lunes, 25 de agosto de 2014

               Siria 2014: Obama con licencia para 
                        actuar como policía global


                                                      El señor don Juan de Robles,
                                                      de caridad sin igual,
                                                      hizo este santo hospital,
                                                      pero antes hizo a los pobres.
                                                               
                                                           Epigrama del siglo XVIII



No es preciso ser adivino para saber que la extensión del yihadismo que viene asolando Oriente Medio supone un grave peligro para todos los países de Occidente cuando los actuales guerrilleros, motivados para matar y entrenados para cometer atentados, regresen a sus lugares de procedencia. Esta evidencia, que lleva años denunciando el presidente Bashar Al-Assad ante la indiferencia de las naciones occidentales, la reiteró el mandatario sirio en el interesante discurso que pronunció el pasado 16 de julio en el Parlamento de Damasco. Entre otras cosas, dijo:

Lo que hoy vemos en Irak, en Siria, en Líbano y en todos los países afectados por la enfermedad de la falsa primavera, en todos sin excepción, ¿no aporta acaso las pruebas tangibles que confirman nuestras repetidas advertencias? Muy pronto, otros países árabes y otros países de la región, así como los países occidentales que apoyaron el terrorismo, tendrán que pagar muy caro esa actitud. Muchos entenderán entonces, algunos probablemente demasiado tarde, que la lucha del pueblo sirio por la defensa de su Patria tiene que ver con ellos, en la medida en que el pueblo sirio defiende también a numerosos pueblos que tarde o temprano se verán expuestos a ese mismo terrorismo por culpa de la miopía de sus políticos, de su ignorancia absoluta de los intereses de sus propios países, por culpa de su reflexión superficial, de su poca capacidad para entender nuestra región y tratar con sus pueblos.

Llegados a este punto, podemos preguntar si, como los «occidentales», estamos condenados a aprender de nuestras experiencias sólo cuando ya es demasiado tarde. ¿Será así? ¿Teníamos que esperar tres años y pagar la miopía de algunos de entre nosotros con la sangre de nuestros hijos, con nuestras almas, nuestra economía, nuestra seguridad, nuestra reputación, antes de acabar descubriendo que lo que está sucediendo en nuestro país es parte de un plan urdido contra nuestra Patria? ¿Y que no se trata de primavera ni de libertad, ni de democracia?



¿Teníamos que pagar un precio tan alto, y seguir pagándolo, para que algunos lleguen a darse cuenta por fin de que por falta de conciencia crearon un vivero para el terrorismo y proporcionaron un punto de apoyo a la agresión? ¿Teníamos que esperar doce años para entender que la invasión de Irak no traería a nuestra región otra cosa que terrorismo y veleidades de partición?

Pero aún, ¿teníamos que esperar treinta años y a que nos invadieran cortadores de cabezas y comedores de corazones y de hígados humanos para descubrir que la explotación de la religión y el terrorismo son las dos caras de una misma moneda? No nos bastó la experiencia de los crímenes de los Hermanos Musulmanes, en los años 1980, para aprender la lección?”.


Soldado sirio prisionero de los yhadistas, en Kefergham,
cerca de alepo, el 31 de agosto de 2013




La desestabilización de Siria por voluntad estadounidense y la posterior lucha sin cuartel entre las Fuerzas Armadas sirias y los yihadistas sunitas es tan evidente que un personaje tan descollante e influyente en la política internacional como Zbigniew_Brzezinskiex-asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca bajo la presidencia de Jimmy Carter, manifestó en junio del año pasado que “los rebeldes (sirios) son más hostiles para nosotros que Al-Assad”. El ex-asesor expresó ya entonces su temor, desgraciadamente confirmado por los hechos, de que Iraq se dirigiese "hacia una intervención estadounidense carente de eficacia". En relación a las políticas de la administración Obama con respecto a Siria, Brzezinski dijo que era necesario hacerse preguntas como: "¿Por qué decidimos de repente que había que desestabilizar a Siria y derrocar a su gobierno? ¿Le han explicado esto alguna vez al pueblo americano? Creo que estas cosas deben aclararse para que uno pueda tener una comprensión más profunda de cuál era exactamente el objetivo de la política de EE.UU.". 


