lunes, 21 de noviembre de 2016


   DONALD TRUMP O EL RECHAZO A LA ERA OBAMA


Alguien dijo que dada la injerencia de los dirigentes de Estados Unidos en la vida del resto de la humanidad, los no estadounidenses también deberíamos poder votar en sus elecciones, aunque, sometidos a las mismas presiones propagandísticas, temo que el resultado fuera el mismo. ¿A quién habría votado usted? ¿A un Donald Trump mediocre, fanfarrón e imprevisible en sus decisiones o a una Hillary Clinton siniestra, tramposa y con antecedentes más que comprobados de haber cometido crímenes de guerra en Afganistán, Libia, Irak y Siria? Esa es la verdadera libertad que ofrece un sistema político esquizofrénico que mientras engendra esta clase de dirigentes, presume de ser la culminación de la civilización humana y de sus valores. Con el providencialismo de un iluminado, Obama ha declarado en numerosas ocasiones que "Estados Unidos ha sido y seguirá siendo la nación indispensable en asuntos mundiales", después de haberse atrevido a afirmar en el discurso de su primera investidura, el 20 de enero de 2009: "Ésta es la fuente de nuestra confianza: la certeza de que Dios nos anima a modelar un destino incierto", persistiendo en el peligroso fanatismo pseudo-religioso de su predecesor, el nefasto George W. Bush, que no tuvo pudor para soltar que "nuestra nación ha sido elegida por Dios y designada por la Historia como modelo del mundo"(1). Siguiendo la misma línea iluminista, Hillary Clinton no tuvo empacho en declarar ante el Consejo de Relaciones del Senado: "La gente se pregunta qué nos depara el futuro dentro de nuestro país y en el exterior. Pues dejen que les diga con toda franqueza: Estados Unidos puede y debe liderar el nuevo siglo, y lo hará" (2).




No hace falta mucha memoria para recordar toda una lista de individuos impresentables que en nuestra época llegaron a ser presidentes de Estados Unidos: Lyndon B. Jonhson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George W. Bush... Resulta imposible no preguntarse cómo es posible que hombres que ninguna gran empresa pondría al frente de una sucursal de provincias llegaran a ocupar la presidencia de la nación más poderosa del mundo.

Siendo un hecho innegable que Estados Unidos lleva décadas a la cabeza de la investigación mundial, que cuenta con muchas de las mejores universidades del planeta, en las que ejerce su magisterio e investiga una verdadera galaxia de Premios Nobel, ¿por qué su sistema político permite acceder a elementos de un nivel intelectual y ético tan miserable hasta la presidencia de la nación? Michael Mann, prestigioso sociólogo e historiador de la Universidad de California en Los Angeles, utilizó la denominación de "imperio incoherente" para referirse a que "los fundamentos económicos e ideológicos del imperio americano son poco sólidos y que su única fuerza real reside en actuar como un matón frente a los débiles países tercermundistas". El profesor Mann lo expresa de manera diáfana: "El nuevo militarismos (estadounidense) posee las debilidades y fortalezas características del militarismo: el poder pero no la autoridad, y una brutal arrogancia que lo lleva a una excesiva confianza y, en última instancia, a un orgullo desmesurado y al desastre. Mientras que en el pasado reciente el poder estadounidense era hegemónico ̶ fue aceptado por costumbre y con frecuencia considerado legítimo en el extranjero ̶ , ahora se impone a punta de pistola. Esto socava la hegemonía y la pretensión de ser un imperio benevolente. La incoherencia demostrada por sus poderes militar, económico, político e ideológico le obliga a retirarse a su refugio más seguro, la devastación militar ofensiva". (3) 


Parece obvio que para gobernar una nación así no hace falta poseer dones especiales: basta con estar bien instalado en el establishment, disponer de la fortuna suficiente para costear una larga campaña electoral, ser buen actor y dejar que actúen los poderes fácticos que convergen en la Casa Blanca, muy especialmente el "complejo industrial-militar" que determina la política exterior norteamericana, por usar la denominación que utilizó por vez primera el presidente Eisenhower, aunque tuvo la precaución de hacerlo en el último discurso televisado antes de abandonar la presidencia al finalizar su segundo mandato. Y no cabe duda de que Barack Obama se ha revelado como una fachada construida para ocultar a la vista el precipicio que se abre detrás, el producto de "marketing" más perfecto que cabe imaginar, bendecido encima por la concesión del Premio Nobel de la Paz al inicio mismo de su primer mandato.

Llama la atención que ninguna de estas consideraciones haya sido tenida en cuenta por los medios informativos españoles ni por la práctica totalidad de nuestros "intelectuales", que invariablemente aluden al muy manido eslogan de referirse a Estados Unidos como la democracia más antigua y perfecta del planeta, dentro de lo que cabe, claro, porque en este mundo la perfección no existe y blá, blá, blá... No he visto que ninguno se haya preguntado algo tan elemental como: ¿No será que algo muy grande falla estrepitosamente y desde hace demasiado tiempo en la democracia que se considera a sí misma ejemplo y modelo de todas las demás? Pregunto, me pregunto...

Y es que para escribir acerca de la Historia no vale utilizar como criterio las preferencias personales, las descalificaciones basadas en juicios de valor o la racionalidad del sentido común más elemental que usamos para andar por casa. Los análisis históricos han de estar fundamentados en un examen ponderado de las variables significativas que el historiador deberá elegir entre muchas y valorar según su leal saber y entender. Exactamente lo mismo que hace un médico para diagnosticar cualquier enfermedad, un rigor que nuestras eminencias pensantes y opinantes están muy lejos de vislumbrar y, muchísimo menos, de practicar.

Es un hecho comprobable que numerosos analistas e intelectuales norteamericanos vaticinaron el triunfo electoral de Donald Trump. Otra cosa es que se enteraran los periodistas y tertulianos españoles, esos que hablan "ex cathedra" desde sus tribunas y cobran por mirarse los ombligos. Vaya como muestra de acertada anticipación el artículo de Michael Moore (4): "Cinco razones por las que Trump va a ganar las elecciones", ¡¡publicado el día 28 de julio de 2016!!, en el que califica a Trump como "ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo".


Moore razonó su diagnóstico con meridiana claridad: "Tenéis que dejar de negar lo evidente y enfrentaros a la verdad que en el fondo sabéis que es muy real. Intentar tranquilizaros con datos- "el 77% del electorado son mujeres, personas de otras razas y jóvenes de menos de 35 años, ¡y Trump no puede ganar por mayoría en ninguno de esos sectores!" ̶ o con lógica" ̶ la gente no va a votar a un bufón ni en contra de sus intereses! es la manera que tiene el cerebro de protegerse de una situación traumática. Como cuando oyes un ruido extraño en la calle y piensas: "Ah, es que habrá reventado una rueda", o "¿quién anda tirando petardos?" porque no quieres pensar que lo que acabas de oír es un disparo". Para continuar diciendo. "Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la realidad. Y si creéis que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos, inteligencia y lógica, es que no os habéis quedado con nada de las 56 primarias en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump. A día de hoy, tal y como están las cosas, creo que va a ganar; y, para lidiar con ello, necesito que primero lo reconozcáis y quizá después podamos encontrar una manera de salir de este embrollo en el que nos hemos metido".

