jueves, 28 de noviembre de 2013

            EL 11-M Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA

      3. Red internacional de de mentiras

                                              Una mentira repetida adecuadamente
                                         mil veces se convierte en una verdad.

                                                                            Joseph Goebbels



No fue preciso que transcurriera mucho tiempo desde los atentados del 11-M o de la voladura del piso de Leganés, en donde se inmolaron los presuntos terroristas autores de la masacre, según aparecía en las investigaciones policiales realizadas hasta entonces, para que comenzaran a estallar las flagrantes incongruencias y contradicciones que presentaba el sumario elaborado por el juez Juan del Olmo siguiendo la versión oficial de la policía, de tal suerte que pronto quedó en evidencia la inmensa impostura con la que elementos muy cualificados pertenecientes a las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado conspiraban abiertamente para sustraer a la justicia y a la opinión pública la identificación de la verdadera trama que ejecutó la masacre, así como el núcleo duro desde donde se planeó y decidió la comisión en Madrid del mayor atentado realizado nunca en territorio europeo. No son elementos sin identificar los que se implicaron en la ocultación y falsificación de pruebas, sino responsables policiales con nombres y apellidos que fueron públicamente señalados por Pedro J. Ramírez, director del periódico El Mundo, en junio de 2009, aunque su denuncia quedó en pólvora mojada, pues, después del orquestado revuelo mediático, los afectados ni se dieron por aludidos.


Acusaciones con nombres y apellidos:

El primero que utilizó la piqueta para demoler la tan inconsistente tramoya fue Fernando Múgica, un licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y veterano periodista de investigación que antes de ser redactor jefe del diario El Mundo, había recorrido como reportero los escenarios de las principales guerras, revoluciones y debacles del último cuarto del siglo XX. Su primer artículo de la serie ”Los agujeros negros del 11-M” fue publicado el día 18 de abril con el título ”Una versión policial llena de incongruencias” causó un enorme impacto y críticas feroces por parte de los que apostaron desde los primeros momentos por tragarse entera la versión oficial elaborada por la policía, entre los que destacaron la Cadena SER y el diario El País, del grupo Prisa, con la eficaz colaboración de los diarios ABC y La Razón, y el silencio o el desdén, con contadas excepciones, de los restantes medios de comunicación. En la voluntad de obstruir cualquier investigación independiente del 11-M no jugó la disyuntiva "izquierdas" y "derechas" con la que en España se zanja de manera expeditiva cualquier debate o discrepancia: de forma harto asombrosa, tirios y troyanos estuvieron de acuerdo en que la autoría islamista de la masacre era mejor no cuestionarla. Más adelante, Múgica corrigió parte de sus conclusiones iniciales en un programa televisado en el sentido de diferenciar la autoria del 11-M con la trama policialque fabricó las pruebas falsas sobre las que se montó apresuradamente una versión oficial de los atentados lo suficientemente confusa y contradictoria como para distraer durante mucho tiempo la capacidad analítica de cualquier investigador independiente. Las palabras del terrorista italiano Delle Chiae, vinculado a la trama Gladio, cobran un nuevo y siniestro valor aplicadas a la masacre de Madrid: “Hubo atentados. Eso es un hecho. Los servicios secretos enmascararon las pistas. Eso es otro hecho.” 

En este sentido, es revelador que a los pocos días de la masacre, el periódico berlinés Junge Welt, descartando a ETA y a los integristas islámicos, apuntara a la “estrategia de la tensión” conocida ya en Italia en los años 60 y 70 como principal referencia para desvelar la autoría del 11-M. Conclusión bien distinta a la red de mentiras que, a modo de explicación, logró eco mediático en los medios informativos españoles: la solidez de la versión policial y judicial se asemejaba a la de un castillo de naipes sobre el que nadie se atrevía a soplar. Resulta especialmente esclarecedor lo que Fernando Múgica contó acerca de Rubalcaba (entonces miembro del grupo socialista del Congreso y después ministro del Interior con Rodríguez Zapatero ), quien dirigiéndose a sus íntimos llegó a decir que no había que preocuparse por las informaciones sobre el 11-M “porque la mayoría de la gente no sabe distinguir entre la multitud de asturianos y moros relacionados con los atentados”.


El periodista Fernando Múgica

Hasta septiembre de 2006, en que apareció el último, Múgica publicó en El Mundo treinta y cuatro artículos de su serie sobre 11-M con periodicidad desigual. Aunque le llevó mucho tiempo, el periodista pudo demostrar que la trama asturiana era un montaje policial en la que todos los eslabones de la cadena eran policías o confidentes monitorizados, controlados y dirigidos por el inspector encargado de la lucha antidroga de la comisaría de Avilés, Manuel García Rodríguez, alias Manolón. No fue poca cosa concluir que el principal puntal que sostenía la versión oficial era un burdo montaje, sobre todo porque el juez Juan del Olmo, instructor de la investigación, se dejó llevar dócilmente por el camino que le fueron marcando los medios policiales, para los que la procedencia asturiana de los explosivos utilizados para cometer los atentados aparecía como probada, algo que durante la celebración del juicio de la Casa de Campo fue demostrando su inconsistencia y revelándose como una mal trabada impostura que, pese a todo, fue sostenida por la Fiscalía del Estado contra viento y marea. Pero Múgica descubrió cosas mucho más peligrosas y llegó a conclusiones impublicables, prolongaciones naturales de agujeros negros a los que sí se refirió y que le convirtieron en “el hombre que sabía demasiado”.



Las contradicciones y lagunas existentes en el sumario elaborado por Del Olmo son tantas y tan flagrantes que resulta imposible construir un relato de los hechos mínimamente sólido sin entrar a cuestionar esa versión oficial. Ninguno, del medio centenar largo de pequeños delincuentes del mundo de la droga a quienes se detuvo para entretener al juez, pudo ser condenado por algo que tuviera relación con los atentados.

Soy una víctima de un golpe de Estado que se ha tratado de encubrir detrás de las responsabilidades de un grupo de musulmanes y de los confidentes, cuando estaba todo perfectamente controlado por los Cuerpos de Seguridad. Existen complicidades que el juez no está dispuesto a descubrir; si no, deberían estar detenidos o imputados agentes de varios Cuerpos de Seguridad”. Esta es la tremenda acusación que Múgica incluye en la entrega final (“Quiero contar todo lo que sé antes de que me maten”) de su serie “Los agujeros negros del 11-M”, formulada por uno de los personajes claves relacionados con la versión oficial del los atentados. Nada menos que José Emilio Suárez Trashorras, el ex-minero que fue condenado por haber entregado los explosivos para la masacre a los radicales musulmanes en la noche del 28 de febrero de 2004, en Mina Conchita. Una hazaña completamente inverosímil a la que ya me he referido en este blog a ”los explosivos asturianos

Pasaporte de Emilio Suárez Trashorras

Otro detalle de sumo interés es que Trashorras actuó en todo momento guiado por su cuñado y cómplice, Antonio Toro Castro, confidente de la policía en las tramas asturianas vinculadas al tráfico de drogas y venta de explosivos marcados a los terroristas de ETA para la posterior identificación de su rastro por la policía, al menos desde la Operación Pipol, lo que explica que saliera totalmente exculpado en el Juicio de la Casa de Campo, mientras que a Trashorras le cayó una condena de 34.715 años y seis meses de cárcel.


