miércoles, 16 de octubre de 2013

         
           Otra vez en mi tierra, en mi mar, en mi playa...



Por eso hoy, mar
con el polvo de la tierra en mis hombros
impregnado todavía del efímero deseo apagado del hombre
heme aquí, luz eterna
vasto mar sin cansancio, rosa del mundo ardiente.
Heme aquí frente a ti, mar, todavía...”

                                                               Vicente Aleixandre










Llegué hace cuatro días de mi peregrinación por el País del Arte y el tiempo ha transcurrido perezoso e inasible porque me he sentido bastante desnortado. Las muchas jornadas en las que me he levantado ya programado y, como quien dice, con el piloto automático conectado para recorrer las rutas e itinerarios previstos, han motivado que cuando me he visto de sopetón con las horas abiertas de par en par sintiera una desazón difícil de explicar. Pero ha bastado que hoy decidiera darme un largo chapuzón en mi mar de todos los días del año para sentirme nuevamente en mi ser, en mi tierra, en mi playa...

La proximidad de las cosas y su disfrute hace que algunas veces las veamos desenfocadas o injustamente valoradas, pero a mí me han bastado cuatro días para reconocer el paraíso en el que tengo la fortuna de vivir y que no cambiaría por ningún otro lugar en este mundo. Ni siquiera de mi querida Italia. Y es que no creo que exista en parte alguna otro enclave más apto para el disfrute de la vida que este pedazo privilegiado de costa que va desde Torremolinos hasta Marbella o Estepona y que representa el corazón mismo de la Costa del Sol. 







Ha bastado la caricia en la piel mojada de un sol atenuado por la brisa marina y el leve chapaleo de unas olas más lacustres que marinas para sentir en cada poro de mi cuerpo que el mar otoñal es el más dulce y acorde con la largueza de los años vividos. Y también, todo hay que decirlo, constatar una vez más que la relación calidad/precio en esta franja costera es absolutamente única, acostumbrado, tal como he llegado, a los exorbitantes precios de la hostelería y de la restauración italianas. Para que me crean mi familia y mis amigos de Roma, ya que para muestra con un botón basta, dejo el testimonio fotográfico de mi almuerzo de hoy en una hermosa terraza de Torremolinos, junto al paseo Marítimo de La Carihuela: de entrada, aceitunas aliñadas de la tierra acompañadas de un tajada de pescada recién frita (obsequio de la casa), ensalada con atún y aguacate (ahora es su tiempo), wok de verduras con pollo y arroz, mollete recién horneado, botellín de cerveza y, como postre, un café expreso tan excelente como los italianos, ¡y todo por 9 euros! ¿Que no lo creen? Vengan y compruébenlo...





De lo demás prefiero no hablar. Ya pueden figurarse a qué cosas me refiero. Ahora me siento absolutamente incapaz de comprender que un país entero, un gran país como lo es España, pueda vivir tanto tiempo pendiente de los delirios psicóticos de un enajenado mental, como es el que preside la Generalidad, y de su siniestra pandilla, sin otras pretensiones que las de enfrentar a los españoles y conducir a Cataluña a un desastre si no aparece quien lo impida a tiempo. No soporto más a Mas, ni a la repetición de su puñetero nombre en cada boletín de noticias, en cada debate político, en cada telediario. Tampoco a Rajoy. Malditos sean el uno y el otro. El primero por lo que hace y el segundo por lo que no hace y debiera hacer.

De mis vivencias italianas ya hablaré en las próximas entradas de este Blog. Necesito un poco de tiempo para gozar del dolce far niente...

Un saludo muy cordial a todos mis amigos de aquí y de allá.


















     Todas las fotos han sido tomadas hoy en la playa de La Carihuela, 
Torremolinos (Málaga) 

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