Zbigniew Brzezinski

El Gobierno de Damasco es objetivo de EE.UU. porque el régimen sirio, por razones bien explicadas por la historia siria reciente, lleva décadas más próximo a la órbita rusa que resignado a representar el papel de víctima propiciatoria que le fue asignado en el Nuevo Orden Mundial decretado por el Pentágono a partir del 11-M. Entonces George W. Bush dividió al mundo en dos partes: las naciones vasallas (también llamadas "aliadas") de Washington y las que no siguen al pie de la letra sus dictados, que fueron consideradas enemigas e incluidas en el Eje del Mal, entre las cuales incluyeron a Siria. 

Desde aquella bisagra histórica opera, con diversos altibajos impuestos por las circunstancias, la permanente voluntad estadounidense de aniquilar al Estado sirio presidido por Bashar Al-Assad cueste lo que cueste, en paridad con la estrategia seguida en Iraq, en Libia y en Ucrania. Resulta sencillamente inconcebible que después de haber combatido a Siria, con el enorme coste de vidas humanas, población desplazada, destrucción de infraestructuras y ciudades arrasadas, ahora salga diciendo Washington que es preciso “intervenir” en Siria para combatir las bases del Estado Islámico, que es, precisamente, a lo que vienen dedicándose las Fuerzas Armadas sirias con una eficacia mucho mayor que la demostrada por el Ejército de Iraq, el cual, ha sido incapaz de contener a los cortacabezas yihadistas, pese al asesoramiento americano y de haber enterrado para su dotación centenares de miles de millones de dólares en material bélico y armamento, ¡buena parte del cual ha caído en mano de los yihadistas del Estado Islámico dirigido por el autoproclamado “califa” Abu Bakr Al-Baghadi, de corte y características parecidas a las de Osama Ben Laden, empezando por su sospechosa liberación por los mandos americanos tras su internamiento llevado a cabo por las fuerzas estadounidenses en Irak desde febrero de 2004 hasta principios de diciembre de ese mismo año, cuando fue puesto en libertad.


Columna de yihadistas del Estado Islámico en Mosul, con tanques de fabricación
estadounidense capturados al Ejército iraquí.


Ejecuación de soldados iraquíes por las hordas del IE

Aunque las milicias yihadistas, llamadas piadosamente “rebeldes” cuando solamente actuaban en territorio sirio, vienen dando cabal muestra de su barbarie con atentados terroristas, masacres de poblaciones civiles, ejecuciones masivas, decapitaciones y todos los horrores habidos y por haber, ha sido necesario esperar más de tres años, cuando el Estado Islámico ha traslado a Iraq el grueso de sus fechorías con el objetivo de extender su poder aprovechando la debilidad de las Fuerzas Armadas iraquíes, para que los testimonios de su barbarie hayan terminado por entorpecer la feliz digestión de las panzas occidentales, imponiéndose un clamor orquestado entre la maldita buena conciencia de las masas para exigir que se ponga fin a las terribles matanzas de yazidíes, cristianos, kurdos, chabaquíes, turcomanos, chiítas y las otras minorías religiosas que diariamente siguen siendo minuciosamente exterminadas con absoluta impunidad (de “catástrofe humanitaria” habla la ONU, tan inútil e hipócritamente como siempre).


Crucificados por "traición" en Raqqa

Pero no será movido por estas humanitarias razones por las que Obama se ha decidido a intervenir, tarde y malamente, en la zona donde el “califa” Al-Baghadi ha impuesto su sangriento control, que piensa extender hasta formar un gran ”Yihadistán”, sino para proteger los intereses norteamericanos en Erbil, la capital kurda donde residen sus representantes consulares, personal de inteligencia y empresarios de las grandes corporaciones que se lucran con el petróleo y los negocios de la guerra. Aunque estos perfiles ya los reúne Bagdad, la diferencia está donde siempre: en las reservas energéticas que guarda el Kurdistán.

