esté tan inexorablemente sometida a la leyes de "corrección política" que nos han impuesto a través de decretos-leyes y propaganda presentada como información. Si es que no seguimos avanzando hacia un mundo sometido a la manera orwelliana, que es lo que personalmente creo.



Naufragio del petrolero "Prestige"

Considero interesante destacar que, en el orden geoestratégico global, al que, según yo veo, debe adscribirse el 11-M a causa de la posición de España en el mundo occidental, nuestros políticos locales son personajillos, entes casi ectoplásmicos que no llegan ni al nivel de comparsas en la escena internacional. Por eso, es preciso concluir que no todas las implicaciones del 11-M son asuntos privativamente españoles, cosa que se evidencia en el silencio de los servicios secretos de terceros países, de Interpol o de la misma OTAN para no desenmascarar la impostura de la Versión Oficial de los atentados, así como para no indagar en el vital asunto del explosivo utilizado. Se repitió entonces y se sigue repitiendo todavía, como si fuera un mantra sagrado, que de saber el tipo de explosivo utilizado se deduciría quienes eran los autores, como si la inmensa cantidad de explosivos existentes en el mercado de las armas llevasen una tarjeta de visita para su adscripción unívoca, como la que colocaron en la falsa mochila de Vallecas. De este modo, se insistió hasta la saciedad en conceder validez a las ecuaciones Titadyne= ETA, Goma 2 Eco = terrorismo islamista, maniobra de perversa inteligencia donde las haya, porque sirvió para que nadie cayera entonces en la cuenta de un hecho esencial: Que la identidad de los explosivos fue ocultada desde un principio para poder colocar las pruebas falsas que sirvieron para desviar la atención de la verdadera autoría de los atentados, encerrada en la falsa disyuntiva marcada por ETA y el terrorismo islamita. Lo cual implica necesariamente que los autores intelectuales contaban con elementos de suficiente capacidad decisoria sujetos a su obediencia dentro de la estructura del Estado como para estar seguros de actuar con suficientes garantías de impunidad. De ahí la necesidad de las tramas superpuestas que sirvieran de cortafuegos para poder llegar a la autoría intelectual de la masacre. 

Es decir, que el atentado fue planificado para jugar desde el principio con la autoría reversible o a dos bandas, ETA e islamistas, para la cual se requerían sendos tipos de explosivos, que correspondieran a cada una de las dos opciones con las que embaucar a la opinión pública: goma-2 ECO y titadyne. Dos magníficas cortinas de humo casi tan impenetrables como si hubieran sido de acero y que impidieron, de hecho, que nadie buscara inmediatamente la posibilidad de que se hubiera usado un tercer tipo de explosivo que rompiera las falsas dualidades interesadas y tan artificialmente establecidas.

La consecuencia más directa e importante de “la autoría reversible” fue que, pasara lo que pasara, siempre podrían acusar al Gobierno de haber mentido con el cambio de la autoría. De este modo, todo quedó atado y bien atado por la simple razón de que la operación estaba diseñada para que no pudiera fallar. La cuestión de la autoría era un comodín adaptable a cualquier posible jugada contraria o imprevisto avatar.




Lo mismo que cualesquiera de estas dos opciones de la autoría reversible son resultado de un montaje fabricado para ocultar la verdad, con los "explosivos reversibles" sucede otro tanto: ambos fueron utilizados para oscurecer desde el inicio las claves de la investigación y ocultar el rastro del verdadero explosivo empleado para volar los trenes, que no a buen seguro no fue goma-2 ECO ni titadyne, sino un tercer explosivo mucho más dañino todavía, con el fin de que la cantidad requerida para causar la devastación deseada fuese menor, su transporte resultara más fácil y su colocación mucho más segura que esas mochilas viajeras en manos de gente inexperta. Para oscurecer más la cosa, después de hacer desaparecer de un día para otro, como por arte de magia, los vagones de los trenes de cercanías afectados por las explosiones, las mínimas pruebas utilizadas por los peritos terminaron siendo lavadas en acetona y el guiso resultante espolvoreado con metenamina: una barrera definitiva para a acceder a la determinación exacta del explosivo verdaderamente utilizado. No es ocioso recordar que ni siquiera en la sentencia final del Juicio aparezca señalado de forma inequívoca el explosivo usado, pese a los ímprobos y llamativos esfuerzos realizados por la fiscal Olga Sánchez.  