Con mayor antelación, el 16 de marzo de 2016, el joven sociólogo estadounidense Nathan J. Robinson en su artículo "Si los demócratas no presentan a Sanders, Trump será presidente", dejó escrito lo que sigue:

"Dado que parece cada vez más probable que Donald Trump sea el candidato republicano a la Presidencia, a los demócratas se les acaba el tiempo para elaborar una estrategia con la que derrotarle. Las insistencias ilusorias y complacientes en que Trump se evaporaría, repetidas hasta hartar durante meses, se han demostrado erróneas. Trump goza de un imponente liderazgo en las encuestas y ha logrado varios triunfos importantes en las primarias, por lo que ya son muchos quienes vaticinan que conseguirá la nominación. Si los demócratas de verdad creen, como dicen creer, que Trump supone una amenaza para el bienestar del país y la vida de las minorías, deberán hacer todo lo posible para alejarle de la Casa Blanca. Eso requerirá que se unan muy rápido en torno a un objetivo único, por muy ilógico que parezca: tienen que asegurarse por todos los medios de que Bernie Sanders sea el candidato demócrata a la Presidencia".



Visto lo que antecede, la consternada sorpresa mostrada por los tertulianos, analistas y periodistas españoles ante el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales, reforzado por la mayoría republicana alcanzada en el Congreso estadounidense, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, solamente cabe atribuirla a una ignorancia absoluta de la realidad norteamericana, que tras el fracaso de sus previsiones intentan exorcizar en una competición de improperios nunca antes vista hacia el candidato ganador (curiosa manera de entender las reglas de la democracia) y que muestra la frustración que les lleva a actuar como jueces en vez de analistas políticos, instalados en una arrogancia tan reiterada como idiota, por la sencilla razón de que la realidad los ha desautorizado de la manera más flagrante. La ceguera de los grandes medios de comunicación estadounidenses no ha sido menos clamorosa, aunque sea más fácilmente explicable: su vinculación a la Administración Obama les llevó a apostar ciegamente por Hillary Clinton, ignorando la situación real de buena parte del pueblo norteamericano. Como reconoce The Hollywood Reporter, "el triunfo de Trump ha sido un fracaso de las técnicas periodísticas modernas (...). "El día del triunfo de Trump fue el día en que murieron los datos. Todo el dinero que habían destinado los medios (que por cierto, se encuentran en una difícil situación financiera) a las encuestas y a su posterior análisis ha sido en vano, presentando un discurso convincente y poderoso, aunque muy mal informado, que en realidad reflejaba justo lo contrario de lo que estaba pasando. No hay muchos ejemplos, salvo quizá el caso de regímenes dictatoriales, en los que los medios hayan conseguido vender una visión de los acontecimientos no solo tan inventada, sino tan contraria a la realidad".

Si Hillary Clinton perdió las elecciones ha sido porque no supo percibir el cabreo y el miedo de tantos norteamericanos ante un sistema de salarios mediocres, precariedad existencial y competencia desleal de empresarios que fabrican en países más pobres sin el menor respeto a los derechos laborales y humanos y a la preservación del medio ambiente. Hillary era percibida como una fría profesional de la politiquería y una prominente representante del establishment. Por el contrario, Bernie Sanders, su rival en las primarias demócratas, había entusiasmado a millones de jóvenes, por, precisamente, presentarse como un rebelde. No cabe duda alguna de que hubiera sido mejor adversario frente a Donald Trump.     

Los menos avisados han podido comprobar hasta la extenuación que durante las últimas semanas hemos padecido un diluvio “informativo” sobre las maldades de Trump y la obligada necesidad de que Hillary Clinton, dechado de virtudes democráticas, resultara triunfadora en su carrera hacia la Presidencia, como si esta señora fuera una benefactora de la humanidad y la lógica continuadora del sendero abierto por Obama, el Premio Nobel de la Paz, cuya tarea principal no ha sido otra que acorralar a la malvada Rusia, hasta llegar a extremos nunca vistos desde los peores momentos de la Guerra Fría, así como provocar las nuevas y desoladoras guerras en el Oriente Medio, que vienen produciendo las avalanchas migratorias que siguen llegando a las costas de Europa y convertido el Mediterráneo en un cementerio de desesperados (5).






Comentaristas y tertulianos, los improvisados y los de siempre, la clase política sin excepciones y su caterva de intelectuales orgánicos, tanto de derechas como de izquierdas, han machacado y siguen martilleando nuestras neuronas hasta la hartura que acostumbran en periódicos, televisiones, radios y a través de la Red, acudiendo para sentar sus tesis a todos los personajes y personajillos que tienen a mano y, sobre todo a las agencias de comunicación estadounidenses vinculadas al establishment norteamericano. Todos a coro han recitado los mismos mantras, salmodias y letanías, porque no ha habido ninguno que no se haya convertido por arte de birlibirloque en experto analista de la compleja realidad social estadounidense, repitiendo ad nauseam las mismas argumentaciones, tan progresistas como falaces, según los hechos se han encargado de demostrar.

El vergonzante delirio informativo español alcanzó cimas pocas veces vistas con la emisión de los telediarios de TVE desde Nueva York, convirtiendo los espacios informativos en "realitys shows", espectáculos faranduleros sobre la realidad americana proyectados desde una escenografía que no ha servido más que para visualizar "urbi et orbi" nuestra condición subordinada de protectorado del imperio que tiene a Washington como sede del César, capital de la OTAN y encarnación de la Nueva Roma. No puede representarse con mayor evidencia quién dicta nuestra política exterior y ordena en qué lejanas guerras han de participar los soldados de nuestras Fuerzas Armadas, así como los ejércitos de todas las naciones europeas vinculadas a la OTAN, para mantener la paz mundial, es decir la hegemonía global de Estados Unidos. 

Zbigniew Brzezinski, el más influyente politólogo y estratega estadounidense, director de la Comisión Trilateral, consejero de Seguridad Nacional del gobierno del presidente Jimmy Carter, que se ha mantenido como consejero áulico de todos los presidentes americanos hasta el día de hoy, incluyendo los dos mandatos de Obama, no tuvo pelos en la lengua para dejar escrito que "La cruda realidad es que la Europa Occidental, y la Central cada vez más, sigue siendo en buena medida un protectorado norteamericano, con unos Estados aliados que recuerdan a los antiguos vasallos y tribunos de Roma" (6).


Para no salirse del guión, ningún medio informativo se hizo eco del análisis realizado por el profesor Allan Lichtman, publicado el pasado 23 de septiembre en ”The Washington Post”. Con su método, que tiene en cuenta trece variables, Lichtman vaticinó a finales de septiembre el no tan sorprendente triunfo de Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas, que cualquiera puede ver PINCHANDO AQUÍ (7).