La puntilla ha estado en la ocupación por el Estado Islámico de algunos de los más importantes campos campos petrolíferos y refinerías de Iraq: solamente el Kurdistán acumula unas reservas de unos 45.000 millones de barriles de petróleo y entre tres y seis mil millones de toneladas de gas, según el Ministerio de Recursos Naturales del Gobierno regional. Su exportación es la mayor fuente de riqueza de Erbil, que viene exportando petróleo desde el puerto turco de Ceyhan, sin permiso de Bagdad, de los yacimientos ubicados en su territorio gracias gracias a un contrato firmado con el Gobierno del primer ministro Recep Tayip Erdogan, desplazando al puerto sirio de Banyas, situado muy próximo a la única base rusa que tiene Rusia en el extranjero: la base militar de Tartús.
 


Trazado del oleoducto sirio

La ciudad siria de Baniyas, en la costa mediterránea


Si los yihadistas del IE logran consolidar el control de los territorios por los que avanzan en Irak, los ingresos que ya obtienen se verían incrementados gracias al contrabando de petróleo. Por eso los kurdos, que vienen constituyendo el principal obstáculo a su avance,  no pueden ceder ni un centímetro de su tierra, ya que a más territorio, más petróleo y mejores armas.

Los combatientes kurdos, llamados peshmerga –que en kurdo significa aquellos que no tiene miedo a morir– son luchadores natos acostumbrados a batallar durante décadas contra las tropas del ejecutado Sadam Husein y contra el ejército turco. Saben lo que es pelear en minoría y en peores condiciones. Sin embargo, admiten que en esta ocasión se trata de una batalla a ciegas, donde todavía no saben exactamente a qué se enfrentan. “Tienen un armamento superior al nuestro. Sus francotiradores han entrenado durante meses, con rifles que superan en distancia a los nuestros. Lo mismo pasa con los explosivos. Vuelan sistemáticamente todo. Vuelan puentes, vuelan carreteras, vuelan edificios institucionales. ¿De dónde sacan tanto explosivo y armamento? Tienen el soporte de algún medio externo” , afirma Hakim Krem, el coronel a cargo de trincheras de Suleiman Beg, al nordeste de Irak. Aunque evita dar nombres, se refiere a las petromonarquías del Golfo. Como es sabido, el Gobierno iraquí, dominado por chiíes, acusa a Arabia Saudita, el gran aliado de Washington, de apoyar al Estado Islámico. Lo mismo que viene ocurriendo en Siria con los “rebeldes”, que comenzaron sus ataques hace más de tres años con la misma táctica de “tierra quemada” usada ahora en Iraq, financiados por Arabia Saudita, Qatar y apoyados por Estados Unidos y sus socios de la OTAN.

Soldados kurdos "peshmerga", al Oeste de Mosul

Nada de esto se comenta o explica en los medios de información occidentales, que siguen machacando nuestra racionalidad un día tras otro con la delirante película producida por los guionistas del Departamento de Estado, del Pentágono y de las centenares de agencias secretas norteamericanas (entre ellas la CIA y la NSA), una superproducción de ciencia-ficción en la cual, pese a todo, sigue siendo el Gobierno de Bashar Al-Assad la pieza final de la cacería (o carnicería) que la intervención americana viene provocando en el Oriente Medio desde que Bush decidió atacar Iraq para someter al control directo de Estados Unidos (de sus grandes Corporaciones, se entiende) esa zona clave por su potencial energético y vital importancia geoestratégica. Pero, a estas alturas, a Washington le resulta imposible explicar a la opinión pública mundial con argumentos medianamente creíbles por qué demonios persisten en atacar a Siria, ya que si el Ejército gubernamental fiel a Al-Assad no ha acabado ya con los yihadistas del Estado Islámico ha sido, precisamente, a causa de las dificultades puestas por el propio gobierno norteamericano.