A estas alturas, y por lo que sabemos, del estudio de los fotografías existentes de los focos de explosión y de las primeras declaraciones de los especialistas, coincidentes con las de los testigos presenciales y los impactos producidos en los vagones, todo apunta a que se emplearon artefactos mucho más manejables que los transportados en unas mochilas, posiblemente semtex o algo muy parecido. Este explosivo es moldeable, inodoro, fácil de usar, estable durante muchos años, muy apto para ser combinado con otros explosivos y sus cargas son fáciles de armar, estabilizar y detonar.




El empleo de semtex explicaría el misterio de la profanación y posterior quema del cadáver del GEO Torrenteras: con su exhumación hubieran podido analizarse sus restos orgánicos para determinar con qué tipo de explosivo fueron volados los islamistas de Leganés, lo que hubiera supuesto un insalvable contratiempo para el montaje de la mochila de Vallecas y, sobre todo, para hacerlo coincidir con el explosivo utlizado en la voladura del piso de la calle Martín Gaite. A mayor abundamiento, cuando llegaron al lugar del atentado los primeros TEDAX y observaron los efectos de las explosiones, su primera impresión fue que lo que había estallado era un alto explosivo militar, C3 o C4, que lo hace a unos 8300 m/sg, o, muy probablemente, semtex, que lo hace a 9000 m/sg.

Del estudio de los miles de folios que constituyen las actas del Juicio de la Casa de Campo, podemos deducir sin lugar a dudas quienes no fueron los ejecutores materiales de la masacre del 11- M, desde la base de que disponemos de pruebas irrefutables para saber, con nombres y apellidos, que miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado mintieron totalmente o dijeron verdades a medias que sirvieron para encubrir a los verdaderos autores de los crímenes, con la presunta comisión de graves y continuados delitos. En las actas del Juicio también consta que estos policías –y algún guardia civil- ocultaron responsabilidades de compañeros suyos de los aparatos de seguridad e inteligencia del Estado y que su actuación tuvo que hacerse necesariamente con la cobertura de una autoridad superior. Resulta comprensible que esta realidad produzca tal vértigo que la inmensa mayoría prefiera cerrar los ojos y haya decidido pasar página, refugiándose en la ficción del “no sabemos quién ha sido”. Pero eso no evita que el monstruo siga ahí, como el dinosaurio del minicuento de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”


Lo que era una evidencia, desde el punto de vista lógico se vio confirmado por la posterior e inexplicable singladura política del Gobierno de Rajoy, ya que las decisiones de Zapatero siempre fueron fácilmente previsibles. Me refiero, por ejemplo, a la prisa de Rajoy para adscribir el CNI,  inmediatamente después de tomar posesión de su cargo, al Ministerio de Presidencia, anulando su dependencia del de Defensa.  Es de conocimiento público que el rey Juan Carlos venía nombrando, de hecho, al Ministro de Defensa, con lo que indirectamente ejercía un buen control del CNI. También es asunto de permanente comentario que en alguna estación de su misterioso viaje a México de 2008, Rajoy expresó su consentimiento para no modificar el statu quo existente durante la etapa anterior del gobierno socialista, vinculando así su carrera política a posturas contrarias a las que rl Partido Popular venía defendiendo en asuntos tan claves como el Estado de las Autonomías, sobre todo, respecto a las del País Vasco y Cataluña, cuyas derivas no es momento de analizar ahora. Con su cambio de actitud, Rajoy habría recibido la garantía de acceder al poder sin sobresaltos parecidos al 11-M, lo que también conllevaría el entierro definitivo de cualquier investigación de los atentados de Madrid y el reconocimiento político de los nuevos representantes putativos de ETA, una novedad exigida para sepultar definitivamente las huellas del soberbio desmarque que caracterizó la presidencia de Aznar y que determinó el trágico final de su segundo y último mandato con una lección inolvidable. 