Antonio Toro


Gerardo Turiel, brillante catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Oviedo y defensor de Suárez Trashorras, en la exposición final de sus conclusiones ante el tribunal del 11-M hizo frente a la sorprendente afirmación del fiscal jefe de la Audiencia Nacional, quien en su su informe aseguró que "daba igual" que se empleara Goma 2 ECO u otro explosivo en las hipotéticas mochilas-bomba que hicieron explosión en los trenes de cercanías. El letrado explicó que, en el caso de Trashorras, saber la dinamita empleada era "clave" para calificar el delito e invocó la indefensión a efectos de la vulneración de los derechos fundamentales de su cliente. "A mi cliente y a mi sí nos interesa saber lo que explotó porque nos interesa saber qué relación tenemos con esto.” El defensor advirtió, continuando con sus críticas a la actuación del Ministerio Público, que corremos el riesgo de que esta violación de derechos nos acerque a la situación que viven los presos islamistas detenidos por las autoridades norteamericanas y encarcelados en la cárcel cubana de Guantánamo: "Esto no es Guantánamo pero por ese camino vamos", dijo Turiel, quien remachó irónicamente que se alegraba enormemente de que Suárez Trashorras "no rece ni sepa hablar árabe".

Durante las sesiones del juicio, Gerardo Turiel acusó a la policía y a la fiscalía de estar detrás de todas las actuaciones de su defendido, porque referirse a él era como hacerlo al que era su “controlador”, el opaco inspector Manolón. Respecto a la llamada “cinta de Cancienes” que la policía utilizó para demostrar la existencia en Asturias de una trama de tráfico de explosivos, Turiel dijo que se trataba de “un vulgar montaje realizado con la intención de vincular los explosivos utilizados el 11-M (según la V.O.) con la llamada “trama asturiana”, una tramoya fabricada para acusar a Trashorras y, aparentemente, a su cuñado, demostrando con claridad demoledora la falsificación de pruebas incluidas en el sumario para oscurecer la verdad y dar consistencia a la sarta de delincuentes, principalmente marroquíes, sin los cuales no habría habido ni un solo sospechoso a quien procesar.

D. Gerardo Turiel, defensor de Trashorras

Que sus verdades no sirvieron para nada quedó demostrado por los más de treinta mil años de cárcel a los que el ex-minero asturiano fue condenado. Después de los atentados, Trashorras no tardó mucho en descubrir que su incriminación y condena estaba decidida desde que la policía le ofreció todo tipo de cosas para que mantuviera ante el juez una versión que incriminara a Jamal Zougham : "Empezaron por ofrecerme dinero, [...] luego me ofrecieron una vivienda [...]. Empezaron a decirme que había un programa de protección de testigos y que no se formularían cargos contra mí [...] por la “operación Pipol”. La realidad fue que cuando llegué ante el juez ya estaba todo preparado por la policía para la fabricación del chivo expiatorio. Yo creí que era testigo protegido".

El 9 de mayo de 2011, el periódico El Mundo publicó los resultados de un concienzudo trabajo realizado por uno de los peritos que participó en el juicio del 11-M. En su exhaustiva investigación, el perito Antonio Iglesias concluyó que los análisis realizados a las muestras entregadas al tribunal apuntan a que las bombas del 11-M contenían rastros de Titadyn, y no de la Goma2-ECO que aparece en la versión oficial. La prueba pericial de explosivos ordenada por el tribunal del 11-M pasará a la Historia como uno de los mayores esperpentos judiciales de un país acostumbrado a que la Justicia sea un auténtico esperpento.


Antonio Iglesias explicó con minuciosidad forense la investigación que realizó en el libro "Titadyne" (La Esfera de los Libros, 2009), en cuya redacción colaboró Casimiro García Abadillo, un notabilísismo esfuerzo por encontrar explicación a lo que aparentemente no la tenía. El libro incluye un extenso prólogo en el que el subdirector de El Mundo repasa de modo somero la historia previa al juicio y el transcurso de éste.



García Abadillo desvela algunos detalles que no hacen sino aumentar el descrédito por las condiciones en que se desarrollaron la investigación judicial y el juicio más importantes de nuestra Historia. Cuenta, por ejemplo, cómo distintas unidades policiales llegaron casi a las manos por ver quién controlaba las investigaciones; cómo el juez Garzón sostuvo en la tarde del 11-M ante Del Olmo que ETA era la responsable de la masacre; cómo se retuvieron durante horas, en la misma tarde del 11-M, los resultados de los análisis realizados a las muestras enviadas por los Tedax, o cómo el presidente del tribunal, Gómez Bermúdez, le dijo personalmente al autor que compartía muchas de las dudas sobre las investigaciones oficiales que Del Olmo ("Un juez muy limitadito") había dirigido.

La parte fundamental de “Titadyn” son las conclusiones que el autor extrae de esos exhaustivos análisis. Y esas conclusiones son absolutamente inquietantes. En primer lugar, Iglesias llama la atención sobre el sorprendente hecho de que las escasas muestras procedentes de los trenes se entregaran a los peritos previamente lavadas con agua y acetona, sin que al mismo tiempo se adjuntaran los líquidos de lavado, como es habitual en otros casos de ataque terrorista. Este aspecto es importante, porque quiere decir que las posibilidades de detectar algo realmente útil en esas muestras eran mínimas. La única que no estaba lavada era una muestra de polvo de extintor supuestamente recogida en uno de los focos de explosión. Y fue precisamente al analizarla cuando aparecieron componentes de explosivo (nitroglicerina, dinitrotolueno) que no forman parte de la Goma 2-ECO y sí del Titadyn. Fue después de la aparición de ese retrato robot del Titadyn cuando se produjo el peculiar episodio del apagón en las dependencias de la Policía Científica, cuando las cámaras de vídeo que el juez Gómez Bermúdez había ordenado instalar dejaron de grabar. Y después de ese apagón empezaron a aparecer componentes tanto de la Goma 2-ECO como del Titadyn en muchas otras de las muestras entregadas a los peritos, incluidas algunas que no eran de explosivo y otras que ya se habían analizado y en las que no había aparecido previamente nada de nada.



Antonio Iglesias, perito químico en el Juicio del 11-M

Para explicar la presencia de esos componentes del Tidadyn, la sentencia del 11-M tuvo que hacer todo tipo de juegos malabares, recurrir a diversas teorías absurdas sobre contaminación de muestras. Durante el juicio se llegaron a barajar tres teorías de cómo o dónde se podían haber contaminado las muestras: en la fábrica, en la mina y durante el almacenamiento en las dependencias policiales. Recurriendo a argumentos científicos, Antonio Iglesias desmonta una a una esas teorías, y al final sugiere al lector la única explicación verdaderamente verosímil: la aparición de todos esos componentes extraños después de aquel providencial apagón no pudo ser sino deliberada. Lo cual nos devuelve a la única muestra en la que, en principio, aparecieron componentes de explosivo sin ninguna manipulación previa: la del polvo de extintor. La conclusión del estudio es clara: si asumimos que esa muestra procedía realmente de los trenes y no había sido lavada ni manipulada previamente, entonces es imposible que en los trenes del 11-M estallara Goma 2-ECO, como nos dijeron. Lo que habría estallado sería Titadyn, porque son sus componentes los que aparecen en esa única muestra supuestamente no manipulada.