"Por qué Trump", se preguntaba también George Lakoff, profesor de lingüística en la Universidad de California, Berkeley, en un brillante artículo publicado el 16 de marzo, en el que nos ofrece nuevas claves para encontrar la respuesta (8): "Donald Trump expresa en voz alta todo lo que siente —con fuerza, hostilidad, enfado y sin vergüenza--. Lo único que tienen que hacer es apoyar y votar a Trump y ni siquiera tienen que expresar sus opiniones “políticamente incorrectas”, puesto que ya lo hace él por ellos y sus victorias hacen que esas opiniones sean respetables. Él es su campeón. Él les proporciona un sentimiento de auto respeto, autoridad y la posibilidad de obtener poder. Cuando oigas las palabras “políticamente correcto”, recuérdalo.

"No hay término medio en la política estadounidense. Hay moderados, pero no existe la ideología del moderado, no hay una sola ideología con la que estén de acuerdo todos los moderados. Un conservador moderado tiene algunas posturas progresistas sobre ciertos asuntos, aunque varían de una persona a otra. De un modo similar, un progresista moderado tiene algunas posturas conservadoras sobre ciertos asuntos, y de nuevo varía de una persona a otra. En resumen, los moderados tienen ambas visiones políticas, pero generalmente usan una de ellas. Estas dos formas morales de ver el mundo en general se contradicen. ¿Cómo pueden residir en el mismo cerebro al mismo tiempo?

"Ambas se caracterizan en el cerebro por un circuito neuronal. Están unidas por un circuito común: la inhibición mutua. Cuando uno se activa, el otro se desactiva; cuando uno se fortalece, el otro se debilita. ¿Qué los activa o desactiva? El lenguaje que encaja en esa visión del mundo activa esa forma de ver la vida, la fortalece, mientras que desactiva la otra visión del mundo y la debilita. Cuanto más se debaten las opiniones de Trump en los medios, más se activan y se fortalecen, tanto en las mentes de los conservadores a ultranza como en las mentes de los progresistas moderados".



Busquen en las hemerotecas, videotecas y fonotecas a ver si encuentran algún análisis parecido que haya sido publicado por algún medio de comunicación español de mediana importancia. Les deseo suerte para que tengan mejor fortuna que yo.

Pese a todo, y por más vueltas que se le dé, lo que parecía imposible ha sucedido. Donald Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos, y las predicciones unánimes publicadas en todo el mundo han fallado. ¿Qué ha pasado?, cabe preguntarse ahora (9).

Hay dos maneras de ver la capacidad de Trump de mantener una coalición ganadora, que no son excluyentes. Por un lado, el partidismo como variable inamovible: por muy deteriorada que haya quedado la figura del candidato, por muchos ataques que haya sufrido, al final parece que una gran mayoría de votantes republicanos se han mantenido fieles a su partido.

Por otra parte, parece que la guerra de “clase trabajadora blanca” no le ha salido bien a los demócratas y sí a Trump, quien ha ganado en lugares donde Obama venció en 2008 y 2012. A falta de estudios post-electorales, parece que el apoyo del segundo grupo ha sido menor que el primero. En palabras de Octavio Medina o de Nate Cohn, los votantes blancos de clase obrera se habrían comportado como una minoría, siendo en realidad más del 40% del total. Con ello, Trump ha ganado donde Obama logró darle la vuelta a la tortilla.

Así, Trump ha sumado al bloque conservador a una parte de la población que o no votaba o lo hizo por Obama en 2008 y en 2012. Mientras que Clinton no ha conseguido igualar la apuesta a base de minorías y nuevos votantes. Si a eso le añadimos que los votantes del segundo grupo se encontraban mayoritariamente en "Estados seguros" en los que su voto nada cambiaba, mientras que los primeros sí podían mover la balanza, nos queda la imagen completa.



Que el triunfo de Trump resultaba predecible también lo prueba el artículo del periodista Thomas Frank, publicado el 8 de marzo pasado en "The Guardian", en el que analizó las razones que tenía la clase trabajadora estadounidense para apostar por Trump (10):

"La gente tiene más miedo que odio", es la descripción del estudio que me hace Karen Nussbaum, directora de Working America. La encuesta "confirma lo que escuchamos siempre. La gente está harta, la gente sufre, están descontentos por el hecho de que sus hijos no tienen futuro" y "porque no ha habido una recuperación tras la recesión, porque todas las familias sufren de una manera u otra".

"Tom Lewandowski, presidente del Consejo del Trabajo del Noreste de Indiana, lo dejó aún más claro cuando le pregunté por los partidarios de Trump de clase trabajadora. "Esta gente no es racista, no más que el resto", dice de los seguidores de Trump que conoce. "Cuando Trump habla de comercio, pensamos en el Gobierno de (Bill) Clinton, primero con el NAFTA y luego con China (los acuerdos comerciales con Pekín), y aquí en el noreste de Indiana eso supuso una hemorragia de empleos".

"Los acuerdos comerciales mal diseñados, los generosos rescates de bancos, los beneficios garantizados para las empresas de seguros, pero sin una recuperación económica real para la gente corriente... todas estas políticas están dejando su sello. Como dice Trump, "hemos reconstruido China y por el contrario nuestro país se cae a trozos. Nuestras infraestructuras se están cayendo a trozos. Nuestros aeropuertos parecen del Tercer Mundo". Para terminar confesando: No sabemos admitir que nosotros, los de ideas progresistas, tenemos alguna responsabilidad en el ascenso de Trump, a causa de la frustración de millones de personas de clase trabajadora, de sus ciudades arruinadas y sus vidas en caída libre. Es mucho más fácil burlarse de ellos por sus almas retorcidas y racistas, y cerrar los ojos ante la evidente realidad de la que el trumpismo es sólo una expresión vulgar y cruda: que el neoliberalismo ha fracasado por completo".

El periodista Javier Valenzuela lo expresó con acierto en el número correspondiente al mes de septiembre de la revista mensual TintaLibre: "Digámoslo sin rodeos: Trump alude a problemas, miedos y angustias reales de muchos norteamericanos. Ciudadanos que no se sitúan precisamente entre los triunfadores del capitalismo salvaje y globalizado que se impuso universalmente tras la caída del muro de Berlin. Ciudadanos para cuyas inquietudes el centroderecha y el centroizquierda tradicionales no tienen la menor propuesta, porque enfadados como están con el establishment, ni siquiera reconocen la existencia de esos problemas, miedos y angustias". Por eso, "descalificar a Trump sin fijarse en el océano de congojas en el que arroja sus redes es baldío. Estas congojas existen y requieren tratamientos: la inseguridad económica de las clases populares y medias, el monopolio de los beneficios de la globalización que detentan los capitales avariciosos y los países de competencia desleal como China, el crecimiento feroz de la desigualdad de rentas, las inquietudes producidas por los cambios culturales y demográficos, la decadencia del patriarcado... Todo cambia a velocidad de vértigo, pero el seguidor de Trump no siente que sea necesariamente para mejor".    