Pertenece a esta saga que Rajoy, una vez alcanzada la presidencia del Gobierno, aseguradas las garantías tendentes a evitar el montaje de otro 11-M y traspasadas a sus manos las riendas últimas de los servicios de espionaje, completara la operación con los cambios efectuados en la cúpula policial hechos por Cosidó. Parece evidente que las posteriores actuaciones de Rajoy, que tanto han desencantado a los votantes del PP eran inevitables, sobre todo, sellar cualquier posible investigación capaz de arrojar nueva luz a la autoría intelectual del 11-M, ya que, de revelarse las acciones llevadas a cabo desde las cloacas del sistema, parece verosímil que el Régimen entero habría podido desplomarse, llevándose por delante al PSOE y al Partido Popular juntos. Casi sobra decir que a todas luces parece imposible que el actual Presidente del Gobierno no esté informado de las tramas negras que están detrás del mayor atentado de nuestra historia, máxime habiendo sido Rajoy ministro de Interior.  

El Régimen nacido de la Transición no es solamente del PP, del PSOE y de los nacionalistas: su especificidad, muy anterior a la masacre de 2004, viene dada por la vertebración en su cúspide de la estructura de poder heredada del franquismo y que integra el poder económico –grandes banqueros y empresarios-,  al grupo PRISA –ahora en horas bajas- como puntal de los medios de comunicación, y a las autonomías como garantes del reparto de poder exigido por la numerosa clase dirigente que administra el clientelismo parasitario de nuestro sistema político-administrativo. En su seno, las “cloacas” del régimen no son más que el grupo operativo que se requiere para ejecutar los trabajos sucios que resulten necesarios. Pero de esto no cabe deducir, como hacen algunos, que el 11-M se organizara desde los aledaños del PSOE o del Partido Popular. Cosa bien distinta es que ambos estén de acuerdo en que nunca vuelvan a removerse las todavía humeantes cenizas del 11-M. 




Los altos poderes del reino de las cloacas no podemos incluirlos en ninguna categoría formalmente establecida, sino que operativamente gozan de suficiente autonomía para constituir un poder en las sombras, cuya existencia es raras veces demostrable, porque utilizan todos los recursos de que disponen para pasar desapercibidos o hacerse visibles, según convenga. Entre otras cosas, son especialistas en la información/desinformación, para la que reciben un adiestramiento permanente con las técnicas operativas más sofisticadas. Ahí radica su poder para la extorsión y para procurarse complicidades que, de otra forma, no podrían conseguir. Otra de sus especialidades está en la fabricación de pruebas falsas para todo lo que les exija el guion, que en este mundo se denomina “el Juego”.
Sin tener en cuenta los hilos que operan desde el “mundo subterráneo” no resulta posible explicar casi nada de lo acontecido en nuestro país desde el asesinato de Carrero Blanco. Las novelas ─documentadísimas─ de John Le Carré o Frederick Forsayth y muchas películas, como “El buen pastor” pongamos por caso, muestran la terrible realidad de que existen otros poderes de obediencias no bien definidas, por no decir de imposible identificación, por encima de los personajes que aparentemente nos gobiernan. Algo que ya observó el gran Goethe cuando escribió: "Hay épocas significativas de las que sabemos muy poco, situaciones cuya importancia solamente se nos hace manifiesta por sus consecuencias. El tiempo que transcurre con las semillas bajo tierra es esencial en la vida de las plantas". 

No quiero concluir esta larga entrada sin dejar constancia de una convicción personal: que todas las verdades que se ocultan terminan por volverse venenosas. Algo que, según veo, la deriva política española viene demostrando desde los atentados del 11 de marzo de 2004.