De querer, todavía sería tiempo para reconocer el tremendo error que ha supuesto disfrazar a los yihadistas de “rebeldes” que luchaban por liberar a Siria de la tiranía de Al-Assd e imponer este punto de vista a sus socios (léase vasallos) de la OTAN. Pero el establishment estadounidense, del que el inquilino de la casa Blanca no es más que un simple servidor, sigue apostando por convertir a Siria en otro Iraq, o en otra Libia, para lo cual su objetivo sigue siendo liquidar al régimen de Al- Assad, último bastión que viene resistiendo a duras penas y con el coste en vidas y destrucción que todos sabemos, a los feroces yihadistas islámicos. A finales de julio, al menos cincuenta soldados de las Fuerzas Armadas sirias fueron ejecutados por el Estado Islámico. “Algunos murieron en combate, pero la mayoría ”fueron decapitados”, declaró Rami Abdul Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. En un video hecho público por los propios yihadistas se pueden apreciar sus cabezas empaladas en largas varas en el interior de una base militar en Raqqa. Y según esta misma organización, hace apenas dos semanas al menos setecientos miembros de la tribu Al-Sheitaat, opuesta al Estado Islámico, corrieron esa misma suerte en Deir Az-Zor, localidad situada al Este de Siria y próxima a la frontera iraquí. 

La estrategia bélica del Ejército sirio fiel al gobierno de Al-Assad, ¡formado por soldados de reemplazo, no lo olvidemos!, se centra desde hace meses en afianzar su control sobre las metrópolis y las grandes arterias de conexión con la capital, Damasco, empujando a los yihadistas a la periferia de las urbes al tiempo que asedian las bolsas de combatientes dentro de las ciudades. “Mi batallón se encargó de cercar la ciudad de Homs. Hoy intentamos hacer lo mismo en Alepo. Se trata de expulsar a los hombres armados de las ciudades para combatirlos más tarde en campo abierto, donde se dañan menos las infraestructuras y se pierden menos vidas civiles”, explica desde el frente de Alepo el general del Ejército sirio Abu Ahmed.



Según una información divulgada el pasado viernes 21 de agosto, durante la semana en curso las Fuerza Aérea siria continuó atacando objetivos yihadistas tras la escalada de bombardeos y lanzamiento de misiles realizada el pasado domingo, en la que varios centros terroristas fueron atacados en la provincia de Raqqa, santuario del “califa” Al-Baghadi. En total, fueron atacados más de setenta lugares en las provincias de Raqqa, Deir Ezzor y Alepo. No obstante, a pesar de los esfuerzos del Ejército sirio, informaciones de hoy mismo, domingo 24 de agosto, dicen que los yihadistas del Estado Islámico se han hecho con el control total del aeropuerto de Tabaqa, último bastión del régimen sirio en la provincia septentrional de Raqa, según ha informado el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), aunque los combates prosiguen en esa zona fronteriza entre Siria e Iraq. Según esta organización opositora con sede en Londres, número de militantes del Estado Islámico en Siria llega ahora a más de cincuenta mil hombres, de los cuales son extranjeros casi la mitad, procedentes de Chechenia, Turquía, Europa, países árabes y China. El director del citado Observatorio, Rami Abdel Rahman, ha manifestado que el Estado Islámico reclutó a unos seis mil nuevos yihadistas durante el pasado mes de julio, que en su gran mayoría han entrado en Siria a través de Turquía, un país que por ser miembro de la OTAN hace impensable el hecho de que semejante tráfico de personas se haga sin el consentimiento de Washington.  



La gran pregunta que cabe hacer es, si el yihadismo es el enemigo común y declarado de Siria y de los países de Occidente, por qué no coordinar la ofensiva aérea estadounidense con los esfuerzos bélicos sirios para derrotar a las hordas salvajes del Estado Islámico. Mucho me temo que la única respuesta posible es que la finalidad del Pentágono es aprovechar la ocasión para alcanzar por fin el objetivo largamente acariciado y sucesivamente aplazado: infligir a las Fuerzas Armadas sirias el durísimo castigo que deje inerme al gobierno de Damasco, provocar su derrocamiento y colocar en su lugar a un gobierno títere de Washington, es decir, hacer con Siria la misma tarea de despedazamiento que ya han hecho en Iraq y Libia.