A falta de propuestas económicas o sociales de verdadero calado, la polémica se ha centrado en asuntos domésticos de importancia relativa para el resto del mundo, como la polvareda universal que ha encontrado el anuncio hecho por Trump de levantar un muro en la frontera mejicana que contenga la emigración procedente de la América Latina, olvidando que buena parte de ese muro existe ya. En 1994, un año antes de que Bill Clinton llegara a la Casa Blanca por primera vez, se puso en marcha la “Operación Guardián”, por la cual se edificó en California la primera parte del muro. El tramo, que mide 20 kilómetros, comienza en el desierto y termina adentrándose en el mismísimo Océano Pacífico. Durante el mandato de Bill Clinton el proyecto fue ampliado para evitar la entrada de los inmigrantes mexicanos, y aunque no haya estadísticas oficiales al respecto, ha provocado más de tres mil muertes.


Muro fronterizo entre Estados Unidos y México

Muro entre Tijuana y San Diego. Colocación de alambradas en septiembre de 2015


El republicano Duncan Hunter propuso un plan al Senado el 3 de noviembre de 2005 para reforzar la barrera fronteriza entre los dos países. La propuesta fue aprobada el 15 de diciembre de 2005 y preveía la construcción de un muro fronterizo de más de mil kilómetros. A esta escala, semejante muro sería sólo comparable a la Gran Muralla China, que mide alrededor de ocho mil kilómetros.

Finalmente, el 17 de mayo de 2006, el Senado de Estados Unidos aprobó la enmienda para construir un  muro de 595 kilómetros de extensión y más de 800 kilómetros de barreras que impidieran el paso de automóviles. El documental estadounidense “The Fence" (La Cerca) refiere que Washington ha gastado alrededor de tres mil millones de dólares en ese proyecto, que no ha servido para frenar la inmigración ilegal ni el tráfico de drogas, constituyendo una mancha para Estados Unidos, luego de que el gobierno estadounidense apostara por la destrucción del muro de Berlín.

Una segunda reflexión no puede menos que referirse al cinismo europeo exhibido ante semejante proyecto. ¿Acaso no ha levantado Europa todos los muros y barreras que ha podido para encerrar en miserables guetos a los desgraciados, que, tras cruzar el mar, huyen de las guerras provocadas en su países de origen por Estados Unidos con el apoyo incondicional de las naciones europeas vinculadas a la Alianza Atlántica? ¿No son enviados a Turquía como si fuesen mercancía facturada y pagada al contado por la Unión Europea al "demócrata" Erdogan?

En cuanto a la predicción infalible de que las mujeres norteamericanas votarían en bloque por Hillary Clinton, resulta evidente que se ha revelado tan falsa como todas las demás, porque lo cierto ha sido que el 53% del voto femenino a ido a parar a Donald Trump. En una carta abierta la actriz y activista Susan Sarandon ha explicado, todo lo gráficamente que suele hacerlo, que su "miedo" a un gobierno de Trump no es razón suficiente para optar por Clinton, dado el "historial de corrupción" de la ex-secretaria de Estado. Preguntada por este asunto en una entrevista en la BBC, Sarandon fue aún más explícita: "No voto con mi vagina", concluyó.

Susan Sarandon

En el artículo titulado “Soy musulmana, inmigrante y voté por Donald Trump”, la periodista y defensora de los derechos de la mujer Asra Q. Nomani, explica por qué eligió a Trump sobre Hillary Clinton en la columna que publica en el diario The Washington Post: "Soy una madre soltera que no puede afrontar el seguro de salud del Obamacare, el programa del Presidente no me ayuda. El martes, conduje por Virginia desde mi hogar en Morgantown, donde pude ver los Estados Unidos rurales, y estadounidenses comunes que, como yo, no pueden llegar a fin de mes, luego de ocho años de administración de Obama (...)".

"Pero lo que más me preocupó fueron mis temores de la influencia de las dictaduras islámicas teocráticas de Qatar y Arabia Saudita en una administración de Hillary. Estas dictaduras no muestran ejemplos de una sociedad progresista".

La periodista Asra Q. Nomani

He elegido, de entre otros muchos, estos testimonios recientes para avalar mi valoración cuando afirmo que cualquier fundamentado análisis respecto a realidad actual de la la sociedad estadounidense ha sido sustituido en España por las voces del coro de aquellos que siguen recurriendo al socorrido fenómeno del “populismo” para explicarlo todo con un viejo concepto sacado del baúl de los recuerdos y puesto nuevamente en circulación, pero que no es más que un saco sin fondo (en donde meten desde Beppo Grillo hasta Marine Le Pen, pasando por Alexis Tsipras, Pablo Iglesias o el propio Donald Trump) para encerrar en una denominación peyorativa la compleja realidad social, política y económica por la que atraviesa nuestro mundo en general, y Estados Unidos en particular. El uso del término "populismo" para intentar emparentar fenómenos sociales y políticos que nada tienen que ver es de una simpleza intelectual semejante a la de igualar a los elefantes con las sardinas porque unos y otras utilizan oxígeno para respirar. Trump o Le Pen pueden coincidir con Syriza y Podemos a la hora de señalar problemas socioeconómicos realmente existentes, pero sus recetas para solucionarlos, y no digamos para todo lo demás, son tan diferentes como la noche y el día.   

Creo que el término "populismo" retrata más la frivolidad conceptual de quienes tan unánime y arbitrariamente lo emplean que a los partidos o grupos políticos que pretenden denostar, toda vez que resulta muy fácil darse cuenta de que no existe definición clara, precisa o abarcadora de lo que deba entenderse por ideología populista. Y es que el populismo no es una ideología, sino una praxis utilizada por la casi totalidad de la clase política de cualquier país cuando, gracias al control de los medios de comunicación y de las técnicas de marketing y propaganda al servicio de "lo políticamente correcto" nos venden una visión unilateral de la realidad que poco o nada tiene que ver con la realidad misma. En el semanario Courrier International del pasado 17 de noviembre, su director, Jean Hébert Armengaud esdcribió: "Populismo, una palabra comodín que ahora atraviesa el planeta, y en particular Europa, y no quiere decir nada. Único denominador común: una rebelión contra las élites". Lo que más me intriga del adjetivo "populista", que solo presenta connotaciones negativas, es que se aplique por igual a un tipo con coleta, cuya máxima etiqueta en el vestir es una camisa ligeramente despechugada, que a un multimillonario norteamericano que vive en su propio rascacielos de la Quinta Avenida de Nueva York y que no aparece dos veces seguidas en televisión con el mismo traje.



Después de semejante proeza intelectual, los analistas sabelotodos se quedan tan frescos, mientras asiente o aplaude el consabido coro de papagayos amaestrados. El cruce de acusaciones de "populismo" exhibido en nuestro celtiberia-show por la clase política resulta desopilante. Por muy acostumbrado que uno esté al escaso nivel intelectual que muestra Susana Díaz cada vez que abre la boca, no dejan de ser surrealistas sus declaraciones en las que equipara a Donald Trump  con Podemos: "Quizás beban de la misma fuente", sugirió, para comparar acto seguido al Partido Republicano estadounidense con el que lidera Pablo Iglesias por decir que "hay que echar a la casta corrupta" (11). Tremendo.