Un segundo aspecto importante en las conclusiones del perito Antonio Iglesias es el relativo a la sospechosa coincidencia de dos muestras enviadas por los Tedax a la Policía Científica en la tarde del 11-M. Aquel día, desde la unidad entonces dirigida por Sánchez Manzano se enviaron a la Policía Científica dos muestras aparentemente distintas, para que se las comparara: un resto de cartucho supuestamente encontrado en una furgoneta Kangoo que había aparecido en Alcalá de Henares y una muestra-patrón de explosivo Goma 2-ECO. Iglesias sugiere en su estudio que, en realidad, las dos procedían de un mismo cartucho. Los argumentos en que el perito se basa son éstos:

1) El supuesto resto de la furgoneta Kangoo estaba contaminado por la misma sustancia (metenamina) que la muestra-patrón. En cambio, en la Goma 2-ECO del resto de escenarios analizados (mochila de Vallecas, piso de Leganés), esa contaminación no aparecía.

2) El análisis granulométrico de las muestras indica una coincidencia casi perfecta entre el resto de Goma2-ECO supuestamente encontrado en la furgoneta y la muestra-patrón enviada desde la unidad de Tedax, lo que sólo se explicaría si ambos restos de explosivo provinieran del mismo lote de fabricación.

Pero eso apunta, evidentemente, a que el resto de Goma 2-ECO supuestamente encontrado en la Kangoo no procedía de los trenes, sino que fue colocado, en realidad, por la/s misma/s persona/s que seleccionó/seleccionaron un trozo de Goma 2-ECO para enviárselo a la Policía Científica. En otras palabras: que no es verdad que aquel resto de explosivo procediera de una bomba del 11-M, sino que fue colocado por alguien interesado en orientar las investigaciones hacia la Goma 2-ECO.


El periodista Casimiro García Abadillo


El hallazgo del perito Antonio Iglesias explica a la perfección algunas de las incógnitas más llamativas del 11-M. Por ejemplo, cómo es posible que dos perros distintos no olieran resto alguno de explosivo en la Kangoo en la mañana del 11-M: si los perros no olieron ese resto de cartucho fue por la sencilla razón de que en aquella furgoneta no había ningún resto de explosivo cuando la olieron los perros; el resto de cartucho tuvo que ser colocado después, una vez que la furgoneta fue transportada al complejo policial de Canillas. Como también se explica por qué no se quisieron enviar a la Policía Científica las muestras recogidas en los trenes: porque los análisis habrían puesto de manifiesto que lo que estalló en los trenes nada tenía que ver con el resto de cartucho supuestamente encontrado en la furgoneta Renault Kangoo. Como también se explica cómo es posible que durante dos años nadie quisiera especificar los componentes que se habían encontrado en los análisis realizados por los Tedax a las muestras de los trenes: porque probablemente en esos análisis aparecían componentes que no entran en la composición de la Goma 2-ECO.



Las incongruencias respecto a los explosivos fueron resumidas por Luis del Pino, a cuyas investigaciones volveré mas adelante, en los hechos siguientes, que enumero detenidamente por deferencia a los lectores de este Blog que carezcan de información al respecto (los numerosos visitantes extranjeros, principalmente) y a todos los que no guarden memoria de tan importantes datos:

1) Los miembros de las Fuerzas de Seguridad, cumpliendo con su obligación, recogieron toneladas de restos en los trenes atacados nada más producirse los atentados del 11-M.

2) Incumpliendo el protocolo, esas muestras no se llegaron a enviar a la Policía Científica para su análisis.

3) Los propios vagones atacados se comenzaron a desguazar sólo 48 horas después de la masacre, en lugar de conservarlos hasta el juicio, como marca la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

4) Las toneladas de restos recogidos en los vagones atacados desaparecieron como por arte de magia, sin que sepamos qué fue de ellas.

5) Centenares de objetos de las víctimas (incluyendo ropas, documentación, calzado) fueron quemados en el vertedero de Valdemingómez.

6) Decenas de restos electrónicos recogidos en los trenes fueron reducidos a polvo en una trituradora industrial de las afueras de Madrid.

7) En la Comisión de Investigación del 11-M, el entonces jefe de los Tedax afirmó que se había encontrado nitroglicerina en los focos de explosión, lo que echaba por tierra la hipótesis de que hubiera podido emplearse Goma2-ECO en las bombas, porque ese explosivo no contiene nitroglicerina. Cuando se señaló en este blog esa contradicción, el jefe de los Tedax achacó sus palabras a un error.

8) Después de dos años de instrucción sumarial, jamás se llegó a incluir en el sumario un informe en el que se detallara qué componentes de explosivo se habían encontrado en cada uno de los focos. Cuando se le preguntó en el juicio a la jefa del laboratorio de los Tedax por qué no había indicado los componentes encontrados, contestó que "porque nadie le había preguntado".

9) Después de dos años de instrucción sumarial, jamás se llegó a incluir en el sumario un informe en el que se detallara qué componentes de explosivo se habían encontrado en cada uno de los focos. Cuando se le preguntó en el juicio a la jefa del laboratorio de los Tedax por qué no había indicado los componentes encontrados, contestó que "porque nadie le había preguntado".

10) Ante la inexistencia de pruebas respecto al explosivo utilizado en los trenes, el tribunal ordenó realizar una prueba pericial para aclarar esa cuestión y que, para evitar cualquier posible fraude, se grabara en vídeo las tareas de los peritos.

11) Habiéndose recogido en su día toneladas de muestras, a los peritos se les entrega para su análisis un minúsculo conjunto de muestras, la mayoría de ellas lavadas previamente con agua y acetona, sin ningún tipo de garantía de no haber sido previamente manipuladas y sin ningún soporte documental que acreditara que efectivamente procedían de los trenes. De alguno de los focos de explosión no se les llegó a entregar a los peritos prueba alguna.

12) A pesar de los pesares, en esa prueba pericial de explosivos aparecieron componentes que no forman parte de esa Goma2-ECO que la versión oficial sostenía que se había utilizado.

13) Cuando aparece por primera vez uno de esos componentes que no forman parte de la Goma2-ECO, la grabación en vídeo de la prueba se interrumpió, debido a un providencial corte del fluido eléctrico.

14) Posteriormente se repiten los análisis, y empiezan a aparecer en multitud de muestras todo tipo de componentes que antes no habían aparecido.


En cualquier país con una Justicia digna de ese nombre, el tribunal habría interrumpido o anulado el juicio y habría tomado las medidas necesarias para que se pusieran a disposición del juez instructor todas las pruebas recogidas en los escenarios de las explosiones. Pero el tribunal de la Casa de Campo, presidido por el juez Javier Gómez Bermúdez, dio por bueno que en los atentados se había utilizado Goma2-ECO, sin pedir que se aclarara el destino de las muestras recogidas en los trenes, sin pedir que se repitieran unos análisis que habían resultado un completo fiasco, sin pedir explicaciones a quienes durante dos años de instrucción sumarial habían ocultado los componentes aparecidos en los focos de explosión y sin pedir responsabilidades por los misteriosos cortes de luz que determinaron la imposibilidad de garantizar que no se hubieran producido manipulaciones durante la prueba pericial de los explosivos.