James Foley, el periodista recientemente decapitado

A pesar de que la decapitación del periodista estadounidense Jim Foley ha tenido lugar en la zona norte de Iraq controlada por el Estado Islámico, da la impresión de que Washington quiere utilizar el horrendo crimen para “intervenir” en territorio sirio con la evidente intención de poner fin a la ofensiva de las Fuerzas Armadas sirias contra los mercenarios yihadistas y acabar simultáneamente con el “califa” del Estado Islámico y el régimen de Bashar Al-Assad, cuyo mantenimiento supone un grave contratiempo para los planes estadounidenses de derrocar a otro gobierno que tradicionalmente ha venido siendo de influencia rusa, con la finalidad última de cercar a Rusia y debilitar a su presidente Vladimir Putin, convertido por la todopoderosa propaganda estadounidense y de los países de la OTAN en el Gran Satán que el Pentágono necesita como enemigo para pasar a la acción y acabar de instaurar el Nuevo Orden Mundial Unipolar, aunque eso pueda costar a la humanidad el atroz enfrentamiento nuclear que los oscuros poderes que rigen Occidente vienen preparando desde que el nuevo milenio se abrió paso con la aparatosa catástrofe de las Torres Gemelas de Nueva York, diseñada para ese fin.

Que la elección de Putin como Enemigo Número Uno de EE.UU. no es coyuntural viene a confirmarlo quien se cree llamada a sucederle en la Casa Blanca. Nada menos que Hillary Clinton, quien en la última entrevista publicada el domingo 6 de julio en el XL Semanal del diario ABC descargó su bilis cuando recitó sin pestañear la cantinela elaborada por la propaganda de Washington y tantas veces repetida de que Putin “quiere restaurar el Imperio ruso. Piensa que Rusia tienen derecho a intimidar y amenanzar las fronteras a su antojo en esa zona”, lo que sirve para justificar que Obama se haya situado más allá del bien y del mal para redefinir el papel de EEUU como ”policía global” y “faro de la libertad mundial”. Ni más ni menos. Como para echarse a temblar.



En el discurso con el que anunció los bombardeos en Irak la noche del jueves, día 7 del pasado julio, Obama utilizó una palabra que no pronuncia a menudo. Habló de “genocidio” para referirse al avance de los yihadistas del Estado Islámico y la amenaza que suponen para cientos de miles de iraquíes que no aceptan su interpretación extrema del Islam. “Tenemos que actuar, responsable y cuidadosamente, para evitar un potencial acto de genocidio. Eso es lo que estamos haciendo en esa montaña (...) Estados Unidos no puede mirar para otro lado (mientras) se produce una masacre”, dijo. Por lo visto, Obama no se ha fijado en los cerca de 190.000 muertos, 2.600.000 de refugiados en países limítrofes y casi 6.500.000 desplazados sirios en el interior del país, según datos de la ACNUR, ocasionados por la agresión yihadista a Siria patrocinada por EE.UU., sus aliados árabes y los países de la OTAN.


El secretario de Defensa, Chuck Hagel, junto al presidente del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey,  en la rueda de prensa celebrada
el jueves 21 de agosto en el Pentágono

Para arropar su postura con una cobertura basada en la estrategia militar, el secretario de Defensa, Chuck Hagel compareció junto con el presidente del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, en la rueda de prensa celebrada el pasado jueves, 21 de agosto, en el Pentágono, para decir que “el Estado Islámico es mucho más que un grupo terrorista. Son sofisticados, tienen una sólida estrategia y están tremendamente bien financiados". ¡Si lo sabrá él! ¿Acaso no es público y notorio que son los propios EE.UU. y sus aliados quienes han patrocinado, financiado y dirigido a los yihadistas en Siria para derrocar al régimen de Bashar Al-Assad repitiendo su apuesta de apoyar a los talibanes de Afganistán para que Rusia tuviera su Vietnam?