No obstante, por encima de todo lo que llevo escrito, lo más cinicamente escandaloso es el lema mantenido de que, aún reconociendo que Hillary Clinton no pareciera la mejor candidata demócrata, era preferible a Trump para salvaguardar un cierto equilibrio en el difícil panorama actual, caracterizado por un enfrentamiento insostenible con Rusia que supera los peores momentos de la Guerra Fría, así como el panorama bélico generado en el Mediterráneo, en el Oriente Medio y hasta en la misma Europa con la intervención otánica apenas encubierta en Ucrania, que se mantiene como foco encendido presto a ser activado según convenga a los halcones del Pentágono y de la Secretaría de Estado y que analicé, adelantándome a los acontecimientos mismos, en mi artículo "Ucrania por el camino de Siria: Informe para ciegos", publicado el día 27 de febrero de 2014, cuando todavía estaban sucediendo los acontecimientos de la Plaza Maidan y en el que vaticiné anticipadamente la guerra que inmediatamente sobrevino, la partición de Ucrania en dos mitades antagónicas y mi certeza de que Rusia jamás abandonaría Crimea, por ser parte integral de la nación rusa desde hace siglos. 




En cumplimiento de sus promesas electorales, Obama anunció en octubre de 2011 la retirada de las tropas estadounidenses de Irak. Sin embargo, los intentos de Obama por derrocar al presidente sirio Bashar Al-Assad, para lo cual EE.UU. armó a la oposición siria y protegió a tropas de mercenarios yihadistas, posibilitaron la ampliación y el fortalecimiento del Estado Islámico, Jaish al-Fath, el Frente Al-Nusra y otros grupos sunitas financiados por Qatar y Arabia Saudí, con la rápida consecuencia de que estas mesnadas terroristas extendieran su campaña de horrores desde la nación siria al fronterizo Irak. En agosto de 2014, Obama autorizó los ataques aéreos contra las posiciones del Estado Islámico en Irak, y en septiembre EE.UU. comenzó a bombardear Siria sin el consentimiento de las autoridades de este país soberano y sin autorización de las Naciones Unidas. Con ello, la estrategia de Obama para "luchar contra el terrorismo" no solamente fortaleció al Estado Islámico, sino que permitió financiarse a los terroristas con la obtención de centenares de millones de dólares por la venta del petróleo de los yacimientos ocupados.


También por decisión de Obama, Estados Unidos dejó su rastro de destrucción en Libia, donde a partir de marzo de 2011 dirigió la operación militar para derrocar al Muammar El-Gadafi con la intervención de la OTAN, reservando a Francia y al Reino Unido el criminal protagonismo de los bombardeos a la nación libia, sin reparar en las decenas de miles de muertos ocasionados en la población civil. Como resultado, el mandatario libio, feroz enemigo del yihadismo sunita, fue asesinado bajo consignas democráticas, lo que marcó el hundimiento del Estado libio y el comienzo de un período de enfrentamiento armado en lucha por el poder, que ha ocasionado la desintegración total del país, una catástrofe humanitaria de la que nuestros medios de comunicación no se hicieron eco, el tribalismo y el auge del yihadismo sunita, así como su comprobada exportación a Siria e Irak. El pasado 25 de julio, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, aseguró que existen "flujos de armas que van a Siria, guiados por Hillary Clinton hacia los yihadistas, incluidos los del Estado Islámico", un hecho que, a estas alturas, está perfectamente demostrado. 



De esta forma, no solo la ex-secretaria de Estado estaba al tanto de los repetidos envíos de armas a los yihadistas en Siria, sino que también lo sabían varias figuras clave en la Casa Blanca, incluido el presidente Obama. La mayoría del pueblo estadounidense siempre pensó que los rusos retrocederían cuando ellos actuaran, pero la decisión adoptada por Putin de intervenir con contundencia en Siria, previa petición del Gobierno de Damasco, para acabar con los mercenarios yihadistas, que los medios de comunicación occidentales se obstinan en llamar "rebeldes moderados", ha demostrado que estaban equivocados. 

A pesar de que la rara unanimidad de los medios de comunicación españoles en seguir denostando a Trump y en mantener sus alabanzas a las virtudes de Obama y de su fallida sucesora, la revista digital lamarea.com publicó ayer, domingo 20 de noviembre, una magnífica entrevista a Diana Johnstone realizada el pasado mes de mayo por el periodista Walter Goobar. Diana Johnstone es quizá una de las comentaristas de la política europea y estadounidense más reputadas de la izquierda, que se dio a conocer en Europa por sus críticas a la política occidental durante las guerras en los Balcanes y autora de un libro sobre Hillary Clinton titulado "La reina del caos". Aunque la entrevista entera no tiene desperdicio, me he permitido entresacar algunos comentarios que estimo fundamentales. 

Pregunta: Los medios estadounidenses han centrado su atención estas primarias en Donald Trump. Pero en su opinión, Hillary Clinton también debería ser motivo de preocupación. La ha descrito como "la reina del caos". ¿Por qué? 

Diana Johnstone: "Trump consigue titulares porque es una novedad, un showman que dice cosas chocantes. Es visto como un intruso en un espectáculo electoral diseñado para transformar a Clinton en la “primera mujer presidenta de América”. ¿Por qué la llamo reina del caos? En primer lugar, por Libia. Hillary Cinton fue en gran medida responsable de la guerra que hundió a Libia en el caos, un caos que se extiende hacia el resto de África e incluso Europa. Ha defendido más guerra al Oriente Medio. 

"Mi opinión no es que Hillary Clinton “también debería” ser motivo de preocupación. Ella es el principal motivo de preocupación. Clinton promete apoyar más a Israel contra los palestinos. Está totalmente comprometida con la alianza de facto entre Arabia Saudí e Israel que tiene como objetivo derrocar a Assad, fragmentar Siria y destruir la alianza chií entre Irán, Assad y Hezbolá. Esto aumenta el riesgo de confrontación militar con Rusia y Oriente Medio. Al mismo tiempo, Hillary Clinton defiende una política beligerante hacia Rusia en su frontera con Ucrania. Los medios de comunicación de masas en Occidente se niegan a darse que cuenta que muchos observadores serios, como por ejemplo John Pilger y Ralph Nader, temen que Hillary Clinton nos conduzca, sin advertirlo, a la Tercera Guerra Mundial.


"Trump no se ajusta a ese molde. Con sus comentarios groseros, Trump se desvía radicalmente del patrón de lugares comunes que oímos de los políticos estadounidenses. Pero los medios de comunicación establecidos han sido lentos en reconocer que el pueblo estadounidense está completamente cansado de políticos que se ajustan al patrón. Ese patrón está personificado por Hillary Clinton. Los medios de comunicación europeos han presentado en su mayoría a Hillary Clinton como la alternativa sensata y moderada al bárbaro de Trump. Sin embargo, Trump, el “bárbaro”, está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de gastar el dinero en guerras en el extranjero. Es un empresario, no un ideólogo.