El juez Javier Gómez Bermúdez

En sus escasas comparecencias a los medios de comunicación después de abandonar sus publicaciones en torno al 11-M, Fernando Múgica se refirió con toda claridad, en un programa emitido por Veo7 en febrero de 2009 a los peligros que arrostró durante su investigación: “Yo puedo decir que un importante miembro del Gobierno anterior me dijo por dos veces, y muy seriamente: habéis tenido suerte, tú has tenido suerte Fernando de quedarte en la cáscara del huevo, porque si hubieras entrado dentro de la cáscara, hubieras durado vivo menos de veinticuatro horas. Ministro importante del Gobierno anterior..." : Es decir, del Gobierno del PP, porque no debe olvidarse que los señuelos, las ocultaciones, las mentiras introducidas en la investigación policial y las pruebas falsas que determinaron la atribución islamista de los atentados del 11-M fueron elaboradas mientras que el gobierno de Aznar seguía en el poder, es decir, al mando (al menos teórico) de las Fuerzas y Cuerpos de  Seguridad del Estado, incluyendo los servicios de inteligencia, aunque técnicamente estuviera “en funciones” hasta la toma de posesión del gobierno socialista que presidiría Rodríguez Zapatero.




Esta consideración es especialmente relevante para valorar en su contexto una acusación muy directa contenida en las declaraciones de Múgica: “Hay un aspecto que no se ha tocado todavía...y que yo no quiero desvelar del todo más que un poquitín. Hay alguien muy importante que estaba en IFEMA, que es de un partido político que puede ganar las próximas elecciones...., que dijo que estaban buscando una mochila por IFEMA, y que ésa mochila cuando llegó, apareció en Vallecas dijeron... ya estamos tranquilos porque ya ha aparecido, estaba en Vallecas. Yo no voy a ser quien desvele ese dato, supongo que lo tendrá que desvelar la persona que a mí me lo ha contado y que es un cargo muy importante...”

Estas declaraciones están grabadas para que quien quiera pueda verificarlas. Y es que la falsedad de la mochila de Vallecas representa un importante agujero en la cáscara del huevo al que se refirió ese “importante ministro del gobierno anterior”, reitero que del PP. No es, pues, de extrañar que cuando Múgica comenzó a saltarse los semáforos en rojo, sonaran todas las alarmas en las cloacas del Estado.




La minuciosa secuencia temporal de los hechos acaecidos los días 11, 12 y 13 de marzo, en los que se pasa de la autoría etarra a la islamista (así como en las investigaciones policiales siguientes a la fecha de los atentados de Madrid), fue registrada con rigor inexorable en las investigaciones realizadas por Luis del Pino, que cualquiera puede consultar en su impresionante serie “Los enigmas del 11-M”, algunas de cuyas conclusiones anticipó en sus documentados libros “Los enigmas del 11-M ¿Conspiración o negligencia?” (Libros Libres, 2006) y “11-M Golpe de Régimen” (La Esfera de los Libros, 2007). No obstante, la más completa, exacta y documentada reconstrucción, así como la mejor aproximación al desciframiento de las tramas criminales que confluyen en los atentados de Madrid aparecen (hasta donde el autor ha considerado oportuno decirlo) en "Las cloacas del 11-M" (Editorial Sepha), el reciente e imprescindible libro de Ignacio López Bru. 



Del las investigaciones realizadas hasta la fecha se desprende con meridiana claridad que la decisión de fabricar la bolsa de Vallecas fue adoptada para que se abriera paso la autoría islamista. Parece indudable que algunos de los policías y/o miembros de los servicios secretos que trabajaron en su construcción no sabrían con qué finalidad realizaban la tarea que les fue encomendada, pero el mando natural que sirvió de enlace a la operación sí les dijo el tipo de móvil que debían utilizar, o mejor todavía, se lo suministró personalmente. El modelo tenía que ser un Mitsubishi Trium T-110 para que condujera a la inmediata detención de Jamal Zougam, cuyo nombre apareció bajo la sombra de la ”Operación Dátil”, otro montaje realizado por los “cecilios” (como llaman en términos policiales a los miembros del CNI procedentes del antiguo CESID, heredero de la trama Gladio), en colaboración con la CIA, para fabricar una coartada islamista que apoyara la supuesta estancia en España de Mohamed Atta, el presunto terrorista de Al-Qaeda que, según la versión estadounidense, pilotaba el primero de los dos aviones que fueron estrellados contra las Torres Gemelas de Nueva York, y que, según afirmó su propio padre, seguía vivo después de los atentados, ya que reconoció la inconfundible voz de su hijo cuando éste lo llamó desde Hamburgo tres días después del atentado que conmovió al mundo y marcó el inicio de la estrategia de guerras preventivas que el presidente Bush denominó “Nuevo Orden Mundial”.



Es sabido que Internet está plagada de páginas inútiles y vídeos intoxicadores sobre cualquier cosa, pero a una persona medianamente formada no le resultará demasiado difícil distinguir la paja de las aportaciones serias hechas por especialistas de prestigio indudable. 

Hecho este inciso, por el que he querido dejar constancia del universo abismal al que es preciso descender para investigar la dimensión pavorosa que se manifiesta en la masacre de los trenes madrileños, vuelvo al relato de los hechos para seguir la pista de los cambalaches que precedieron a la mutación de la autoría etarra por la islamista. Entre otros testimonios, cabe recordar que la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, habló al menos en siete ocasiones con Jorge Dezcallar, a la sazón director del CNI. A la dos de la madrugada del día siguiente, despertó a Dezcallar, a quien conocía bien porque antes había sido embajador en Marruecos, para preguntarle, como responsable del CNI, si la información de que disponía respaldaba su iniciativa denunciar el terrorismo etarra ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El jefe del espionaje la tranquilizó restando toda credibilidad a las pruebas obtenidas en la Renault Kangoo y a las primeras reivindicaciones islamistas. Aquello de la cinta le pareció a Dezcallar una auténtica majadería y así se lo hizo saber. Puso en duda que se encontrara allí detonadores y restos de pólvora. ¿Qué clase de terroristas eran aquéllos? ¿Cómo dejaban esas trazas si no se habían suicidado y, por lo tanto, podían seguir atentando? ¿O es que acaso querían ser detenidos por la policía? Aquella historia, insistió Dezcallar, no tenía ni pies ni cabeza.

Jorge Dezcallar

Las hemerotecas y los documentos desclasificados sirven para atestiguar que el responsable de los servicios secretos españoles apostó en los primeros y decisivos momentos por que el Gobierno de Aznar se precipitara en acusar a ETA de la autoría de la masacre, requisito imprescindible para que, acto seguido, pudiera ser acusado de mentir en cuanto se impuso la terrible evidencia de que, por “razones de Estado”, no cabía más alternativa que la de aceptar el cuento islamista, aunque tal cosa supusiera el descalabro electoral del Partido Popular.

La ministra Palacio también había hablado por teléfono con el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y con la Consejera de Seguridad, Condolezza Rice, quienes le aseguraron no tener ningún dato de que Al-Quaeda estuviera detrás de los atentados. Palacio era consciente de que el Consejo de Seguridad no había firmado la resolución por sus dotes de convicción o por su predicamento, sino porque los informes secretos de nueve países descartaban en aquellos momentos la autoría islamista y ante esta circunstancia, de acuerdo con Aznar, se inclinó por la autoría etarra.