Hagel reiteró la intención de la Administración Obama de establecer una operación "a largo plazo", ya que el Estado Islámico no puede ser considerado una amenaza pasajera, por lo que Estados Unidos continúa barajando cualquier opción para detener a los extremistas islámicos, incluida una ofensiva en Siria, donde el Estado Islámico ha crecido y se ha nutrido de los yihadistas protegidos y financiados por Occidente, que todavía son llamados “rebeldes” cuando actúan en Siria. Fuentes de inteligencia norteamericanas aseguran que sus líderes se han retirado a la zona de Siria que controlan durante los bombardeos en Iraq, con lo que se llega a la paradoja máxima: ¡Atacar a Siria para detener el yihadismo creado y alimentado por Estados Unidos y sus aliados para atacar a la misma Siria! Esquizofrenia pura, que cuenta ya con el apoyo de Hollande y Cameron, quienes ya anunciaron su colaboración cuando Obama anunció “bombardeos humanitarios” para castigar la utilización de armas químicas contra la población civil, una acusación tan cierta como la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Hussein para justificar la guerra de Irak.

Pero con ser todo esto suficientemente escandaloso, el colmo del cinismo ha corrido nuevamente por cuenta de Hillary Clinton, quien en una reciente entrevista con la revista The Atlantic, ha tenido el cinismo de intentar desligarse de la política seguida por Obama, acusándolo de haber provocado el ascenso de los yihadistas violentos en Siria y en Irak... ¡por no haber apoyado suficientemente a los “rebeldes sirios”! Sí, tal como suena. Y sin que se le caiga la cara de vergüenza.


Hillary Clinton

Ante el descaro que suponen estas afirmaciones, llama la atención dos cosas: la primera es que haya olvidado que ella forma parte del pequeño grupo de congresistas demócratas que votó en tiempos de Bush por la intervención norteamericana en Iraq; la segunda, que achaque el fracaso de Obama a no haber apoyado suficientemente a los “rebeldes” sirios, de los que han salido los yihadistas del Estado Islámico que hoy siembran el terror en Iraq. No hace falta ser muy inteligente para ver que la voluntad estadounidense de derrocar a Bashar Al-Assad, el gran luchador contra el yihadismo sunita en el Oriente Medio, trasciende la figura del actual inquilino de la Casa Blanca y nada tiene que ver con las razones que nos viene dando Washington para convertir a Siria en otro Estado fracasado, como ha sucedido con Irak y, posteriormente, con Libia. Un asunto que vengo denunciando en este Blog desde que elaboré mi primer artículo sobre siria hace dos años, que titulé ”Siria: la verdad, toda la verdad y solamente la verdad.

El presidente Bashar Al-Assad
¿Ha decidido ya el presidente lanzar ataques aéreos en Siria?, le preguntaron el viernes al viceconsejero de Seguridad Nacional de Obama, Ben Rhodes. El Gobierno “está considerando activamente lo que sea necesario para lidiar con la amenaza” del Estado Islámico, replicó. “Y unas fronteras no nos van a restringir”, subrayó. ¡Claro que no, hombre! Las fronteras están ahí para que las respete Putin, pero Obama, faro y administrador de la legalidad internacional, tiene licencia para hacer lo que quiera y cuando le venga en gana.

Aunque la decisión dependerá del apoyo que el Gobierno pueda tener en el Congreso, parece que el respaldo republicano parece confirmado. “Tenemos que desarrollar una estrategia integral —política, económica y militar— para una ofensiva contra el EI, tanto en Irak como en Siria”, reclamaron esta semana los influyentes senadores John McCain y Lindsey Graham. Lanzar ataques aéreos en Siria es un “paso que debería darse”, consideró este sábado en la cadena CNN el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, el también republicano Ed Royce.

Según The Washington Post, pedir autorización al Congreso para el “uso de fuerza ilimitada” es el mismo beneplácito legislativo que recibió el republicano George W. Bush en 2001 para actuar contra Al Qaeda y, un año más tarde, contra Sadam Hussein en Irak. Si aquellas decisiones han conducido a la difícil encrucijada actual, solamente cabe esperar que la licencia para bombardear que espera Obama no sirva para desencadenar un conflicto todavía mayor, que podría ser nuclear si Rusia y China se opusieran, como ya lo han hecho en varias ocasiones, a que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos intervengan en Siria para que, con la excusa de atacar al Estado Islámico, den la puntilla al régimen de Damasco y al presidente Al-Assad le tengan reservado un final parecido al de Sadam Hussein o El-Gadafi.

©  Copyright José Baena Reigal


Crucificado en Raqqa, centro del Estado Islámico
en la zona oriental de Siria














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