"Trump ha afirmado claramente su intención de poner fin a la peligrosa demonización de Putin para desarrollar relaciones comerciales con Rusia, lo que sería positivo para Estados Unidos, para Europa y para la paz mundial. Extrañamente, antes de decidir presentarse como republicano, para consternación de los líderes del Partido Republicano, Trump era conocido como demócrata, y estaba a favor de políticas sociales relativamente progresistas, a la izquierda de los actuales republicanos o incluso Hillary Clinton (...)

Pregunta: Los asesores de Clinton destacan su experiencia, en particular como secretaria de Estado. Muchos se ha escrito sobre esta experiencia y no siempre de manera positiva. ¿Cuál fue su papel en Libia, Siria o Honduras?

D.J.: "Hay dos cosas que decir sobre la famosa experiencia de Hillary Clinton. La primera es observar que su experiencia no es el motivo de su candidatura, sino, más bien, la candidatura es el motivo de su experiencia. En otras palabras, Hillary no es candidata debido a que su maravillosa experiencia haya inspirado a la gente a escogerla como aspirante a la presidencia. Es más correcto decir que ha acumulado ese currículo justamente para cualificarse como presidente.

"Durante unos veinte años, la máquina clintonita que domina el Partido Demócrata ha planeado que Hillary se convierta en “la primera mujer presidenta de EEUU” y su carrera se ha diseñado con ese fin: primero senadora de Nueva York, después secretaria de Estado.

"Lo segundo concierne al contenido y la calidad de esa famosa experiencia. Se ha empecinado en demostrar que es dura, que tiene potencial para ser presidenta. En el Senado votó a favor de la guerra de Irak. Desarrolló una relación muy cercana con el intervencionista más agresivo de sus colegas, el senador republicano por Arizona, John McCain. Se unió a los chovinistas religiosos republicanos para apoyar medidas como que quemar la bandera estadounidense fuese crimen federal. Como secretaria de Estado, trabajó con “neo-conservadores” y esencialmente adoptó una política neo-conservadora utilizando el poder de Estados Unidos para rediseñar el mundo (...) En cuanto a Libia, persuadió al presidente Obama para derrocar el régimen de Gadafi utilizando la doctrina de “responsabilidad para proteger” como pretexto, basándose en falsas informaciones. Bloqueó activamente los esfuerzos de gobiernos latinoamericanos y africanos para mediar, e incluso previno los esfuerzos de la inteligencia militar estadounidense para negociar un compromiso que permitiese a El-Gadafi ceder el poder pacíficamente.

"Continuó esa misma línea agresiva con Siria, presionando al presidente Obama para que incrementase el apoyo a los rebeldes anti-Assad e incluso para imponer una “zona de exclusión aérea” basada en el modelo libio, arriesgándose a una guerra con Rusia. Si se examina atentamente, su “experiencia” más que cualificarla para el puesto de presidente, la descalifica.

Pregunta: Clinton dijo en 2008 que Vladímir Putin no “tiene alma”. Robert Kagan y otros “intervencionistas liberales” que jugaron un papel destacado en la crisis en Ucrania la apoyan. ¿Su política hacia Rusia sería de una mayor confrontación que la del resto de candidatos?

Su política sería claramente de una mayor confrontación hacia Rusia que las de Donald Trump. El contrincante republicano de Trump, Ted Cruz, es un fanático evangélico de extrema derecha que sería tan malo como Clinton, o quizá peor. Comparte la misma creencia semirreligiosa de Clinton en el rol “excepcional” de Estados Unidos para modelar el mundo a su imagen. Por otra parte, Bernie Sanders se opuso a la guerra de Irak. No ha hablado demasiado de política internacional, pero su carácter razonable sugiere que sería más juicioso que cualquiera de los demás.

Pregunta: La campaña de Clinton ha recibido notoriamente dinero de varios hedge funds. ¿Cómo cree que podría determinar su política económica si consigue llegar a la presidencia?

D.J.: Cuando los Clinton abandonaron la Casa Blanca en enero de 2001, Hillary Clinton lamentó estar “no sólo sin blanca, sino en deuda”. Eso cambió muy pronto. Hablando figuradamente, los Clintons se trasladaron de la Casa Blanca a Wall Street, de la presidencia al mundo de las finanzas. Los banqueros de Wall Street compraron una segunda mansión para los Clinton en el Estado de Nueva York (que se sumó a la que tienen en Washington DC) prestándoles primero el dinero y luego pagándoles millones de dólares por ofrecer conferencias.

Sus amistades en el sector bancario les permitieron crear una fundación familiar ahora valorada en dos mil millones de dólares. Los fondos de la campaña proceden de fondos de inversión amigos que colaboran de buen grado. Su hija, Chelsea, trabajó para un fondo de inversión antes de casarse con Marc Mezvinsky, quien creó su propio fondo de inversión después de trabajar para Goldman Sachs.

En pocas palabras, los Clinton se sumergieron por completo en el mundo de las finanzas, que se convirtió en parte de su familia. Es difícil imaginar que Hillary se mostrase tan desagradecida como para llevar a cabo políticas contrarias a los intereses de su familia adoptiva.

Pregunta: En el pasado ha criticado a la izquierda (o a una parte considerable de ella) por apoyar las llamadas “intervenciones humanitarias”. ¿Qué opina de la "nueva izquierda" o "nueva nueva izquierda" en países como Grecia o España?

D.J.: La propaganda neoliberal dominante justifica la intervención militar por motivos humanitarios, para “proteger” a la gente de “dictadores”. Esta propaganda ha tenido mucho éxito, especialmente en la izquierda, donde con frecuencia se acepta como una versión contemporánea del “internacionalismo” de la vieja izquierda, cuando en realidad es todo lo opuesto: no se trata de las Brigadas Internacionales y su idealismo, combatiendo por una causa progresista, sino del Ejército estadounidense bombardeando países en nombre de alguna minoría que puede acabar demostrándose como un grupo mafioso o terroristas islámicos". 

Como complemento a las documentadas declaraciones de Diana Johnstone, me parece oportuno mencionar que el pasado mes de abril, el periodista Mark Landler publicó en The New York Times el artículo "Cómo Hillary Clinton se convirtió en halcón", en el que trazó el retrato político de la candidata demócrata. Landler no hizo más que exponer la forma en que la senadora y más tarde secretaria de Estado se hizo a sí misma hasta convertirse esencialmente en una fanática seguidora de los militares, lisonjeando a algunos comandantes o ex-comandantes que iban desde el por entonces general David Petraeus, hasta el analista de la Fox y general retirado Jack Keane; Landler explica cómo, digamos, se convirtió en un personaje —incluso en el panorama político actual— notable por su "apetito por el compromiso militar en el extranjero".