Ana Palacio

La resolución de la ONU se tomó por unanimidad. De haber existido en aquellos momentos cualquier duda en alguno de esos países no hubiera salido adelante la resolución, dijera lo que dijera la ministra española. Sin embargo, en la madrugada del 12-M la ministra no podía dormir. Estaba en juego no sólo el prestigio del Gobierno de España, sino también el suyo propio. Y es que un detalle le había desasosegado por la tarde. Ana Palacio era amiga del director de The Wall Sreet Journal desde hacía tiempo y por eso consideró que podría ser apropiado enviarle un artículo, firmado por ella, en el que se destacara la monstruosidad del atentado tan unánimemente atribuido al terrorismo etarra. Poco después de que se lo mandara, le llamó el propio director del diario para decirle. “Somos amigos desde hace tiempo. Por tu propio bien no vamos a publicarlo. Tenemos informaciones de que ha sido cosa del terrorismo islámico”. Fue el primer aldabonazo que la ministra tuvo, y con ello el presidente Aznar, del cambio de autoría que se estaba gestando...¡en Estados Unidos!

Ana Palacio contestó a su interlocutor, algo molesta, que comprendía por qué a los norteamericanos les vendría bien que la autoría fuese islamista. Era un año de elecciones y la Administración Bush estaba encantada de airear las maldades de Al-Qaeda para recordar a todo el mundo los atentados del 11-S y mostrales la necesidad de las guerras de Iraq y Afganistán. Para convencerla, el director de The Wall Street Journal le dio algunos detalles que resulta incomprensible cómo nadie podía saber entonces. Le explicó que ellos tenían sus propias fuentes de información, que iba a surgir una reivindicación islamista en Londres y que hiciera caso a lo que le decía. Después de su conversación telefónica, Ana Palacio siguió dándole vueltas a todo aquello a las dos de la mañana, casi a la misma hora en que “apareció” en la Comisaría del Puente de Vallecas la falsa mochila que volcaría la autoría hacia los magrebíes, que en pocas horas serían detenidos, con lo que la trama islamista se consoliddaba, convirtiéndose desde entonces en la única verdad oficialmente admitida, hasta el extremo de que cualquier objeción, duda u opinión contraria fue considerada como ataque a la Policía e, incluso, a la legalidad institucional por la mayor parte de los medios de comunicación, encabezados por la SER y El País. Algo pasmoso.

Si en la madrugada del día 12 fue el director de The Wall Street Journal es quien pone en antecedentes a un miembro del Gobierno Aznar del cambio respecto a la autoría de los atentados, hacia las 13:00 horas -últimas horas de la tarde en España- fue el propio presidente Bush quien lanzó a el mismo mensaje a las autoridades españolas. Según cuenta Javier Rupérez en su libro de memorias ya mencionado, nuestro embajador recibió en su residencia de Washington la visita de Bush, su esposa Laura y la secretaria de Estado Condoleeza Rice, quienes le trasladaron su pésame por la matanza ocurrida el día anterior en Madrid.



Tras firmar en el libro de condolencias abierto en la Embajada, y ya en el despacho de Rupérez, Bush se interesó por el impacto de los atentados en la sociedad española, por la posible repercusión en las elecciones convocadas para dos días después y por las impresiones que el Gobierno español tenía sobre la autoría. Respecto a este último asunto, Rupérez le expresó su convencimiento de que ETA había perpetrado la matanza. En ese momento, narra el entonces embajador, "me dice que sus servicios le acaban de informar, y piensa ponerse inmediatamente en contacto con José María Aznar para decírselo, que posiblemente sean otros los autores y que no cabe descartar la conexión islamista". "Le miro con algo de incredulidad y lo subraya: 'Sí, es posible que sean islamistas los autores, es lo que dice nuestra gente", escribió Rupérez, cuyo libro fue prologado por el propio Aznar. Parece obvio que la CIA entraba en el juego para señalar la autoría de los atentados recién cometidos en España antes que los propios servicios secretos españoles, como ya pasó cuando los atentados del 11 de septiembre de 2001: muchos investigadores han puesto de relieve cómo después de que Bush y destacados miembros de su Administración alegaran su absoluto desconocimiento de que se había estado preparando en EE.UU. un atentado con aviones secuestrados, inmediatamente el Gobierno publicase los nombres de los diecinueve secuestradores aéreos y se culpara como responsables de los atentados a Osama Bin Laden que residía en Afganistán y al dictador de Irak, Sam Hussein, al que señalaron como promotor de Al-Qaeda.    

Tras el encuentro privado con Javier Rupérez, el presidente Bush hizo una breve declaración pública, que fue recogida por los medios de comunicación, en la que mostró su dolor por lo ocurrido y alabó la firmeza del gobierno español "en contra del terrorismo y de organizaciones terroristas como ETA" a la que todavía NO atribuyó los atentados del día anterior, aunque no habría de pasar mucho tiempo para que diera por comprobado que tras el 11-M estaba, ¿cómo no?, la mano de Al-Qaeda: "Los asesinatos en Madrid nos recuerdan que el mundo civilizado está en guerra", declaró el 19 de marzo, antes siquiera de esperar a que sucediera la voladura del piso de Leganés, con la inmolación de los supuestos terroristas autores de la masacre, el mejor broche escénico para bajar el telón del espectáculo diseñado por los servicios de inteligencia, ya que los muertos no hablan. Sobra decir que Bush se apresuró a utilizar el 11-M y su inevitable estela en provecho propio para justificar su agresiva política militar en Oriente Medio.
 
Blair, Bush y Aznar, el llamado "Trío de las Azores"

Con estos testimonios queda acreditado que el gobierno de Bush y los servicios de inteligencia estadounidenses se inclinaron por la autoría islamista cuando el Gobierno de Aznar todavía señalaba a los terroristas de ETA como autores de la masacre cometida en Madrid. Pero antes de que los vientos trasatlánticos trajeran las primeras noticias acerca de que la banda ETA no había sido responsable de los atentados, otros vientos de más cercana procedencia traspasaron los Pirineos para soplar a destacados miembros del Partido Socialista la misma primicia informativa, en vez de hacerlo, como hubiera sido lógico, a los representantes del Gobierno de España. Es decir, que antes aún de que Estados Unidos señalara la autoría islamista, ¡en Francia ya se sabía! Aunque el lector avisado ya se habrá dado cuenta, quiero remachar la extraña sintonía que se da entre Washington y París y subrayar el hecho de que tanto los servicios de inteligencia estadounidenses como los franceses se adelantaron al CNI español en detectar el viraje que pronto iba a producirse respecto a la autoría de los atentados, algo totalmente imposible de creer para cualquiera que sepa el grado de eficiencia alcanzado por la Inteligencia española en el conocimiento e infiltración dentro de la estructura de ETA, sin contar el seguimiento puntual de todos sus miembros a partir de la entrada en funcionamiento en 2001 de la vigilancia por satélite a través de la red Echelon.