No quiero dejar de reseñar que Diana Johnstone siempre ha criticado el apoyo de los partidos de izquierda a las llamadas "intervenciones humanitarias" de Estados Unidos: La propaganda neoliberal dominante justifica la intervención militar por motivos humanitarios, para "proteger" a la gente de "dictadores". Como lúcidamente señala Jean Bricmont, profesor en la Universidad de Lovaina, "su función social es la de proporcionar una ideología que pueda servir de justificación cómoda a un sistema económico y a una serie de relaciones internacionales que están basadas, en última instancia, en la fuerza bruta. La ideología de los derechos humanos es perfecta desde ese punto de vista".



Pese a ser tan burda, esta propaganda ha tenido mucho éxito, especialmente en la izquierda, donde con frecuencia se acepta como una versión contemporánea del "internacionalismo" de la vieja izquierda, cuando en realidad es todo lo opuesto. Basta ver la catástrofe producida en Libia, nación a la que los medios de comunicación occidentales suelen designar con cínica desvergüenza como "Estado fallido".

En 2011, la OTAN efectuó 9700 "ataques aéreos" contra Libia, de los cuales más de un tercio fueron dirigidos a objetivos civiles. Se utilizaron ojivas de uranio; las ciudades de Misrata y Sirte fueron bombardeadas y quedaron tan arrasadas como alfombras. La Cruz Roja identificó fosas comunes y Unicef informó de que "la mayoría [de los niños asesinados] eran menores de diez años". La sodomización pública con una bayoneta "rebelde" de la que fue objeto el presidente libio Muammar El-Gadafi, fue acogida por la entonces secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, con gritos de alegría y la expresión: "Vinimos, vimos, murió." Su asesinato, así como la destrucción de la nación libia se justificaron con la acostumbrada gran mentira de que El-Gadafi estaba planeando un "genocidio" contra su propio pueblo. Difundida por la agencia Reuters el 14 de marzo de 2011, propició la primera chispa para el infierno de la intervención de la OTAN, descrito por el premier británico David Cameron como "intervención humanitaria". La misma historia, tan falsa como criminal, fue utilizada pocos meses más tarde para justificar la destrucción de Siria, como resume el periodista y analista de política internacional Joe Quinn en su artículo "La gran mentira de EE.UU. en Siria"repetida incansablemente como dogma de fe por todos los medios de comunicación occidentales.

Aquellos que recuerdan la génesis del conflicto sirio sabrán que, desde el primer día, el gobierno de Estados Unidos y sus aliados no han ocultado que su objetivo era eliminar al gobierno de Bashar Al-Assad. Para lograrlo el gobierno norteamericano, junto a los de Francia, el Reino Unido y las petromonarquías del Golfo, ha financiado, entrenado y armado a combatientes mercenarios yihadistas, que terminaron por adquirir fuerza suficiente como para formar el Estado Islámico. Por lo que las declaraciones por parte del gobierno de Estados Unidos de que están "luchando contra el Estado Islámico" en Siria y preocupados por "el acceso de ayuda humanitaria" a la población civil es otro claro ejemplo de la "gran mentira" que la propaganda difunde para consumo del público occidental. La verdad es que el gobierno de Estados Unidos lleva más de cinco años intentando derrocar al gobierno sirio a través del uso de fuerzas subsidiarias integradas por mercenarios yihadistas. Los padecimientos del pueblo sirio importan bien poco a los que han bombardeado a las Fuerzas Armadas sirias cada vez que la ocasión se les ha presentado.

  
Los escasos analistas, que hayan venido prestando atención al desarrollo del conflicto, recordarán que fue Rusia la que inició el proceso de las conversaciones de paz en dos ocasiones y que también, con el silencio de los medios de comunicación occidentales, organiza la entrega de ayuda a la población de Alepo y de otros pueblos y ciudades de Siria. Resulta evidente que estas operaciones cuentan con el beneplácito del gobierno de Damasco, por lo que el hecho de que Kerry justifique el bombardeo de las tropas sirias afirmando que "Al-Assad está impidiendo que la ayuda humanitaria entre a Siria" es tan cínico como mentiroso, a pesar de que forme parte de la verdad oficial impuesta por los medios de comunicación occidentales, fieles a las directrices marcadas por Washington y la OTAN.

Resulta palpable que para el Departamento de Estado norteamericano el término "ayuda humanitaria" tiene un significado muy diferente al que aparece en el diccionario. Durante décadas, el gobierno de Estados Unidos y las agencias de inteligencia afiliadas a éste han utilizado el pretexto de la "ayuda humanitaria" para infiltrarse en países extranjeros con agentes de quinta columna adiestrados para derrocar a los gobiernos de turno. En una zona de guerra, el mismo ardid se utiliza para lograr por medios "pacíficos" aquello que no puede lograrse a través de la violencia. En este caso, el acceso y control de buena parte de Alepo.

Así que no cabe distraerse con la carta de la "ayuda humanitaria" que está siendo jugada por la maquinaria propagandística norteamericana. Rusia y Siria llevan años intentando negociar de manera activa un alto el fuego con EE.UU. y sus mercenarios yihadistas, pero Washington ha venido sosteniendo la fantasmal existencia de unos "rebeldes moderados", que en ningún momento se ha dignado a señalar, pese a las numerosas peticiones hechas por el gobierno de Vladimir Putin en este sentido. Y no los ha señalado porque no existen rebeldes moderados, como han demostrado analistas de reconocido prestigio, como Tim Anderson, escritor y profesor de la Universidad de Sydney (12).

Tim Anderson

La excusa de la ayuda humanitaria de la ONU sigue siendo utilizada para exigir un inmediato alto el fuego y la apertura zonas de exclusión aérea (tal como sucedió en Libia) para obligar a que los militares sirios y rusos detengan el bombardeo a la zona de Alepo controlada por los terroristas en un intento desesperado de impedir su derrota final y propiciar el triunfo de a los "rebeldes moderados" dirigidos por Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Turquía.

Al análisis del que, creo que con toda propiedad, he llamado "holocausto sirio", he dedicado veinte artículos en este Blog (13). Que los horrores de este infierno acabe es para mí suficiente motivo para saludar con prudente esperanza la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, en vez de la belicosa Hillary Clinton.

Los analistas políticos británicos Steven Swinford y Ben Riley-Smithen un reciente artículo publicado en "The Telegraph" explican que "el Reino Unido está afrontando una crisis diplomática debido a los planes de Trump de forjar una alianza con Vladímir Putin y de apoyar al régimen sirio". El analista concluye que "existen diferentes grupos de presión en el ámbito de la Defensa y de la industria de armas, y en sus centros de pensamiento, que, ciertamente, no quieren ver a EE.UU. y Rusia como amigos"(14).

Para colmo, y como era previsible, John McCain, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado de EE.UU., líder de los halcones del Pentágono, colaborador próximo de Obama pese a ser republicano y principal "línea caliente" entre Washington y el Estado Islámico, ya ha advertido a Trump que un deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia será inaceptable".