Estación de escuchas y seguimientos de la red ECHELON

Procede destacar que mientras el “mensaje” americano tiene como destinatario al Gobierno de Aznar, el “parte de novedades francés”, tiene como receptor al PSOE, como dándole la señal para que se lance a degüello de los populares y, con la inestimable ayuda de las mentiras divulgadas por la cadena SER, cuestione la veracidad de las informaciones ofrecidas por Ángel Aceves, ministro del Interior del Gobierno de Aznar. 

Obsérvese también la complementariedad de ambos mensajes, así como una notable diferencia de matiz: mientras que el mensaje de Washington apunta directamente hacia la autoría islamista, el procedente de París pone todo su énfasis en descartar a la banda terrorista ETA como responsable de la matanza del 11-M. En el primer caso, cabría deducir que el 11-M debería inscribirse como un asunto vinculado al orden internacional en cuanto que se enmarca dentro de la política puesta en marcha por EE.UU. a partir de los atentados de Nueva York, consistente en usar Al-Qaeda como pretexto para intervenir militarmente donde le pareciera. En el segundo, estaríamos ante un asunto que podría ser considerado como de ámbito europeo e, incluso afinando un poco más el análisis, hasta podríamos interpretar que se trata de una cuestión bilateral entre España y Francia, porque afecta a las dos naciones vecinas vinculadas al fenómeno etarra, cuya misteriosa perduración a través de los años merecería muchos volúmenes de una enciclopedia dedicada a estudiar las diversas facetas de la “estrategia de tensión” desarrollada por Francia como controladora durante los largos años que jugó el papel de servir como “santuario” de la banda terrorista, a la que siempre enfocó desde una perspectiva de política interior, no desde la lógica policial que hubiera debido mantener ante una banda armada que operaba desde su propio territorio en una nación vecina.


Las consideraciones anteriores se complementan con la siguiente y muy ilustrativa historia: pocos días después del 14-M (fecha de las elecciones que pusieron tan abrupto fin a la larga etapa de gobierno del Partido Popular), la ministra Ana Palacio, de viaje por los Estados Unidos, tuvo ocasión de conversar distendidamente con Robert Kagan, destacado columnista de The Washington Post, miembro del Carnegie Endowment for International Peace y escritor de best-sellers, además de resuelto opositor a la presencia de tropas norteamericanas en Iraq. En el curso de la charla, el escritor relató a la ministra una curiosa conversación que le reveló haber mantenido con un destacado líder “europeo”, cuya nacionalidad no reveló (aunque todo parece indicar que se trataba de Jacques Chirac), en torno a lo acontecido el 11-M en España. El argumento de Kagan era simple: Resultaba un hecho indudable que el 11-S neoyorkino había servido para unir a los norteamericanos entre sí y con su Gobierno, pues con las explosiones de las Torres Gemelas tomaron conciencia como nación de la existencia de una amenaza nueva y terrible a la que deberían afrontar unidos: el terrorismo islamista de Al-Qaeda. También era evidente que el 11-M madrileño había sido el equivalente del 11-S, no solamente para España sino para toda Europa. Sin embargo, a diferencia del caso estadounidense, en Europa no sirvió para unir nada, porque, aparte de forzar un inesperado cambio de gobierno en España, sirvió para mandar el tratado de Niza al cubo de la basura. Niza se acabó tras el 11-M. Kagan remató su argumentación preguntándole a su interlocutor: “¿No os dais cuenta en Europa de la importancia de lo ocurrido?”. Entonces, en la versión de Kagan, el “líder europeo no identificado” respondió sin dudarlo: Nada, nada, Europa sigue patrones distintos de los norteamericanos. Aquí hacemos las cosas de otra forma. Y, además, otra cosa le digo: España no ha sido ni será nunca un país importante en Europa”. Esta declaración tiene su miga, porque hasta el 11-M había sido España, junto a Gran Bretaña, la nación europea elegida por Washington como aliada preferente en Europa, antes que Francia o Alemania. No hace falta más que mirar la llamada "foto de las Azores para verificarlo" o recordar que Madrid fue la primera escala que hizo Bush cuando viajó a Europa por primera vez como Presidente de EE.UU, algo que carecía de precedentes en las relaciones entre Washington y la Unión Europea. Otra cosa es que Alemania y, sobre todo Francia, estuvieran dispuestas a que semejante situación se mantuviera durante mucho tiempo.
    
José María Aznar y Jacques Chirac

La visión de Aznar es del todo coincidente con lo que antecede. En sus reciente libro de memorias, el ex-presidente señala que el presidente Chirac aprovechó la guerra de Irak para asociar al canciller alemán Gerhard Schroeder a su estrategia de considerar que había llegado el momento de "romper amarras" con Estados Unidos e inaugurar una nueva concepción de la defensa europea "en la que España y otros países no tenían mucho que decir y en la que sus intereses quedarían supeditados a los grandes". Aznar considera que las motivaciones francesas quedaron muy claras cuando Chirac "manda callar" a los países que no estaban de acuerdo con su posición, en especial Polonia, Hungría y la República Checa, al advertirles de que "los europeos de siempre ya habían hecho bastante con aceptarles en la UE y ahora debían acatar lo que dijeran franceses y alemanes".

Lo que Aznar no se atreve a decir es que a España le estaba reservado el 11-M para pulverizar de un manotazo espectacular cualquier pretensión de codearse con los grandes y desempeñar un papel importante en la escena internacional. Que por estos pagos las cosas funcionan de diferente manera lo demuestra el hecho de que, al contrario de lo ocurrido con la oposición demócrata estadounidense cuando el 11-S, o con la oposición conservadora británica cuando los atentados de Londres del año siguiente, en los que apoyaron sin fisuras a sus respectivos gobiernos, la oposición socialista española no vio en los vagones reventados otra cosa que no fuese la ocasión esperada para desencadenar, con la ayuda inestimable de los bulos lanzados desde la Cadena SER, un campaña feroz contra el Partido Popular, acusando a Aznar de mentir con la finalidad de cambiar los malos resultados electorales que le daban todas las encuestas a los socialistas.

A las 8:00 del 11-M, Zapatero y Rubalcaba asistían en un plató de TVE a una tertulia en la que se informaba en directo de las últimas noticias que iban apareciendo respecto al alcance de la masacre que acababa de suceder. Entre los asistentes estaba la periodista Esther Esteban, quien durante un receso del programa fue testigo ocasional de cómo Zapatero comentaba a Rubalcaba que si la autoría era de ETA perderían las elecciones, mientras que si se trataba de un atentado islamista las ganarían. Todo un programa de acción a desarrollar a partir de ese momento que retrata tanto el perfil de la operación de agitación y propaganda que comenzó a partir de entonces, como la catadura moral del personaje que al cabo de dos día ocuparía la presidencia del Gobierno de España.

El bulo del terrorista suicida difundido por la SER:

Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba en el banco azul del Gobierno

La falsa mochila de Vallecas vino a resolver el escollo más perentorio que presentaba la apuesta por la trama islámica: la de mostrar lo antes posible algún sospechoso que sirviera para desviar la atención pública de la autoría etarra y satisfacer su lógica sed tener pronto algún culpable. Para encontrar a un candidato más o menos idóneo que sirviera para consolidar el giro en la autoría que se estaba gestando, elementos policiales y de los servicios de inteligencia recurrieron a sus expedientes y a sus ficheros. Es sabido que todos los servicios secretos del mundo y determinados grupos especiales de las policías disponen de ficheros de “sospechosos potenciales” e, incluso, de culpables “in pectore” a los que imputar determinadas fechorías, bien por solventar en un tiempo récord, con resultados tangibles ante la opinión pública, determinadas investigaciones empantanadas, así como, sobre todo, para tener candidatos de los que echar mano para oscurecer pistas que no interese investigar hasta el fondo, encubrir operaciones propias al filo de la ley o, sencillamente, para cerrar con culpables elegidos de antemano las pesquisas de delitos muy específicos, generalmente vinculados con el tráfico de drogas, el contrabando de armas y, muy especialmente, con las tramas terroristas, reales, presuntas o completamente inventadas, porque así convenga a las necesidades del momento. En estos catálogos de “culpables a la carta”, amén de colaboradores y chivatos nativos, aparecen individuos de todas las nacionalidades que la emigración ha traído a nuestro país, sobre todo, de aquellas en las que se da un mayor índice de delincuencia organizada, comenzando por los países de la Europa del Este y terminando por los ciudadanos de procedencia hispanoamericana o magrebí.

Para nutrir estos cuadros de posibles delincuentes por conveniencia no hay un procedimiento específico establecido, sino que existen caminos entrecruzados y hasta aleatorios: infractores de tráfico, residentes ilegales, delincuentes comunes, o, simplemente, individuos que tienen un perfil adecuado para que sea modificado a conveniencia de quien decida utilizarlos en función del papel que se les asigne en un momento de necesidad o urgencia, convirtiéndolos, de este modo, en candidatos a cabezas de turco o chivos expiatorios para lo que convenga. Del mismo modo, estos mismos servicios secretos o policiales disponen de ficheros de cadáveres de diversas nacionalidades, que conservados en las diversas morgues del país por no haber sido reclamados, pueden ser utilizados para lo que sea preciso, desde la fabricación de un individuo con su correspondiente biografía, hasta sustituir la existencia de alguien que esté vivo, pero que resulte conveniente "matarlo" ante todo el mundo para adjudicarle una nueva “personalidad” a través de documentos nuevos y otras señas de identidad. Quiero señalar que estas operaciones de cambio de personalidad, con cadáver de por medio, no son excepcionales, sino muy comunes en el mundo de los servicios secretos de todos los países y, desde hace muchísimo tiempo.

Todo lo dicho se concreta en la persona de Jamal Zougam, quien en el Juicio de la Casa de Campo declaró que sus contactos con agentes del servicio de inteligencia español (CNI) comenzaron en el año 2001: "Me dijeron que tenía que ir a la mezquita a ver si hay alguien que viene de un país donde existe la yihad y a cambio me daban lo que quisiera: un piso, pasaporte español, chicas guapas... Y, además, si quiero traficar con droga o traer familiares de mi país. Lo que haga falta". El marroquí se negó a estas proposiciones y así se lo dijo a varios agentes que "vinieron a la tienda, me enseñaron una placa y me obligaron a ir con ellos en un coche y dimos unas vueltas hablando de esto". A uno de esos agentes le volvió a ver tres años después en la Comisaría de Canillas, adonde fue traslado tras su arresto el 13 de marzo de 2004: "Ese mismo señor en la comisaría de Canillas me dijo: Si hubieras colaborado con nosotros no te habría pasado esto".

Todavía cabe insistir más y preguntarse por qué eligieron a Zougham precisamente y no otro. La respuesta es que el marroquí tenía muchas papeletas y una grandísima cualidad: Que con él mataban dos pájaros de un tiro.

En primer lugar, porque serviría de enlace entre los que fabricaron las bombas y los que las colocaron, por ser dueño del negocio de tarjetas telefónicas de Lavapiés, razón por la que podría ser presentado más adelante, con pruebas incriminatorias directas, como uno de los "autores" de la masacre: para eso una de sus tarjetas estaba en la principal pieza probatoria (absolutamente falsa y fabricada para la ocasión) elaborada para implicarle, la famosa mochila nº 13. Es decir, que Zougam podía ser detenido inmediatamente por la venta de las tarjetas, con lo que se ganaba un tiempo precioso para introducirlo de lleno en todo lo demás. Hay que recordar que la primera identificación de Zougam como presunto autor material es de fecha 16 de marzo. Hasta ese momento sólo estuvo detenido por la venta de las tarjetas. Como otros dos elegidos como sospechosos, Bakkali y Chaoui, que pronto fueron descartados para no enredar las cosas con demasiados falsos culpables.

La falsa mochila de Vallecas

Precisamente la mayor endeblez de la trama telefónica derivada de la mochila de Vallecas viene dado por la necesidad de tratar de inculpar a Zougam a toda costa y que aparece minuciosamente probada en las investigaciones posteriores realizadas por Luis del Pino, ayudado por un numeroso equipo de colaboradores espontáneos, muchos de ellos especialistas muy cualificados, agrupados en los llamados “Peones Negros”, a los que debo rendir mi admiración y el más encendido homenaje por su dedicación desinteresada, la calidad de sus aportaciones y la importancia de su labor en la clasificación y conservación del inmenso material probatorio acumulado: un verdadero tesoro que los investigadores del futuro podrán utilizar para establecer ante la Historia la verdadera dimensión de los atentados del 11-M y colocar en su sitio las piezas del juego geo-estratégico que de manera tan ignominiosa ensangrentó Madrid y que fue utilizado, como ya había ocurrido con la masacre de la estación de Bolonia, para reorientar la política española en función de los oscuros intereses marcados por los verdaderos dueños del Gran Juego.


La segunda razón para elegir a Zougam fue que incorporaba la ventaja indudable de no tener conexiones con la trama asturiana de los explosivos, que aparecería vinculada al grupo del  “Chino”, así como ser ajeno a trapicheos relacionados con el tráfico de drogas, coches robados o explosivos, que hubieran podido originar complicaciones innecesarias para establecer la versión oficial de los atentados. Dicho de otro modo, que Zougham significaba un camino sin bifurcaciones peligrosas, ya que por mucho que fuese investigado no podía implicar a nadie más. Con su detención mediática perfilaron la autoría islámica y ganaron el tiempo que necesitaban para montar la célula islamista de la calle Virgen del Coro y organizar más tarde la traca de Leganés, en la que aparecieron los suicidas deseados que faltaban para que la autoría islamista quedara asegurada contra viento y marea. La detención de Jamal Zougham en plena jornada de reflexión hizo que el triunfo mediático de la autoría islamista, acompañada de una campaña de agitación y propaganda tan bien realizada que ha sido objeto de cuidadosos estudios universitarios, triunfara sobre los que en un primer momento señalaron la autoría etarra del 11-M. 

La imagen de Zougam esposado inclinó el fiel de la balanza y el atentado terrorista de Al Qaeda, elaborado a imagen y semejanza del atentado de Bali, pasó a ser una verdad casi indubitada. La hecatombe produjo el gran objetivo buscado: la desorientación absoluta del Gobierno de José María Aznar. Resulta obvio que los elementos policiales que trabajaron en la fabricación de la bolsa de Vallecas no tardaron mucho en darse cuenta del alcance de lo que habían hecho, pero decidieron guardar silencio y apostar por lo que creyeron más seguro, su fidelidad a la cadena de mando. Pronto comprendieron que la obediencia debida dejaba de ser un eximente para su defensa y asumieron su indigno papel de cómplices y encubridores. Ganaron en su carrera profesional, aunque perdieran para siempre su honra personal.