Otro hecho esperanzador es el nombramiento del laureado general Michael Flinn para el importante cargo de Consejero de Seguridad Nacional, en sustitución de Susan Rice, quien ya ha sido execrado por la prensa española con los calificativo de "radical" e "islamófobo" (?). Además de su experiencia en lugares de conflicto, por haber participado en las guerras de Irak y Afganistán, el general Flinn sobresale por su trayectoria en cargos de la Administración ligados a la Inteligencia Militar, llegando a su máxima responsabilidad entre los años 2012 y 2014, cuando fue director de la DIA (Agencia de Inteligencia para la Defensa) en la Administración Obama, quien le destituyó por su oposición a la política anti-terrorista realizada por la Casa Blanca.




Tras su destitución Flinn acusó directamente a Obama de falsear la realidad sobre el yihadismo islámico en Siria: el 23 de noviembre de 2015 declaró públicamente que "la investigación en torno a la manipulación de la inteligencia que hace el Comando Central (Centcom) para presentar un cuadro más halagüeño de la guerra al EIIS (Estado Islámico en Irak y Siria), se debería enfocar más apropiadamente en la Casa Blanca y en el propio Presidente". Los analistas del Centcom son buenos, dijo Flynn. Muchos han estado ahí por varios años, y algunos estuvieron activos en Irak y en Afganistán. Así que, subrayó, la investigación sobre las presiones a los analistas del Centcom "deben empezar desde arriba. Donde empieza y termina la inteligencia es en la Casa Blanca. El Presidente fija las prioridades, y si él no consigue lo que necesita, y si no le pone atención a lo que sucede, entonces ahí está pasando algo más, entre él y los asesores que tiene".

Al anunciar su nombramiento, Donald Trump dijo: "Me complace que el general Michael Flynn esté a mi lado trabajando para derrotar al terrorismo islámico radical, afrontar los retos geopolíticos y mantener seguros a los estadounidenses en el país y en el extranjero".


General Michael Flinn

Aún siendo algo evidente, quiero resaltar el hecho de que toda la información que obtengo para realizar los análisis que vengo ofreciendo en las páginas de mi blog "El Saco del Ogro" es fruto exclusivo de mi trabajo personal y de mi voluntad de conocer la verdadera realidad que subyace en las manipulación permanentes que nos ofrecen los medios de comunicación españoles. Si ha bastado mi formación de historiador y mi independencia respecto a cualquier organización, grupo o partido político para acceder a ella, es obvio que cualquier periodista dispone de capacidad más que suficiente para hacerlo, si no fuera porque los medios de información subordinan sus criterios informativos sobre cuestiones de política exterior a directrices políticas ajenas a los propios medios. Solo eso explica la unanimidad del coro que desde hace meses prodiga sus alabanzas a Obama y a la que estaba designada para sucederle en la presidencia norteamericana, Hillary Clinton, dedicando a Donald Trump, ahora presidente electo, todos los improperios y descalificaciones habidas y por haber.

Si el periodismo español no cumple con la obligación de informar verazmente, al menos sería deseable que reconociera de una vez por todas que la mayoría del pueblo americano ha elegido a Donald Trump como presidente de Estados Unidos, lo que supone dar la espalda a la herencia de Obama, depositada en su designada heredera, Hillary Clinton. Y que eso se sigue llamando "democracia" les guste o no.

Tertulianos y periodistas deberían tomar nota de las declaraciones hechas por un hombre inteligente, de intachable ecuanimidad y gran conocedor de Estados Unidos, donde vive desde hace bastantes años. Me refiero a Pau Gasol, quien en recientes declaraciones a la agencia EFE ha tenido la lucidez de decir que "hay que dar un voto de fe" a Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos", para añadir: "Hay muchísima población que ha votado al señor Trump y supongo que estará alegre y contenta del nombramiento de su nuevo presidente".

Pero para hablar así es preciso actuar libremente y tener la independencia de criterio de Pau Gasol, premisas esenciales de las que el periodismo español carece.





NOTAS

(1) Perry Anderson, Imperium et Consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos, Ediciones Akal, Madrid, 2014. Cit. p. 49.

(2) Oliver Stone y Peter Kuznick: La Historia silenciada de Estados Unidos, La Esfera de los Libros, Madrid, 2015, p. 818.

(3) Michael Mann, El imperio incoherente. Estados Unidos y el nuevo orden internacional, Ediciones Paidós, Barcelona, 2004. Cit. p. 291.

(4) Michael Moore, El Huffington Post, 28.07.2016.

(5) José Baena, Los náufragos de la OTAN, blog El Saco del Ogro,

(6) Zbigniew Brzezinski, The Grand Chessboard, cit. p. 58. Existe edición en español: El gran tablero mundial. La supremcía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Edic. Paidós, Barcelona, 2016.

(7) Peter W. Stevenson, Trump is headed for a win, says professor who has predicted 30 years of presidential outcomes correctly, The Washington Post, 23.09. 2016.

(8) George Lakoff, ¿Por qué Trump?, El Huffington Post, 16.03.2016.

(9)) Jorge Galindo, Trump: ¿qué ha pasado?, El Politikon, 09.11.2116

(10) Thomas Frank, ¿Por qué millones de trabajadores norteamericanos apoyan a Trump?, eldiario.es, 08.03.2016.

(11) Susana Díaz equipara a Trump con Podemos, El País, 10.11.2016.

(12) Tim Anderson, Why Syria is Winning: Advancing towards a Strategic Victory that will transform the Middle East? Global Research, 10 de agosto de 2015. http://www.globalresearch.ca/why-syria-is-winning-advancing-towards-a-strategic-victory-that-will-transform-the-middle-east/5468277

(13) Para quienes pueda interesar, incluyo los enlaces de los artículos que he publicado sobre el conflicto sirio:

Siria: La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad

SIRIA: SANGRE, FUEGO, MENTIRAS Y CINTAS DE VÍDEO

SIRIA: Ante un final anunciado. Tres miradas convergentes.

El holocausto sirio: Por el bien del imperio

Siria: nuestro Gobierno miente hasta cuando dice la verdad

Apocalyse Now: la hora de repartir Siria ya está señalada

Tres escritores españoles escriben sobre Egipto y Siria

Siria, de patrimonio del espíritu a botín de guerra

La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.

Siria, pieza clave en la guerra de Estados Unidos por el control energético global

Siria, el rayo que no cesa

Reconocer la verdad acerca de Siria, ¿para cuándo...?

Yihadistas en Siria e Iraq: La ferocidad de la Bestia

Obama con licencia para actuar como policía global

Fíjense en las fechas

Siria: En el corazón de las tinieblas

Siria: La guerra del fin del mundo
1. A sangre y fuego

Siria: La guerra del fin del mundo
2. Apuntes para la Historia

Siria: Un muñeco roto para usar y tirar

Imperialismo humanitario o el uso de los Derechos Humanos para vender la guerra

(14) Steven Swinford y Ben Riley-Smith, Trump-Putin alliance sparks diplomatic crisis as British ministers demand assurances from US over Russia, The Telegraph, 12 noviembre 2016.