Volviendo a las declaraciones de Fernado Múgica de marzo de 2009, el primer periodista en investigar la red de contradicciones y falsedades tejidas en torno al 11-M declaró:

En los primeros días se publicó en periódicos muy importantes, que no tengo porqué nombrar, a toda plana, lo siguiente: Zougham es: a) Un peligroso islamista internacional. b) Sus huellas han aparecido en la furgoneta de Alcalá y c) A toda plana, eh…, un trozo de baquelita del teléfono de la mochila de Vallecas ha aparecido en el locutorio propiedad de Zougam. Bien: los periodistas no nos levantamos por la mañana diciendo “voy a ver qué titular me invento”. No es así, porque así no funcionan los periódicos. Uno tiene sus fuentes y solamente las Fuerzas de Seguridad pudieron ser las fuentes de estos tres elementos que acabo de decir. Por tanto… alguien de las Fuerzas de Seguridad filtró a un periódico muy importante tres mentiras absolutas sobre Zougam. Eso, como sabéis, en periodismo se rectifica muy relativamente… Sale a toda plana, pasan los meses…, y aún meses después del 11-M todavía se decía “el trozo de baquelita que había aparecido en el teléfono de la mochila de Vallecas…” Bien: era absolutamente falso. Mi pregunta es: ¿quién filtró esas informaciones al periódico? Y ¿con qué motivo dado que eran mentira?

Para los lectores españoles casi sobra decir que ese “periódico muy importante” al que se refirió Múgica es El País, pero aclaro este punto en atención a los miles de lectores de países extranjeros que visitan cada día las páginas de este Blog.

Obsérvese cómo en su primera edición
El País atribuye el atentado a ETA

El País cambia su portada cuando se inicia la estrategia del
cambio de autoría al aparecer la furgoneta de Alcalá
con las falsas cintas del Corán

La pregunta es un por qué sin fin: ¿Por qué el Gobierno, la Oposición y la Justicia fueron capaces de dar por bueno el resultado de un juicio viciado desde el principio? ¿Por qué consintieron en que se cerraran judicialmente las investigaciones sin ni siquiera haber aclarado cuál fue el arma del crimen? ¿Por qué están y siguen estando todos ellos dispuestos a respaldar la mentira, con tal de que no se remueva lo que verdaderamente sucedió el 11-M. ¿Tan terrible es lo que se esconde tras la chatarra desaparecida de los vagones y los muertos de los atentados como para que el establishment al completo se ponga de acuerdo en que lo mejor es taparlo todo y mantenerlo oculto bajo un oprobioso manto de silencio?

El día 27 de abril de 2011, durante la presentación del libro “La ruta del odio” de Fernando Vaquero, la presidente del Foro de Ermua, Inmaculada Castilla de Cortázar, relató una historia que pone los pelos de punta: en una ocasión, tras la sentencia del juicio del 11-M, habló con el juez Gómez Bermúdez acerca de la autoría intelectual de los atentados. En un ataque de sinceridad, tan cínica como brutal, el juez le comentó: “Hay cosas que son tan complejas, tan graves, que es mejor que no se sepan todavía... que se sepan más adelante". A lo que ella replicó fulminante: "No sabía que los jueces teníais competencias para saber cuándo es el momento oportuno para hacer justicia (…) Así están las cosas en este país”.

La mentira institucional consensuada entre los partidos Popular y Socialista arroja a España fuera de las fronteras de lo que llamamos Estado de Derecho. Una democracia cuyo devenir es orientado por los cerebros que decidieron y realizaron los atentados o por los gobernantes que desde entonces continuaron navegando por la estela del camino marcado y decidieron ocultar el verdadero fondo de lo que ocurrió el 11-M no es una democracia. Es otra cosa.

Diego Camacho López-Escobar, ex-coronel del CESID

Diego Camacho López-Escobar, ex-coronel de Infantería, ex-miembro del CESID y especialista en Servicios de Inteligencia y Política Internacional, gran conocedor de los servicios secretos franceses y marroquíes, afirma que “el 11-M es una página donde los españoles volvemos a estar engañados por el poder, donde la verdad oficial no se compadece con las informaciones que van surgiendo, con las pruebas que se van obteniendo, y es que el 11-M es sencillamente un resultado como el 23-F, como la negociación con ETA o como el asesinato de Carrero Blanco, páginas negras de la Historia de España en donde se ha mantenido al ciudadano español al margen y donde una clase política, con mayor o menor fortuna, ha actuado de espaldas al Parlamento y a la voluntad popular”. En pocas palabras, que los españoles hemos sido manipulados, utilizados y engañados.

Como dice Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, “me resulta intolerable la mentira, no porque sea más recto que los demás sino porque sencillamente me espanta. Hay un tinte de muerte, un sabor de mortalidad en la mentira que es exactamente lo que más odio y detesto en el mundo, lo que quiero olvidar. Me hace sentir desgraciado y enfermo, como la mordedura de algo corrupto”.

Por eso, desde el 11- M, España apesta a construcción falsa, a montaje contra natura y a corrupción generalizada que infecta de arriba a abajo la vida política española, porque casi nadie, por activa o por pasiva, queda libre de responsabilidad. Para mí, lo más terrible de esa auténtica conjura de los necios, que no solo ignora o desprecia los esfuerzos hechos por todos los que han investigado la verdadera naturaleza de estos repugnantes crímenes, es la desdeñosa soberbia de tanto imbécil que cree saber lo que pasó y no se corta un pelo de proclamar a los cuatro vientos su estulticia absolutamente impermeable a cualquier reflexión sensata que tenga en cuenta las demostradas manipulaciones y mentiras sobre las que se construyó la Versión Oficial.           

Las declaraciones realizadas por Fernando Múgica el 12 de marzo de 2011 en el programa “Sin complejos”, que Luis del Pino dirige en EsRadio, no tienen desperdicio:


http://fonoteca.esradio.fm/2011-03-12/sin-complejos-120311-24911.html

De sus palabras, me he permitido transcribir lo que sigue:

“Estoy enfadado porque yo me levanté aquella mañana y los días siguientes después de ese tsunami, de ese destrozo absoluto en dos minutos de todo lo que teníamos y la gente no se dio cuenta de que existía el tsunami (…) Eso me ha producido un trastorno psicológico: no puedo salir a la calle, ver a la gente y darme cuenta de que no solo no le preocupa el 11-M, sino que cree que ya sabe lo que sucedió y que aquí no ha pasado absolutamente nada: unos moros malos que de pronto han puesto una bomba. Eso me produce tal rechazo que no me deja vivir en paz con este país. Es decir, no me interesa este país, no me interesa un país en el que la sociedad ni siquiera es capaz de darse cuenta de las cosas más elementales que le hacen y que suceden.

No me interesa un país con una justicia como la que tiene, no me interesa un país con unas Fuerzas de Seguridad, con unos servicios de Inteligencia, con una policía que es capaz de hacer las cosas que hace mientras que la sociedad mira tranquilamente hacia otro lado...